manera de vivir? La respuesta: el Espíritu. Pablo coloca esto al principio, en el medio y al final de su siguiente sección, en los versículos 16, 18 y 25. «Vivan por el Espíritu… si los guía el Espíritu… andemos guiados por el Espíritu». Esa es la esencia, el alma de la vida cristiana. Ese es el centro y el secreto de lo que significa ser una persona «en Cristo».
Así como Pablo ha hablado del poder del amor que nos capacita para vivir en una relación correcta con la ley del Antiguo Testamento y también para superar el egoísmo de la carne, Pablo también explica que si permitimos que el poder del Espíritu de Dios gobierne cómo vivimos, evitaremos ambos extremos de legalismo y libertinaje. Esto es lo que explica en los versículos 16-18.
Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa. Porque esta desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es contrario a ella. Los dos se oponen entre sí, de modo que ustedes no pueden hacer lo que quieren.2 Pero, si los guía el Espíritu, no están bajo la ley (Gá 5.16-18).
Así que cuando decimos «¡sí!» a Jesucristo, y «¡sí!» al Espíritu Santo, decimos «¡no!» a la carne (no haremos solo lo que nos dé la gana), y decimos «¡no!» a aquellos que nos quieren imponer el yugo de la ley como camino para demostrar nuestra propia justicia.
Ahora, en este punto, quisiéramos avanzar y descubrir qué significa caminar, vivir y ser guiados por el Espíritu. Pero Pablo quiere asegurarse, en primer lugar, de que tenemos muy en claro qué significa lo contrario: ¿hacia qué tipo de vida conducen los actos de «la carne»? Pablo ofrece una lista lúgubre en los versículos 19–21.
Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios (Gá 5.19-21).
Es sombrío, pero revelador. Menciona cosas que son individuales, y cosas que son sociales y culturales. Abarca desde lo privado hasta lo público, desde actos exteriores hasta emociones internas. Y es un verdadero reflejo de lo que, a mayor o menor escala, vemos a nuestro alrededor. Este es el mundo en que vivimos. Y hemos sido llamados a ser distintos a este mundo. ¿Pero cómo?
Ahora, por fin, y en un deslumbrante contraste con esa lista, Pablo describe la vida del Espíritu. Aquí está el pasaje que será nuestro texto por el resto del libro:
En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas (Gá 5.22-23).
En primer lugar, prestemos atención a lo que este pasaje no es. No es una lista de virtudes que se contraponen a los vicios que acaba de enumerar como las «obras de la naturaleza pecaminosa». En los documentos griegos y judíos de aquel entonces, eran comunes los listados de vicios y virtudes correspondientes que supuestamente debían dar forma al comportamiento de las personas. Básicamente decían: «No hagan estas cosas (los vicios). Más bien, hagan estas cosas (las virtudes)». El énfasis estaba en lo que no se debía hacer y en lo que sí se debía hacer. Por supuesto que hay alguna similitud con la doble lista de Pablo aquí en Gálatas 5. Las listas de vicios y virtudes fácilmente podrían usarse como simples listas de reglas —la lista de «no hagan esto» y la lista de «hagan aquello». Y esto definitivamente no es lo que Pablo dice aquí. Pablo no está diciendo: «No trates de obedecer todas las reglas de la ley del Antiguo Testamento; aquí hay un conjunto de reglas mucho más fácil de obedecer». Se trata de reemplazar una actitud incorrecta con otra. Pablo ni siquiera se ha referido a «reglas».
No, la clave para entender lo que Pablo está diciendo aquí es la metáfora que utiliza: el fruto. Todas las hermosas palabras que escribe son, en conjunto, el fruto (singular) del Espíritu. Ahora bien, el fruto es el producto natural de la vida. Si un árbol está vivo, dará fruto. ¡Concuerda con el hecho de ser un árbol vivo! El fruto es lo que se obtiene cuando un árbol tiene vida en su interior.
¿Por qué un árbol da fruto? No es porque haya alguna ley de la naturaleza que dicte que deba hacerlo. Más bien, sencillamente se debe a la vida que tiene dentro, que surge del suelo y del agua que alimenta sus raíces y que fluye, por medio de la savia, por cada rama. Un árbol no da fruto porque obedece las leyes de la naturaleza (si podemos usar nuestra imaginación y «pensar como un árbol»), sino porque sencillamente es un árbol vivo, que se comporta según lo que es.
Entonces, lo que Pablo trata de decirnos con su lista de bellas cualidades es lo siguiente: Estas son las cualidades que Dios mismo producirá en la vida cotidiana y ordinaria de una persona, porque la vida de Dios mismo está obrando dentro suyo. La vida de Dios (por su Espíritu) dará fruto en el «árbol» de la vida de una persona, simplemente porque así es Dios y eso es lo que Dios produce. O, como dijimos anteriormente, el Espíritu de Dios, que es el Espíritu de Cristo, hará que las cualidades de la vida de Cristo crezcan en la vida de una persona para que se vuelva cada vez más como Cristo —que es el deseo de Dios para todos sus hijos e hijas.
O, en otras palabras, de lo que Pablo está hablando es del carácter cristiano. Lamentablemente, hoy en día este carácter está muy poco valorado en gran parte de la vida y las actividades de la iglesia. Preferimos desarrollar mejores técnicas, formular estrategias exitosas y celebrar (o criticar) el rendimiento. Miramos por fuera y evaluamos a las personas según «cómo están», prestando mucha menos atención al tipo de personas en que se han convertido o en que se están convirtiendo. Pero observemos las cualidades de la lista de Pablo. No se centran en el tipo de rendimiento que podemos lograr, sino en el tipo de persona que somos.
Dar fruto toma tiempo. Formar el carácter toma tiempo. Toda una vida en realidad. John Stott rogó a Dios por ello todos los días de su vida. Ahora pues, tomemos el tiempo para estudiar el fruto en el huerto del Espíritu de Dios, y luego tomemos el tiempo para que ese fruto madure en nuestras propias vidas, en el tiempo que Dios nos ha concedido.
1 Cuando Pablo invierte el orden normal «Jesucristo» y escribe «Cristo Jesús», es porque quiere enfatizar que «Cristo» no es solo un apellido. Es la traducción griega de la palabra hebrea «mesías», el ungido. Entonces, a veces, para ayudar a que este punto sea claro, es bueno traducir «Cristo Jesús» como «el Mesías Jesús» para resaltar toda la fuerza de lo que Pablo quiere comunicar al conectar a Jesús con las grandes promesas del Antiguo Testamento. Jesús, como Mesías, es quien personifica y representa a Israel como su rey, Señor, y salvador. Así, cuando pertenecemos al Mesías (es decir, cuando estamos «en Cristo»), pertenecemos al pueblo de Dios.
2 Nota del editor: El autor cita la niv, donde se ha traducido «you are not to do whatever you want» (no deben hacer lo que quieran), en contraste con la versión csb «so that you don’t do what you want» (para que no hagan lo que quieran). Se podría correr el riesgo de deducir conclusiones teológicas equivocadas si no se coloca este pasaje y sus posibles traducciones en perspectiva. Por ello, el autor explica lo siguiente:
«Lo que Pablo expresa aquí no es lo mismo que en Romanos 7.19, donde se lamenta de que aun cuando sabe lo que debería hacer y quiere hacerlo (en obediencia a la ley de Dios), se da cuenta de que no lo hace. Aquí en Gálatas, en cambio, el argumento es que el Espíritu impedirá que satisfagamos los deseos de la carne, es decir, sencillamente nos detendrá de hacer lo que nos dé la gana con nuestra egoísta y caída voluntad».
Capítulo 1
El amor
En primer lugar, el amor.
Y no es para sorprenderse. Pablo ya ha afirmado que lo que realmente importa es «la fe que actúa mediante el amor» (5.6), que debemos servirnos «unos a otros con amor» (5.13), y que toda la ley del Antiguo Testamento se resume en el mandamiento «ama a tu prójimo como a ti mismo» (5.14).
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