Christopher J. H. Wright

Ser como Jesús


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la ley, respondió con dos, uno de Deuteronomio y otro de Levítico:

      Casi con toda certeza es ese segundo tipo de amor, el amor al prójimo, al que Pablo se refiere como el fruto del Espíritu. Es decir que el primer fruto del Espíritu no es tanto nuestro amor por Dios, sino nuestro amor mutuo como cristianos, por sobre todas nuestras diferencias y barreras. Y Pablo se refiere no solo a sentimentalismos por tratarnos con gentileza, sino de pruebas prácticas y reales de que nos amamos y nos aceptamos unos a otros, por la manera en que nos cuidamos, proveemos, ayudamos, animamos y apoyamos mutuamente, incluso cuando cueste o duela mucho hacerlo. El amor en acción, en otras palabras. El amor que disuelve divisiones. El amor que une a personas que de otro modo se odiarían, lastimarían o incluso se matarían.

      ¿Qué tan importante es amarse unos a otros de esta manera? ¿Por qué el amor aparece primero en la lista de Pablo sobre el fruto del Espíritu? Pablo mismo tenía bastante que decir sobre la importancia de que los cristianos se amaran mutuamente, pero es Juan quien lo enfatiza más que ningún otro autor del Nuevo Testamento.

      Así que acudamos a Juan para que nos guie en este primer estudio.

      Tres veces en su Evangelio, Juan registra a Jesús dándoles a sus discípulos el mandamiento de que se amen unos a otros:

      • Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así com o yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros (Jn 13.34-35).

      • Y este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado (Jn 15.12).

      • Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros (Jn 15.17).

      Cinco veces en su primera carta, Juan nos recuerda que este mandamiento es de Dios, y entra en mucho detalle explicando cómo deberíamos amarnos no solo con palabras, sino también con hechos y de verdad:

      • Este es el mensaje que han oído desde el principio: que nos amemos los unos a los otros (1Jn 3.11).

      • Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad (1Jn 3.17-18)

      • Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos los unos a los otros, pues así lo ha dispuesto (1Jn 3.23)

      • Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor (1Jn 4.7-8).

      • Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto jamás a Dios, pero, si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente (1Jn 4.11-12).

      Entonces, si se puede decir que hay algo primordial, central y esencial para ser cristiano y parecerse cada vez más a Jesús, debe ser esto. Por ello, Pablo habla sobre este tipo de amor como la primera evidencia de que Dios está trabajando en nuestra vida, el primer fruto del Espíritu de Dios dentro de nosotros. Juan también ve tal amor como evidencia. Da muestra de algo. De hecho, el amor demuestra varias cosas que podemos observar juntos. Cuando los cristianos se aman unos a otros, dice Juan, es evidencia de algunas realidades muy importantes: el amor es evidencia de la vida; evidencia de la fe; evidencia de Dios; y evidencia de Jesús. Analicemos cada una de estas evidencias.

      1. El amor mutuo es evidencia de la vida

      Juan se preocupa por reasegurarle a la iglesia a la que le escribe, que ellos son verdaderos creyentes y que comparten la vida de Dios, la vida eterna. Así que Juan lleva a sus lectores a los fundamentos de su fe, a la enseñanza que habían escuchado desde el puro principio, cuando oyeron y respondieron al evangelio.

      Juan utiliza dos veces las palabras: «Este es el mensaje que hemos oído». La primera vez es en 1 Juan 1.5. «Este es el mensaje que hemos oído de él y que les anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad». Si caminamos en la luz, habiendo confesado nuestros pecados, y luego vivimos en obediencia como lo hizo Jesús y hacemos lo correcto, entonces conoceremos a Dios y sabremos que pertenecemos a él (1Jn 2.3–6).

      Más adelante, por la mitad de su carta, Juan repite esta frase y la vincula a lo que acaba de decir sobre hacer lo correcto, y luego la expande con el mandamiento de amarse unos a otros: «Así distinguimos entre los hijos de Dios y los hijos del diablo: el que no practica la justicia no es hijo de Dios; ni tampoco lo es el que no ama a su hermano. Este es el mensaje que han oído desde el principio: que nos amemos los unos a los otros» (1Jn 3.10-11).

      Para Juan, caminar en la luz y caminar en amor son las dos partes más básicas y esenciales de ser un verdadero cristiano. Eran parte del mensaje original y la enseñanza del propio Jesús («desde el principio»). Y eran parte del evangelio en el que habían oído y creído.

      Pero Juan va aún más lejos. Otra vez utiliza una de sus frases recurrentes: «sabemos que». Juan insiste en que podemos y debemos saber algunas cosas muy importantes en nuestra vida cristiana. Y posiblemente lo más importante que podemos saber es que tenemos vida eterna. Podemos estar seguros de ello. De hecho, Juan nos dice que esa es la razón principal por la que escribió su Evangelio (Jn 20.30-31), y también la razón por la que escribió su carta (1Jn 5.13).

      Juan quiere que sus lectores sepan con certeza que tienen vida eterna. Pero ¿cómo puede uno saber que tiene la vida que Dios da? Cuando ve la evidencia: la evidencia del amor que Dios produce en su vida. «Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte» (1Jn 3.14).

      El amor cristiano es una cuestión de vida o muerte. Es así de serio. Es lo que prueba si uno ha pasado de lo uno a lo otro.

      Ahora bien, ese versículo (1Jn 3.14) es muy similar a algo que Jesús dijo: «Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida» (Jn 5.24). Así es que, cuando respondemos a Jesús y depositamos nuestra fe en Dios por medio de él, recibimos vida eterna (así dice Jesús). Pero, cuando nos amamos unos a otros, es que sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque vemos la evidencia (así dice Juan). Tener fe en Dios por medio de Jesús y amarnos unos a otros como cristianos van de la mano. Nuestra vida eterna se recibe por la fe y se demuestra por el amor.

      ¿Cómo sabemos si un árbol está vivo? Buscamos los brotes, las hojas y luego el fruto. El fruto es la evidencia de que el árbol tiene vida en su interior. Donde hay fruto, hay vida. Pero si no hay fruto, el árbol quizá esté muerto.

      ¿Cómo sabemos si un creyente o una iglesia están vivos? Buscamos el amor. Donde hay amor hay vida. Cuando los cristianos verdaderamente ponen en práctica el amor, eso es evidencia y confirmación de que la vida de Dios está presente entre ellos y en ellos. Pero cuando no ponemos en práctica el amor, cuando peleamos y discutimos, nos dividimos y nos denunciamos mutuamente… ¿eso qué dice de nosotros? Si no hay amor, dice Juan, no hemos vuelto a la vida en absoluto; más bien «permanecemos en la muerte».

      El amor es cuestión de vida o muerte.

      Para reforzar lo importante que es esto, Juan nos da dos ejemplos: uno a cada lado de su punto central en el versículo 3.14.

      • El ejemplo negativo: Caín (vv. 12, 15). Caín estaba lleno de odio, y su odio lo llevó a la muerte. Así es como sucede. El versículo 15 ofrece una advertencia muy severa: odiar a un hermano cristiano es como cometer un asesinato (de nuevo, Juan repite las palabras de Jesús en Mt 5.21-22).