puede interrumpir los sistemas reguladores normales de la homeostasia del organismo mediante la activación de la regulación del estrés de los sistemas, dando lugar a algunas formas de dolor crónico.
El control neurológico o su ausencia, en particular de las unidades de EMF, puede influir en las manifestaciones físicas de una persona. Las fascias poseen una inervación abundante (Van der Wal, 2009; Schleip, 2003) y también pueden contener varios terminales nerviosos de nociceptores capaces de detectar los estímulos que podrían ser lesivos (Mense, 2007, 2008). Un amplio número de investigadores independientes han documentado de manera uniforme que, en presencia de dolores crónicos o recurrentes, los pacientes cambian los patrones o las estrategias de reclutamiento sinérgico que utilizan normalmente para realizar los movimientos o las posturas funcionales de carga baja (Lee, 2011; Jull, 2000; Sahrmann, 2002; Hodges, 2003; Hodges y Moseley, 2003; Moseley y Hodges, 2006; Richardson y cols., 2004; Dankaerts y cols., 2006; O’Sullivan y cols., 2005). La función motora también puede verse afectada por la estimulación mental; Schmeid y cols. (1993) mostraron la sincronización de las unidades motoras en presencia de una respuesta visual y auditiva.
El dolor puede afectar a la motivación y al cumplimiento del programa de rehabilitación por parte de un paciente. Como profesionales, podemos observar que con la manifestación del dolor (Hodges y Moseley, 2003; Moseley y Hodges, 2005) se altera la mecánica motora. En la persona que solicita ayuda se pueden constatar comportamientos o estrategias de adaptación o mala adaptación (Richardson y cols., 2004; O’Sullivan y cols., 2005; Comerford y Mottram, 2001a; Sahrmann, 2002). Por ello es crucial que, dentro del contexto de las intervenciones que está realizando, el profesional comprenda la importancia del control de los síntomas, sobre todo los de dolor.
En presencia de dolor, se altera el reclutamiento de los músculos. La investigación (Hodges y Moseley, 2003; Moseley y Hodges, 2005) indica que, en un estado indoloro, el cerebro y el SNC son capaces de acceder y utilizar una serie de estrategias de control motor para realizar las tareas funcionales y, a la par, mantener el control del equilibrio muscular y la estabilidad articular. En presencia del dolor, hay una limitación de las opciones disponibles para el SNC.
Con respeto a esto, la mayoría de las mejoras documentadas por los pacientes que recibieron un kinesiotape son las del alivio del dolor (Kase, 2003; González-Iglesias y cols., 2008; Lim y cols., 2013), que se consigue restaurando la función y la actividad muscular, la longitud del tejido o la homeostasia del sistema linfático. Se considera que con la colocación correcta de un vendaje se facilita la actividad neurofisiológica normal (Kase, 2003). Cualquier efecto inmediato conseguido con la aplicación de un kinesiotape indica su capacidad de influir y dirigir potencialmente el entrenamiento de la neuroplasticidad con respecto a la rehabilitación y la recuperación. El kinesiotaping puede proporcionar la posibilidad de que el paciente se mueva en un entorno sin riesgos dentro de su propio organismo. Esta importante área de alivio sintomático permite una nueva estrategia para el movimiento dentro de un sistema comprometido y puede ofrecer la oportunidad de cambiar, sobre todo en patologías crónicas.
El kinesiotaping para restaurar la longitud y la fuerza tiene por objetivo recuperar las opciones de movimiento del individuo. La restauración de la eficacia muscular que puede contribuir a la disfunción y a los síntomas ofrece la oportunidad de cambiar y variar el sistema. Las opciones de movimiento pueden crearse con la colocación específica de un kinesiotape, con lo que se producirán avances y habrá más opciones de rehabilitación para el profesional y para su paciente.
Más allá del estímulo local, el dolor y el sufrimiento pueden constituir un problema multifactorial con implicaciones emocionales, neuroinhibidoras, sociales, de estrés y otros factores, teniendo todos ellos influencia en las manifestaciones físicas de una persona. Estos sistemas también se alteran o tratan con cambios biológicos y químicos (Melzack y Wall, 1996). El mecanismo exacto a través del que funciona el kinesiotaping para controlar el dolor e influir en la función puede ser tan complejo como el conocimiento del dolor. Es importante que los profesionales clínicos tengan en cuenta que puede haber factores cognitivos o emocionales que limitan el avance «físico» del tratamiento y que, en algunos pacientes, este elemento dicta si cualquier modalidad física mejora o no con el tratamiento. Las preguntas y la implicación activa del paciente durante las intervenciones de taping pueden contribuir a que el profesional decida cuándo debe derivar al paciente a un especialista.
Es de crucial importancia comprender al paciente y ser capaces de conectar con lo que verdaderamente es importante para él dentro del contexto del problema que le preocupa. En un mismo trastorno doloroso, una misma lesión o un mismo diagnóstico, no hay dos individuos que tengan exactamente la misma experiencia y el mismo comportamiento, porque «la manera en que se manifiesta el dolor o la enfermedad depende en parte de quiénes son» (Jones y Rivett, 2004).
El tratamiento de pacientes con patologías neurológicas específicas podrá aprenderse más detenidamente en los cursos de especialidad de kinesiotaping; sin embargo, se sabe que cualquier paciente que presente un aumento inmediato de longitud o fuerza tras el proceso de kinesio-taping ha tenido, de hecho, un cierto grado de afectación neurológica. El mecanismo primario para un cambio inmediato con una única aplicación de un vendaje tiene que haber sido modulado neurológicamente a un cierto nivel.
3. Sistema celular y linfático
El sistema de fascias está íntimamente relacionado con los procesos linfáticos y celulares locales; el intercambio químico local en las células y los tejidos es una medida directa de la capacidad de un sistema de enfrentarse a la carga o al estrés a los que se ve sometido (Kase, 2007). Este sistema también se ve influenciado por el aporte alimentario y la capacidad del organismo de coordinar la absorción y el transporte de los nutrientes en un estado químico, así como la eliminación de los desechos. Desde hace mucho tiempo se sabe que las patologías viscerales (Barral, 2006) y digestivas tienen una gran influencia en el sistema linfático (Yoffey, 1970).
El tejido conectivo laxo del sistema de fascias alberga la amplia mayoría de los 15 litros de líquido intersticial (Reed y cols., 2010; Reed y Rubin, 2010) que fluye a través de la matriz extracelular y contiene fibroblastos, células tumorales, células inmunitarias, adipocitos y otro tipo de células. El líquido intersticial regula el transporte de nutrientes a las células con actividad metabólica y desempeña un papel crucial en mantener la salud de los tejidos (Rutkowski y Swartz, 2007). El más mínimo cambio en el flujo de este líquido puede alterar las tensiones de cizallamiento en la superficie celular y modificar el entorno biomecánico de la célula. El volumen del líquido se regula a través de la presión intersticial hidrostática y coloidosmótica que se reajusta constantemente debido a los cambios en la filtración capilar y los vasos linfáticos. Cuando un músculo se contrae contra una capa fascial gruesa y resistente, aumenta la presión dentro de un compartimento y permite que la sangre y el líquido linfático se bombeen hacia el corazón (Benjamin, 2009). Las patologías con un aumento de la presión dentro del compartimento profundo de las fascias y con una alteración del flujo sanguíneo pueden llegar a amenazar las extremidades, tal como ocurre en el síndrome compartimental (Benjamin, 2009).
El sistema linfático se basa en gran medida en las bombas musculares activas y en el sistema de deslizamiento fascial que facilita los procesos de intercambio. Las células endoteliales de los vasos linfáticos iniciales presentan filamentos de anclaje que insertan el vaso en el espacio tisular y contribuyen a abrir las uniones para la entrada de líquidos (Leak, 1970); el movimiento suave de la piel implica a estos filamentos linfáticos. Estas son las características del trabajo de drenaje linfático (Foeldi, 2003; Harris, 2009; Wittlinger, 2004) y de las aplicaciones linfáticas del kinesiotape (Kase, 2007). Las integrinas situadas a lo largo de la pared celular actúan como mecanorreceptores que también transmiten fuerzas a las células, que se convierten en productos bioquímicos intracelulares y en expresión genética (Ingber, 2003).
Una interrupción del sistema linfático superficial puede exigir una técnica de aplicación más sofisticada del kinesio-taping. Se considera que la aplicación de un kinesiotape en la piel ejerce un efecto directo en la fascia subyacente y adyacente, lo que, a menudo, se aprecia en las circunvoluciones o pliegues que forma el vendaje (Kase, 2007). El vendaje genera cambios de tensión en la piel situada