profundas sincronicen la actividad de las unidades motoras alineadas en paralelo que activan el mismo movimiento (Stecco y Stecco, 2009). La fascia puede desempeñar una función importante en la coordinación de la propiocepción (Findley y Schleip, 2007; Schleip, 2003) y la transmisión de fuerzas (Van der Wal, 2009; Huijing, 1999, 2001, 2007; Bojsen-Moller y cols., 2010; Maas y Sander-cock, 2010). En consecuencia, puede tener una influencia en la coordinación de los movimientos y las posturas complejas.
Cuando desciende la propiocepción, aumenta la sensación del esfuerzo necesario para una activación eficiente de las unidades motoras lentas (Grimby y Hannerz, 1976); durante la actividad de carga baja, el individuo siente que debe trabajar más duro para conseguir el reclutamiento tónico de las unidades motoras. La información propioceptiva de los terminales del huso muscular primario es esencial para fomentar el reclutamiento de las unidades motoras tónicas o lentas (Eccles y cols., 1957; Grimby y Hannerz, 1976). La percepción del esfuerzo se ha definido como la valoración del esfuerzo necesario para generar una fuerza (Enoka y Stuart, 1992), y esto se procesa en los centros superiores del sistema nervioso central (SNC) y está relacionado con el reto mental necesario para realizar una tarea en la periferia. La restauración o facilitación de una propiocepción normal con el kinesiotape puede proporcionar una mayor eficiencia de la función motora individual y una mejora del esfuerzo (es decir, un menor esfuerzo) para la misma tarea. Un campo interesante para ulteriores investigaciones es la posibilidad de que se produzcan cambios en el SNC.
Los receptores de las fascias intervienen en la coordinación motora (Stecco y cols., 2007; Stecco y cols., 2008; Schleip, 2003). Los receptores como los husos musculares y los órganos tendinosos de Golgi son terminaciones nerviosas en la miofascia que regulan la contracción muscular. Los husos musculares están incrustados en el endomisio en paralelo con las fibras musculares. El endomisio tiene continuidad con el esqueleto de tejido conectivo, y esta conexión asegura la transmisión de la contracción del huso a toda la fascia. Estos husos pueden activarse a través del circuito de las fibras gamma o pasivamente a través del estiramiento del músculo. Ambos mecanismos solo pueden activarse correctamente si la fascia mantiene su elasticidad fisiológica. Los órganos tendinosos de Golgi poseen una red de fibras que rodean sus axones. El enrollado o desenrollado de estas fibras permite la activación de los impulsos nerviosos inhibidores (Stecco y Stecco, 2009).
Por ello, para la percepción motora son necesarias las fibras extensibles, y el objetivo del kinesiotaping para la restauración de la longitud y la fuerza es recuperar la fisiología normal de la fascia y el músculo. Además, en todas las ocasiones en que se estiran más allá de sus límites fisiológicos normales, los receptores de la fascia profunda son capaces de actuar como nociceptores (Stecco y cols., 2007; Stecco y cols., 2008); la restauración de la fisiología muscular puede tener un impacto positivo en la experiencia del dolor del paciente. El papel principal del kinesiotape es recuperar el nivel de homeostasis en los tejidos subyacentes (piel, fascia y vasos linfáticos), así como en la actividad neuromuscular. Se espera que la normalización de estos sistemas dé lugar durante la actividad a un descenso del esfuerzo percibido y de los síntomas, con lo que el sistema biológico tiene la oportunidad de cambiar positivamente.
A continuación presentaremos una introducción básica a los tres sistemas importantes y sus relaciones. Sin embargo, recomendamos que los profesionales consulten textos adicionales para obtener conocimientos más completos sobre estos sistemas.
1. Sistema esquelético-miofascial (EMF)
El método del kinesiotaping acepta el concepto de que el movimiento erróneo puede inducir una patología (Sahrmann, 2002; Lee, 2011; Janda, 1986; Myers, 2009; Stecco y cols., 2009) y no ser simplemente el resultado de ello. Los síndromes de dolor musculoesquelético no necesariamente se deben a acontecimientos aislados; los movimientos y las posturas habituales pueden desempeñar un papel importante en el desarrollo de disfunciones del movimiento y la experiencia de los síntomas. En la bibliografía se emplean muchos términos para describir aspectos de los errores en los movimientos. Se habla de estrategias de sustitución (Richardson y cols., 2004; Jull y cols., 2008), desequilibrio muscular (Comerford y Mottram, 2001a; Sahrmann, 2002), trastornos del movimiento (Sahrmann, 2002), trastornos del control (O’Sullivan y cols., 2005; Dankaerts y cols., 2009) y movimientos de mala adaptación (O’Sullivan y cols., 2005). Este libro se centra en aportar un recurso para el examen cuando la fuente de estos errores de movimiento es de naturaleza muscular y, caso de confirmarse, ofrece instrucciones para el tratamiento de estos problemas con el kinesiotape.
Las manifestaciones físicas de una persona se ven directamente influenciadas por la coordinación de los músculos, el estrés físico y las posturas que adopta el cuerpo. El equilibrio de los músculos alrededor de las articulaciones es una de las fuerzas fundamentales que impactan en la manifestación física y biomecánica de una persona. Durante muchos años, la identificación de estos movimientos erróneos ha sido el fundamento de la rehabilitación; sin embargo, puede resultar complicado definir el movimiento normal o ideal. Lo habitual es realizar una determinada tarea de diferentes formas y con una serie de estrategias de reclutamiento (Hodges y Moseley, 2003; Moseley y Hodges, 2005, 2006). La realización de estas tareas requiere la coordinación de muchos elementos del procesamiento de control neuromuscular del SNC, la respuesta sensorial y la coordinación motora. Asimismo, tienen influencia el tejido articular, el tejido conectivo, los sistemas fisiológicos y psicológicos, solo para nombrar algunos. Por lo tanto, pese a que los profesionales reconozcan que el dolor es una experiencia multidimensional (Melzack, 1999; Melzack y Wall, 1996), esto mismo puede decirse de la disfunción.
Se ha visto que la corrección o la rehabilitación de la disfunción pueden reducir la incidencia de la recurrencia del dolor (Hides y cols., 1996, 2001; Jull y cols., 2002; O’Sullivan y cols., 1997). Por ello, en lugar de aplicar estrategias que solo alivian los síntomas, en este libro recomendamos la corrección de la disfunción resolviendo el desequilibrio miofascial.
En general, cuando un paciente solicita ayuda por un problema «físico», sea por un tema de postura, función, mecánica o incluso para el control del «peso corporal», tiene la expectativa de que el trabajo realizado por el profesional clínico tendrá por objetivo resolver o modificar los elementos esquelético-miofasciales (EMF). Para satisfacer las expectativas del paciente, en algún momento es necesario realizar evaluaciones, intervenciones y tratamientos en relación con el sistema EMF para validar las intervenciones y decidir si ha valido la pena.
La importancia de las aplicaciones de longitud y fuerza se aprecia al tener en cuenta que el sistema miofascial es el que crea la tensión en el sistema esquelético y que el equilibrio de la tensión miofascial alrededor de una articulación gobierna su función de trabajo (Van der Wal, 2009). Asimismo, se sabe que un músculo puede estar diseñado para adoptar más de una función. Hodges y Moseley (2003) indican que un músculo puede tener tres funciones: control del movimiento intersegmentario, control de la postura y la alineación, y control y producción de los movimientos. Es posible que cuando se vea alterada la relación de longitud-tensión de un músculo, todas estas funciones se vean afectadas.
A través de la actividad muscular coordinada, se crea una palanca en los huesos y se genera movimiento. La descoordinación entre la miofascia alrededor de las articulaciones puede dar lugar directamente al compromiso de las posiciones articulares o aumentar aún más la carga sobre el tejido. Cuando se produce una tensión fascial, se genera un patrón específico de activación propioceptiva que se asocia directamente a la relación de la fascia profunda con un músculo (Benjamin, 2009). Una falta de movimiento también puede generar una estasis en el sistema linfático que exige que las bombas musculares estimulen el movimiento en los vasos linfáticos profundos (Kase, 2006). No es complicado entender que muchos síntomas relacionados con las articulaciones cuya naturaleza no es traumática tienen causas miofasciales (Stecco, 2009). Por lo tanto, es importante reconocer que todas las patologías crónicas tienen un elemento de compromiso miofascial que ha de ser resuelto para conseguir un control o alivio a largo plazo.
2. Sistema nervioso y psicológico
Pese a que para los profesionales la función es lo que más importa, el dolor suele ser la preocupación principal de los pacientes que solicitan su ayuda. De hecho, la teoría de la neuromatriz del dolor