corporal: Aumenta la tasa de convección (disipación del calor del cuerpo).
Lieberman y Bramble llegaron a esta conclusión: «Es razonable plantear la hipótesis de que el género Homo evolucionó para recorrer largas distancias caminando y corriendo».
Quizá sea verdad, pero un estudio de 2008 a cargo de Karen L. Steudel-Numbers, una zoóloga de la Universidad de Wisconsin (Madison), y Cara M. Wall-Scheffler, bióloga de la Universidad del Pacífico en Seattle, trató de calcular la velocidad de locomoción de nuestros antepasados corredores de fondo y llegaron a la conclusión de que, lo más probable, el género Homo estaba constreñido a tener que andar largos períodos, combinados con momentos corriendo a ritmo lento. Lo cual plantea la pregunta: ¿cómo una especie de caminantes-trotadores se convirtió en la quinta especie más rápida del planeta en la distancia del maratón?
INNOVACIÓN EN EL RUNNING
Si quieres saber lo rápido que han mejorado las marcas en la carrera en la historia reciente, centrémonos en la milla. En 1855, el británico Charles Westhall registró el primer récord mundial de la milla en 4:28. Noventa y nueve años más tarde, el británico Roger Bannister corrió la milla en 3:59,4, y por primera vez bajó de la barrera de los cuatro minutos. Treinta y cinco años después, el marroquí Hicham El Guerrouj estableció el récord mundial actual de 3:43,12, y la milla no es la única distancia en la que se han pulverizado los récords. Desde 1900, el récord mundial masculino de los 5000 metros ha bajado de 15:29,8 a 12:37,35. El récord mundial de maratón bajó de 2:55:18 en 1908 al actual de 2:03:23. Los récords femeninos han bajado de forma incluso más espectacular, aunque las restricciones a la participación femenina hasta finales del siglo xx sesgan la validez de estas comparaciones.
¿Cómo nos hemos vuelto tan rápidos?
No es que los corredores antes de 1900 no usaran el volumen de entrenamiento o no corrieran esprines o no corrieran descalzos. O siguieran toda suerte de dietas. No es que las marcas no se considerasen importantes. En el antiguo Egipto, en la fiesta del Heb Sed, el faraón corría alrededor de unos límites rituales para demostrar su condición física para seguir gobernando. En la antigua Grecia, el ganador del estadio olímpico (la única carrera de los juegos originales, que medía unos 200 metros) daba su nombre al calendario de los siguientes cuatro años (la Olimpiada) antes de los siguientes juegos. Y en la Inglaterra del siglo xvii, los nobles apostaban grandes sumas en carreras entre espoliques, los criados que seguían a pie a los carruajes. Los resultados de las carreras a pie han sido importantes desde la época de los faraones, ¡si bien los buenos corredores de instituto de hoy en día superan habitualmente los récords mundiales de hace cien años!
Si se quiere una explicación, no hay que buscar más lejos del siglo xx, cuando se abrazó la fisiología del ejercicio y sus métodos. Durante el curso de un solo siglo, una serie de innovaciones en el entrenamiento transformó nuestra especie, que pasó de ser uno más de los mamíferos que se arrastran por la tierra a convertirse en una máquina de resistencia bípeda.
Archibald Vivian Hill, ácido láctico y
Archibald V. Hill fue un fisiólogo que se dedicaba a correr y cuyos experimentos a comienzos del siglo xx anunciaron la era del entrenamiento aeróbico y anaeróbico. Los experimentos de Hill vincularon la presencia de ácido láctico con la producción anaeróbica de energía, demostraron la importancia del
Paavo Nurmi, competir a un ritmo constante y entrenamiento escalonado
Paavo Nurmi, el «finlandés volador», irrumpió en la escena internacional del running en 1920. Acabó batiendo veintidós récords mundiales (desde los 1500 metros hasta los veinte kilómetros), se llevó nueve medallas olímpicas y ganó 121 carreras seguidas. Nurmi intuyó los beneficios de correr a un ritmo regular, por lo que durante los entrenamientos y las competiciones llevaba consigo un cronómetro para mantener el ritmo. También practicó un «entrenamiento escalonado», en el que corría diversas distancias (también esprines) que alternaba con períodos de descanso.
Gösta Holmér y el fartlek
En la década de 1930, Gösta Holmér tomó incrementos del ritmo y esprines desestructurados y los mezcló con períodos de ritmo continuo menos intenso en un entrenamiento llamado fartlek (o ‘juego de velocidad’). El fartlek recalcaba los elementos aeróbico y anaeróbico del entrenamiento. Siendo entrenador del equipo sueco de cross, Holmér creó este nuevo método de entrenamiento después de sufrir derrotas muy desiguales contra la selección nacional finesa de Nurmi en la década de 1920.
Woldemar Gerschler, Hans Reindell y el entrenamiento interválico
A finales de la década de 1930, el entrenador alemán Woldemar Gerschler, influido por el cardiólogo Hans Reindell, introdujo un entrenamiento que alternaba múltiples repeticiones de distancias cortas (concebidas para elevar la frecuencia cardíaca a 180 latidos por minuto) con «intervalos» de descanso. Durante el intervalo de descanso, la presión interna del corazón aumentaba momentáneamente por acción del retorno venoso y dilataba los ventrículos del corazón. Un experimento de tres semanas con tres mil sujetos obtuvo una media de incremento del 20 por ciento en el volumen cardíaco, así como un incremento asociado del gasto cardíaco (cantidad de sangre bombeada por el corazón). El entrenamiento interválico consiguió de inmediato pulverizar los registros y batir récords mundiales en los 400 y los 800 metros. En las décadas por llegar, Emil Zátopek (con sesiones de hasta 60 repeticiones de los 400 metros) y Mihaly Igloi (quien introdujo las series múltiples de repeticiones intensas con intervalos cortos de descanso) emplearon variaciones del entrenamiento por intervalos para batir récords mundiales y conseguir plusmarquistas mundiales.
Arthur Lydiard y la periodización del entrenamiento
Arthur Lydiard realizó un famoso «experimento de uno», usándose a sí mismo como cobaya, que se tradujo en la creación de un nuevo sistema de entrenamiento que recalcaba la «base de entrenamiento» aeróbico y la periodización. La periodización dividió el entrenamiento en fases: una fase de acondicionamiento básico en que todos los atletas corrían 160 kilómetros semanales; una fase de fuerza (correr subiendo cuestas); una fase anaeróbica de cuatro semanas, y una fase de competición. Los atletas neozelandeses entrenados por Lydiard dominaron el circuito internacional en las décadas de 1960 y 1970.
Bill Bowerman y el principio de los días duros y días fáciles
Según se le cita en el libro de Kenny Moore Bowerman and the Men of Oregon, Bill Bowerman afirmaba: «Tomemos un organismo primitivo, cualquier organismo débil e insignificante, digamos un universitario de primer año. Hagámosle levantar pesas, saltar o correr. Dejémosle descansar. ¿Y qué sucede? Un pequeño milagro. El organismo mejora. Esfuerzo. Recuperación. Mejoría. Cualquier tonto puede hacerlo». Todos excepto los corredores. Con su método de días duros y días fáciles para el entrenamiento, Bowerman entrenó a treinta y un atletas olímpicos y a veinticuatro campeones de la NCAA, ganó cuatro veces los campeonatos de atletismo de la NCAA, e introdujo la moda del footing en Estados Unidos. También se dedicó a fabricar zapatillas (usando la plancha ondulada de su mujer para fabricar las suelas) que comercializó con Phil Knight, y fue cofundador de la marca Nike.
Jack Daniels y los intervalos intensivos largos
Jack Daniels no inventó los intervalos intensivos largos, pero escribió un libro sobre el tema, o al menos el libro que los popularizó. Daniel’s Running Formula (1998) recomienda un «ritmo de umbral de lactato» para elevar dicho umbral (el nivel de intensidad en que la producción anaeróbica de energía comienza a influir negativamente en el rendimiento). Sugería correr intervalos intensivos largos e intervalos a velocidad de crucero (él introdujo este último método, aunque tomó prestado el nombre de un método de natación