Segura no solo que salva milagrosamente algunos de los mejores golpes de Gonzales, sino que los convierte en puntos a su favor. El espíritu ganador de Gonzales jamás ha sido cuestionado, pues ha convertido muchas aparentes derrotas en victorias. Pero en esta ocasión, cuando el tercer set se va de sus manos, no hay nada que pueda hacer para salvarlo. Segura es invencible y gana el último set 6-2. El partido termina en menos de una hora.
Los periodistas que cubren el partido están asombrados por la victoria del más pequeño de los Panchos. El legendario escritor de tenis, Allison Danzig del New York Times, dice que: «Segura le quitó el filo al potente juego de saque y red de Gonzales con la violenta y recurrente precisión de sus calculados contraataques. En el último set, en césped mojado, el espigado californiano finalmente cedió ante la presión». Jesse Abramson del New York Herald Tribune, no estaba menos impresionado al describir al «resuelto y habilidoso» Segura como alguien que «arrasó» a Gonzales: «[Él] sobrepasó a su rival más espigado desde la línea final y con frecuencia superó al mercurial Gonzales en la red… su velocidad, cobertura de cancha e infranqueable defensa fueron demasiado para Gonzales».
Los conocedores de tenis sabían que la victoria de Segura, esa tarde en Forest Hills, no era motivo de sorpresa. Entendían cómo pensaba un partido, cómo su velocidad y anticipación jugaban a su favor sobre este tipo de superficie, cómo su abordaje físico y psicológico del tenis lo convertía en uno de los jugadores más originales en la historia del juego. Sabían lo bien que se había preparado, estudiando los movimientos de raqueta de su rival y ensayando de forma incansable los golpes que lograrían doblegar a su oponente más alto y fuerte que él. Pero muchos ese día, al ver que el pequeño, delgado y estevado ecuatoriano estallaba contra el atlético y gigantesco californiano, sentían que veían un extraño cometa centellear a través de un cielo oscurecido por la lluvia. El marcador final era inimaginable. No valía siquiera una apuesta mínima. Se suponía que, esa tarde, Segura no debía ganar. Y pese a ello, destruyó a Gonzales en apenas tres cortos sets. ¿Cómo explicarlo?
1. Gonzales, que se llamó originalmente Ricardo Alonso González, tomaba el sobrenombre como un insulto xenófobo; en el caso de Segura el apelativo coincide con el hipocorístico de su primer nombre, Francisco.
2. Jack Kramer: tenista de Estados Unidos que brilló como amateur en los años cuarenta y como jugador profesional en los años cincuenta. Fue una de las personas más activas en el desarrollo del profesionalismo en el tenis, formando su propio circuito profesional. Fue el primer jugador de jerarquía en emplear constantemente el juego de saque y red. Se lo considera el fundador de la ATP.
3. Bill Tilden: estrella del tenis estadounidense de los años 1920 y 1930, considerado como número 1 del mundo durante siete años y entre los más grandes tenistas que ha dado la historia. Su gran categoría, su supremacía y su fama lo hicieron uno de los hombres más influyentes en la historia del «deporte blanco», cambiando la imagen de este en todo el mundo.
4. Guerrero Inca: nombre que le daban los periodistas a Pancho Segura. Los incas constituyeron el imperio más grande y poderoso de Sudamérica en la época precolombina. Ellos ocuparon el territorio del Ecuador por un período no mayor de 60 años.
Capítulo 1
Un milagro en Ecuador
Nadie nota al niño pequeño en una esquina del Guayaquil Tenis Club mientras golpea una pelota contra la pared con una raqueta deteriorada. El niño tiene un aspecto peligrosamente delgado, con piernas torcidas que parecen bananos y brazos finos que terminan en muñecas delgadas, tanto así que debe sostener la raqueta con las dos manos para que la pelota rebote contra la pared. Para los pocos miembros del club que se fijan en él al salir, con seguridad camino a casa en busca de una ducha y de un trago, este niño es simplemente uno más de los muchos niños pobres del barrio que juega mientras espera que alguien lo lleve a casa.
Quien piensa de esta manera se equivoca. La expresión que lleva el niño es de gran concentración y ferocidad. No solo pasa el tiempo. Golpea la pelota de la única manera que sabe: una y otra vez con una pasión poco común para su corta edad. Lo que se refleja en su rostro entusiasta y determinado es aquello que el mundo entero conocerá un día.
El día oscurece y el niño ya no puede ver la pelota. Un hombre grande y fuerte, que limpia las canchas, junta toallas y pelotas, desmonta la red y asegura puertas, se aproxima. «Panchito, ya es hora. Vamos a casa».
A regañadientes, el pequeño detiene su práctica, levanta la pelota con que juega, se la da a su padre, y toma su mano. Es hora de que Domingo y Pancho Segura regresen a casa.
Francisco Pancho Segura Cano tiene más o menos siete años cuando levanta por primera vez una raqueta de tenis. Para entonces ya ha contraído y sobrevivido una serie de enfermedades que hubiesen detenido a una persona menos decidida. Nace el 20 de junio de 1921 en un bus que viaja de Quevedo a Guayaquil: «Los caminos estaban en mal estado en ese tiempo», recuerda la madre de Pancho, Francisca Cano de Segura. «No habíamos avanzado mucho cuando le pedí a mi esposo que le dijera al chofer que regresara el bus a Quevedo porque iba a dar a luz prematuramente». Así fue como Morenito, como le decía su madre, llega al mundo.
Su nacimiento no fue romántico. Fue el primogénito de Domingo Segura Paredes y Francisca Cano. Su padre de ancestro español, su madre de ancestro indígena, nacida en Quevedo; él era un cholo (5). Nació en junio, un mes de ensueño en ciertas partes del mundo, con cielos azules y jardines floridos. En Guayaquil es un mes infernal y solo un poco menos húmedo que los meses lluviosos que van de diciembre a abril. Desde el primer momento que abrió sus ojos, Pancho se tuvo que adaptar al aire pesado, pegajoso e infestado de mosquitos de su ciudad natal, al igual que todos los habitantes de Guayaquil.
A principios del siglo XX Guayaquil era una ciudad comercial humilde de aproximadamente 250 000 personas, ubicada en una región calurosa de la Costa del Ecuador. En esos días lucía tercermundista: pequeñas casas de madera con techos de zinc, calles polvorientas por donde circulaban carros tirados por caballos, muy pocos automóviles y vegetación exuberante. Luego de una serie devastadora de incendios, las nuevas viviendas empezaron a construirse con cemento.
Su fuente primaria de trabajo yacía en el puerto. Era la entrada portuaria más grande del Ecuador; a través del estuario El Salado se exportaba e importaba cargamento en este pequeño país sudamericano. El delta del río Guayas es el más grande en el Pacífico sur; su puerto marítimo aún se encarga de recibir tres cuartas partes de las importaciones al país y casi la mitad de sus exportaciones. A principios del siglo pasado algunos de sus habitantes se ganaban la vida con negocios relacionados con la importación-exportación de bienes como café y banano. Esos hombres de negocios vivían en casas grandes cercadas por murallas altas, rodeadas de árboles florales al norte de la ciudad; pertenecían al Club de la Unión, que ofrecía una hermosa vista hacia el litoral. Hombres como estos fundaron el primer Guayaquil Tenis Club en 1910.
El cementerio de Guayaquil era —y sigue siendo— uno de los sitios más cautivantes de la ciudad. Establecido en una colina, es el lugar donde miles de guayaquileños han sido enterrados por más de un siglo. Al pie de la colina se pueden encontrar impresionantes mausoleos, bellas estatuas y esculturas que reflejan la importancia de los difuntos. Subiendo por la colina a través de un revoltijo cada vez más abarrotado, el cementerio se vuelve una democrática ciudad de nichos blancos, lápidas desmoronadas, cruces pintadas de blanco con inscripciones en negro. Aquí yacen los padres de Pancho Segura.
En la década de los veinte en Guayaquil la expectativa de vida era corta. Pancho fue el primero de siete hijos (lo siguieron dos varones y cuatro mujeres) que tuvieron Domingo y Francisca. Estaba también la hija del primer matrimonio de Domingo. Nada fue fácil para la familia. Pero el hijo mayor, Francisco, parecía atraer las peores desgracias. Su juventud estuvo plagada de enfermedades. La primera apareció en forma de una doble hernia, muy común en bebés varones. La hernia pediátrica, relacionada