Este nivel reducido de salud sirve de base para enfermedades recidivantes, manifestaciones indeterminadas de fatiga, dolores migratorios, la acumulación de productos de desecho tóxicos debido a la reducción de la movilidad de líquidos y los intercambios gaseosos, depresión y malestar general.
Este escenario aporta la base para suponer que con todas las disfunciones del sistema craneosacro hay que prestar especial atención diagnóstica y terapéutica a las restricciones transversales que se producen naturalmente en el cuerpo humano.
La técnica para liberar una tensión anormal del diafragma es muy sencilla (ILUSTRACIÓN 5.2). El paciente se tumba en decúbito supino sobre la mesa de tratamiento. El terapeuta se sienta cómodamente junto al paciente. Coloca una de las manos debajo de la región toracolumbar de modo que las apófisis espinosas de la XII vértebra dorsal y de las tres vértebras lumbares superiores queden en la palma de la mano. La otra mano, en sentido anterior, debe cubrir el epigastrio, la apófisis xifoides y los bordes costales anteroinferiores.
Mientras una mano está debajo del paciente como base firme inmóvil, se aplica presión de anterior a posterior con la mano situada en sentido anterior. Se empieza con una presión muy suave, que luego aumenta lentamente hasta sentir un movimiento en el paciente. Cuando se perciba este movimiento, se seguirá en cualquier dirección que se produzca. Se mantiene la compresión anteroposterior con fuerza suficiente para que este movimiento inherente se produzca y continúe.
Ilustración 5.2.
Posición de las manos para la liberación del diafragma.
El movimiento inherente que percibes tal vez sea predominante en las regiones posterior o anterior del cuerpo del paciente, o sea, uniforme por todo el cuerpo. Puede palparse como un deslizamiento lateral, una torsión, una rotación o una combinación de éstos. Puede producirse cualquier otra posibilidad que represente la liberación de los tejidos hipertónicos.
Al plantearse la orientación direccional de las fibras musculares del diafragma, resulta evidente cuántas restricciones y distorsiones distintas del movimiento del tejido pueden darse. No sólo todos los ángulos transversos representados por estas fibras son grandes, sino también la variación de ángulo de longitudinal a transverso. Esta circunstancia proporciona un potencial tridimensional para la restricción de la movilidad normal. Adicionalmente, estos ángulos cambian a medida que el esfuerzo respiratorio y otras variables cambian a nivel del diafragma entre las cavidades torácica y abdominal.
A medida que los tejidos entre las manos comienzan a relajarse, se conseguirá un nuevo equilibrio en el cuerpo del paciente. Este nuevo estado se anuncia por un reblandecimiento perceptible de los tejidos. Una vez que se produce ese reblandecimiento, se libera gradualmente la compresión anteroposterior y el diafragma se considera liberado y en equilibrio.
Si se tiene alguna duda, se retira la mano, se espera 1 ó 2 minutos y se repite el procedimiento. Si el diafragma está libre de la hipertonía anormal, se percibirá una expansión simétrica al volver a aplicar la compresión anteroposterior en el cuerpo del paciente. Si el diafragma pudiera beneficiarse de un tratamiento posterior, se notará un movimiento inherente asimétrico al aplicar la presión apropiada. El procedimiento puede repetirse con tanta frecuencia como sea necesario para obtener un equilibrio simétrico.
LOS DIAFRAGMAS DE LA PELVIS
Funcionalmente, para lo que nos interesa, los diafragmas pélvico y urogenital (ILUSTRACIÓN 5.3) pueden tratarse juntos mejor que separados. El diafragma pélvico se compone de los músculos elevador del ano y coxígeo, y sus fascias. El diafragma urogenital se compone de la fascia de varios músculos que atraviesan la pelvis ósea.
Ilustración 5.3.
Diafragmas pélvicos.
El diafragma pélvico se extiende y cruza la pelvis como una hamaca y proporciona soporte a las vísceras de la pelvis. Lo atraviesan el conducto anal, la uretra y la vagina.
El músculo elevador del ano nace en la superficie interna de la rama superior del pubis bilateralmente. No suele surgir de la sínfisis. Parte posteriormente de las superficies internas de las espinas ciáticas. Entre estas dos regiones de origen, tiene su punto inicial el arco tendinoso del músculo elevador del ano, el cual es una cintilla gruesa de la fascia obturatriz inserta en el pubis y en la espina ciática. Las fibras musculares discurren medial y posteriormente, y se insertan en los dos segmentos coxígeos, el rafe anocoxígeo, el músculo esfínter externo del ano y el centro tendinoso del periné. Está inervado por ramas del plexo pudendo derivados de los segmentos sacros III, IV y V.
El músculo elevador del ano actúa de soporte y eleva el suelo de la pelvis. Opone resistencia al aumento de la presión intraabdominal. Desplaza el ano hacia arriba y lo comprime. Es en gran parte responsable del tono vaginal.
El coxígeo se compone de fibras musculares y tendinosas. Nace de la espina ciática y del ligamento sacrotuberoso, y se inserta en la unión sacrocoxígea. Está inervado por ramas del plexo pudendo derivados de los segmentos sacros IV y V. El músculo coxígeo actúa tirando del coxis y el vértice del sacro en sentido anterior, induciendo un elemento de flexión en el sistema craneosacro (ILUSTRACIÓN 5.4).
Ilustración 5.4.
Hipertonía coxígea que induce la flexión del sistema craneosacro.
El diafragma urogenital se compone de dos hojas de fascia, una profunda y otra superficial. La hoja profunda cubre la distancia entre las ramas isquiopúbicas. Permite el paso de la uretra y la vagina, y se mezcla con sus paredes a su paso.
Dadas las íntimas interconexiones entre estas estructuras en sus puntos de anclaje e inserciones musculares comunes, cualquier fragmentación del tratamiento o análisis sería ilusorio.
Dada la poderosa influencia de los diafragmas de la pelvis, no sólo sobre la movilidad sacrocoxígea sino también sobre la movilidad de la fascia longitudinal y la liberación de líquido por estas estructuras transversas, es imperativo que la hipertonía y los desequilibrios de tensión se traten con éxito antes de esperar ver un sistema craneosacro y la movilidad fascial libres.
La técnica para liberar los diafragmas pélvicos es muy parecida a la empleada para liberar el tono anormal del diafragma respiratorio. La posición de las manos del terapeuta es, por supuesto, distinta (ILUSTRACIÓN 5.5).
Se pone una de las manos debajo del paciente en decúbito supino en el cuerpo del sacro de modo que la cresta sacra discurra sobre la palma. La mano actúa de base que ofrece resistencia firme cuando comienza la compresión anteroposterior.
Se coloca la otra mano sobre el paciente de modo que la eminencia hipotenar cubra el pubis y el resto de la mano cubra la región suprapúbica.
Se empieza a aplicar una fuerza de compresión con la mano colocada anteriormente contra el pubis y el área suprapúbica del paciente. La mano situada debajo del paciente ofrece una resistencia firme. A medida que aumenta gradualmente la fuerza compresiva, llega a un nivel eficaz en el cual el diafragma pélvico normalmente simétrico permitirá una expansión lateralmente simétrica de los tejidos. Si el tono de los tejidos pélvicos es normal, el movimiento inherente entre las manos se empezará a mostrar como un deslizamiento lateral, torsión o rotación. Hay que seguir estos movimientos sin oponer resistencia, si bien el terapeuta debe mantener la fuerza compresiva mínima requerida para seguir la actividad autocorrectora de la pelvis del paciente. Cuando se perciba la sensación de reblandecimiento de