Es por eso que hacemos esta petición al principio: considera lo que sientes como real. No trates de comprenderlo de un modo racional. Date la oportunidad de aprender. El riesgo de jugar a «confío en mis manos» es mínimo para el perdedor. La ganancia potencial para los que tengan éxito es grande, mucho mayor de lo que puedas imaginar ahora. Recuerda que el potencial de la humanidad está limitado sólo por su propio concepto de los límites. Relájate y deja que suceda.
Solemos empezar enseñando a las personas a palpar el ritmo craneosacro partiendo de los movimientos más evidentes del cuerpo humano. Uno de estos movimientos con el que deberías estar ya familiarizado es el pulso cardiovascular. Tómate tiempo. Ponte cómodo. Si no estás cómodo, el estímulo aferente de tus propios músculos tensos y la incomodidad crearán un nivel de ruido que causará interferencias con la percepción.
Con el paciente tumbado cómodamente en decúbito supino, se toma el pulso radial. Repara en el pico evidente de la pulsación. Sintoniza también con el ascenso y descenso del gradiente de presión. ¿Cuánto dura la diástole? ¿Cuál es la calidad de la subida de la presión diferencial después de la diástole? ¿Es brusco, gradual, suave? ¿Qué anchura tiene el pico de la presión? ¿Desciende la presión de modo rápido, gradual, suave o pronunciado? Memoriza la percepción del pulso del paciente para reproducirlo en la mente después de interrumpir el contacto físico real con su cuerpo. Igual que se puede cantar una canción después de haberla oído varias veces, también deberías poder reproducir mentalmente la percepción palpatoria del pulso una vez interrumpido el contacto.
Ahora se toma el pulso carotídeo del paciente. Memoriza sus características igual que hiciste con el pulso radial. Compara en la memoria la morfología de la onda del pulso radial con la morfología de la onda del pulso carotídeo.
Ahora se toma al mismo tiempo el pulso radial y el carotídeo, y se comparan. ¿Es el ascenso de las pendientes parecido? ¿Son los picos iguales? Estás aprendiendo a comparar las características de un pulso con las del otro. Si aprecias sutiles diferencias, no te preocupes de por qué sí o por qué no existen esas diferencias. Por ahora basta con saber que existen.
Intenta recordar las características de los pulsos del paciente y compáralas con los pulsos de otra persona. A veces ayuda trazar una representación gráfica de la morfología de la onda del pulso a fin de empezar a establecer conexiones entre la palpación y la visualización de lo que has sentido (ILUSTRACIÓN 3.1). Al principio, tal vez te sientas más cómodo visualizando que tomando el pulso, porque así te han enseñado y preparado. La percepción palpatoria tal vez parezca demasiado intangible como para fiarse de ella.
Después de haberte concentrado en los pulsos del cuerpo en las áreas radial y carotídea, posa las manos sobre el tórax del sujeto y palpa la actividad cardiovascular (ILUSTRACIÓN 3.2).
Una vez te hayas centrado en la actividad cardiovascular y hayas memorizado sus características, desvía la atención a los movimientos respiratorios del tórax. Memoriza estos movimientos. Ahora céntrate en la actividad cardiovascular, de nuevo en la actividad respiratoria y otra vez en la cardiovascular, repitiendo la operación varias veces hasta que puedas apreciar mediante el pulso sólo lo que tú desees, manteniendo los otros movimientos a nivel inconsciente como «ruido de fondo». Recuerda, debes adquirir la capacidad para centrarte en cualquier parte del movimiento de fondo según lo desees. A continuación, toca con suavidad la cabeza del paciente (ILUSTRACIÓN 3.3). Usamos la palabra «tocar» porque el grado de presión entre tus manos y la cabeza depende en gran medida del peso de la cabeza sobre las manos. Tanto si el peso de la cabeza es o no un factor, el tacto debe ser muy suave: del orden de 5 gramos o menos. Coloca las manos simétricamente con el peso del occipital sobre las regiones hipotenar y palmar de la mano, así como sobre los dedos anular y meñique. Debes estar cómodo (ILUSTRACIÓN 3.4).
Ilustración 3.1.
Representación diagramática de la onda del pulso. Morfología: cardíaca, respiratoria o craneosacra.
Ilustración 3.2.
Palpación del tórax.
Ilustración 3.3.
Palpación de la cabeza.
Cierra los ojos. Al tiempo que aguantas con las manos el peso de la cabeza, intenta sentir la actividad cardiovascular. Repara en los distintos pulsos arteriales así como en la pulsación generalizada de toda la cabeza al ritmo de la acción de bombeo del corazón de esa persona.
Una vez familiarizado con la actividad cardiovascular de la cabeza del paciente, centra la atención en el movimiento de la cabeza respecto a la actividad respiratoria. Apreciarás una flexión y extensión sutiles del cuello que se corresponden con la actividad rítmica de la respiración del sujeto.
Mantén los ojos cerrados. Una vez familiarizado con los movimientos de la cabeza correspondientes a las actividades cardiovascular y respiratoria del sujeto, descártalas de la percepción consciente. Sé consciente de otros movimientos desconocidos para ti. Deja que las manos se muevan con la cabeza del sujeto como si manos y cabeza estuvieran soldadas. Se usa toda la mano para palpar y no sólo los dedos. Repara en lo que hacen las manos siendo consciente de los mensajes de los propioceptores de los brazos. A medida que continúe esta fusión de las manos con la cabeza del sujeto y con los ojos cerrados, empezará a parecer que las manos se vuelven más grandes y los movimientos más largos. Abre los ojos y verás que apenas se mueven las manos, según la percepción visual. Cuando esto suceda, estarás empezando a potenciar los sentidos palpatorio y propioceptivo.
Ilustración 3.4.
Posición de las manos durante la palpación del ritmo craneosacro en el occipital.
A medida que la exploración siga adentrándose en el dominio de la información palpatoria, serás consciente de que la cabeza del sujeto empieza a ensancharse y estrecharse lenta y rítmicamente, unos 6 a 12 ciclos por minuto. A medida que se ensanche el occipital, su base parece moverse anteriormente, arqueándose sobre un eje transverso de movimiento unos 5 cm anterior al inión, la protuberancia occipital posterior. Este movimiento de ensanche, al arquearse en sentido anterior, constituye la fase de flexión del ritmo craneosacro. Una vez que el occipital concluye la fase de flexión del movimiento y vuelve a una posición neutra y relajada por un instante, comienza a iniciarse la fase de extensión del ciclo de movimiento del sistema craneosacro. Se percibe como un estrechamiento de la dimensión transversa del occipital, con un movimiento arqueado inverso al percibido durante la flexión.
Con las manos en la misma posición, se pueden palpar las regiones temporal y mastoidea y parte de las regiones posteriores de los parietales. Durante la fase de extensión del ritmo craneosacro, la dimensión transversal de estos huesos se estrecha un tanto.
Además, se puede empezar ahora a reparar en la simetría de las fases de los movimientos de flexión y extensión en el devenir de los ciclos. El estado ideal es un movimiento simétrico perfecto. Esta simetría perfecta pocas veces se halla a menos que el sujeto se haya tratado con éxito usando técnicas craneosacras antes de la exploración.
También debes ser consciente de que el occipital, los temporales y los parietales se mueven con independencia unos de otros. La sutura es la estructura que permite este movimiento independiente.
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