y páncreasHígado
LOS ALIMENTOS GENERAN REACCIONES BIOQUÍMICAS QUE PRODUCEN LOS ESTADOS DE ÁNIMO
Como hemos visto, según la etiología que estudia el origen o causa de las enfermedades, los alimentos producen los estados de ánimo y los pensamientos de cualquier tipo, tanto los positivos como los negativos. La alimentación equilibrada —considera la medicina oriental macrobiótica— genera una armonía entre las fuerzas yin y yang y desarrolla en cada uno una capacidad meticulosa de observación de nuestras emociones y pensamientos en nuestro organismo. Dicho estado permite poder ser conscientes y ver la relación directa del alimento, órgano, emoción, pensamiento y acción, y cómo esta cadena de procesos simultáneos produce unas reacciones bioquímicas, que a su vez son las que generan nuestros estados de ánimo y nuestros pensamientos. Como he explicado antes, estas siempre se apoyan en un proceso orgánico.
La filosofía macrobiótica ve en la persona un todo formado por su estado físico y su estado anímico del alma, y ayuda a comprender de qué manera repercuten los alimentos en nuestras emociones y, a su vez, estas en el estado general directo en nuestra salud integral y la forma como encaramos el proceso vital.
Como podemos ver, cada nivel se corresponde con un reino y con unos alimentos que pertenecieron a cada época o era del pasado, y que recorremos de nuevo muy rápidamente a través del ciclo de gestación de nueve meses o periodo del embarazo.
Durante el proceso de gestación, en el útero materno, recorremos todos los niveles de la escala evolutiva. Es un viaje que nos permite volver a vivir todas las etapas del pasado (2.800 millones de años).
Una alimentación según diagnóstico
Dime lo que comes… y te diré quién eres.
Constitución: se forma con la suma de la herencia genética de nuestros padres y sus antepasados, que se añaden y se aportan como «primera piedra» o, mejor dicho, como «materia prima» en el momento de la concepción, y que nos acompañará hasta el momento de la muerte sin ninguna posibilidad de cambio. También se aporta a través de nuestros padres la influencia directa de la climatología del lugar. Es lo que en Occidente llamamos «herencia genética».
Condición: es el resultado del tipo de alimentos más yin o más yang que hemos consumido desde el nacimiento. La suma de lo que hemos comido durante toda nuestra vida proporciona una síntesis permanente o una condición determinada que nos define fisiopatológicamente. Como nuestra condición depende de la alimentación, podemos cambiarla si modificamos nuestros hábitos alimentarios en el momento que queramos.
La recuperación, reparación y regeneración de nuestro organismo se producen solo a través del procesamiento correcto de la energía que circula por los canales y que está unida a ciertas sustancias que contienen algunos alimentos; la forma de prepararlos puede potenciar o destruir esas sustancias.
LA MORFOLOGÍA
Hay un mapa genético grabado en nuestra cara, así como en el resto del cuerpo, a través del cual podemos interpretar cuál fue el estado de nuestros órganos cuando estuvimos en el vientre materno. Este mapa también nos dice qué alimentos comió en exceso o en deficiencia nuestra madre durante ese periodo. En él podemos ver los factores hereditarios o genéticos, los cambios producidos durante el proceso de gestación y embarazo de nuestra madre, las descargas de excesos alimenticios que se produjeron en el organismo de ella y cómo nos afectaron. Además, cómo se fueron formando nuestros órganos y sistemas a partir de todos esos procesos personales de nuestra madre: sistema nervioso, circulatorio, respiratorio, digestivo, linfático, hormonal, óseo, inmunológico… Todos ellos se formaron con la base genética de nuestros padres, el 50 % cada uno, más la alimentación que mantuvo nuestra madre durante el embarazo, así como su estado de salud durante ese periodo. Con toda esa enorme suma de síntesis de procesos se formó nuestra tipología, nuestro aspecto físico. Esta complejidad de procesos biológicos y fisiológicos puede realizarse de forma consciente o inconsciente. Que no seamos conscientes mientras se realizan no significa que no se estén produciendo. Y, por otro lado, ser conscientes nos permite intervenir a favor o en contra.
Esto significa que, si vamos a ser padres, podríamos prepararnos previamente y aportar como patrimonio genético equilibrio y salud a nuestros futuros hijos ya desde la base genética, creando una situación óptima para que se desarrollen correctamente todos los órganos y procesos que serán su herencia de salud para toda su vida.
La madre tiene doble responsabilidad porque su alimentación durante el embarazo, posparto y lactancia, así como la primera alimentación solida del bebé, marcarán la condición más yin y yang y las estructuras físicas de la persona que nacerá. Y en la mayoría de casos nadie se prepara previamente para llevar a cabo esas funciones de forma correcta; lo más habitual es improvisarlas sin ningún conocimiento ni criterio. Por esta razón, no deberían sorprendernos las situaciones inesperadas que puedan suceder después con la salud de esa persona.
Estos dos conceptos forman la base del diagnóstico morfológico de la metodología oriental macrobiótica, que nos proporciona la base de la fisonomía, sobre todo la estructura de la cara y los órganos del cuerpo y sus funciones reflejados en ella.
En nuestra cultura ancestral se dice: «La cara es el espejo del alma». Esto se refiere precisamente a este concepto: todo nuestro pasado genético está escrito en nuestra cara como un mapa, pero solo puede leerlo el que conoce previamente el significado de estos códigos, que, por otro lado, son universales. También se refiere a que cualquier alteración en el funcionamiento de nuestros órganos inmediatamente se refleja en nuestra cara.
Toda la alimentación utilizada por nuestros antepasados genéticos es la que forma la estructura arquitectónica tisular de nuestra fisonomía, como si de un edificio se tratara y pudiéramos ver los materiales de construcción, que quedan recubiertos por perfectas paredes, en este caso tejidos y piel.
En la medicina oriental se manejan los conceptos yin y yang para definir la ley de los opuestos complementarios que rigen el universo dual tanto en el terreno energético de la física como en el bioquímico y bioelectromagnético. En la Antigüedad, en Occidente estos conceptos también se manejaban con asombrosa precisión, pero para nuestra mentalidad más concreta, los conceptos o terminología utilizados resultaban demasiado abstractos y se cambiaron por algo más específico y fácil de comprender y comprobar solo para la ciencia química, tanto si es orgánica o inorgánica: el balance entre sodio y potasio en el pH humano.
El equilibrio entre los entornos externo e interno produce los estados físicos, anímicos, emocionales, mentales y espirituales. Según nos enseña la «alquimia interna» oriental, el proceso de la vida se mantiene cada segundo gracias a la unión o choque de dos energías. La unión de la energía interna y la externa es la que va generando todo tipo de procesos en nosotros. Este choque continuo se produce cada segundo con la respiración, algo que nunca podemos dejar de hacer.
1. Energía del «cielo», materializada o concretada en el aire que respiramos; es igual a oxígeno.
2. La energía de la «tierra», expresada en los alimentos que comemos y bebemos y de los cuales se produce una síntesis llamada «energía alimentaria», Gu Qi, «energía esencial adquirida» o «la esencia del cielo posterior», y que interviene en y a través de cada respiración añadiéndose continuamente al aire que respiramos y formando una mezcla nueva que penetra en nuestro organismo para mantenerlo vivo. Como consecuencia de este choque entre el cielo y la tierra nacen las emociones.
Todas las manifestaciones físicas mentales y espirituales lo son del entorno que nos rodea más la síntesis de los alimentos