de Lee y su “máquina” de entrenamiento. Las materias contenidas en este libro han sido creadas a partir de los escritos del propio Lee –no de interpretaciones erróneas del mito que rodeaba su legado–. Con este libro los lectores pueden aprender el proceso que dio como resultado un nivel de musculatura que fijaría estándares físicos y del que se hablaría durante décadas.
1. EL AFÁN DE FUERZA
Entrenar la fuerza y la flexibilidad es un deber. Debemos emplear ese entrenamiento para apoyar nuestras técnicas. Éstas por sí solas no son buenas si no se apoyan con fuerza y flexibilidad.
Bruce Lee
Existe un tremendo soliloquio creado por el veterano actor chino Shek Kien (actualmente el ducho actor chino Keye Luke se hizo eco del mismo), cerca del final de la última película de Lee, Operación Dragón. Ocurre cuando el personaje de Kien, el malvado Han, lleva al personaje de John Saxon, Roper, a dar una vuelta por su “museo” de armamento feudal. Mientras caminan, Han dice:
“Es difícil asociar estos horrores con las orgullosas civilizaciones que los crearon. Esparta, Roma, los caballeros europeos, los samuráis… todos compartieron el mismo ideal: el honor de la fuerza, porque es la fuerza la que hace posibles todos los demás valores. Nada sobrevive sin ella. ¿Quién sabe qué delicadas maravillas han desaparecido del mundo para que la fuerza sobreviva?”.
Aunque en la última parte de la copia del guión de Bruce Lee, el peripatético Han continuaba diciendo:
“Las mayores ideas de la civilización –como la justicia– no podrían existir sin hombres fuertes que lucharan por ellas. Por lo tanto, ¿qué es la civilización sino simplemente el honor de la fuerza de los hombres? Hoy a los jóvenes no se les enseña nada acerca del honor. El sentido de la vida como épico, como grande, como algo por lo que uno aprende a luchar les parece una tontería. Para ellos la grandeza es irrelevante. Los jóvenes ya no sueñan”.
Para un villano, lo que Han dice tiene sentido, es decir, hace una fantástica apología sobre el motivo por el cual nuestra especie ha perseguido tan ardientemente la adquisición de la fuerza a lo largo de los siglos.
El afán de fuerza no está en ningún caso anticuado; todavía se venera hoy, aunque sea de formas muy diferentes: fuerza del carácter, de voluntad, de decisión, para afrontar las adversidades, para tener paciencia, para creer y, por supuesto, fuerza física. En todos estos campos hay mucho que aprender de Bruce Lee. Este libro revela los métodos que Lee empleaba para desarrollar una fuerza física tan legendaria.
Mientras muchos de sus contemporáneos consideraban que el entrenamiento consistía sólo en el desarrollo de sus técnicas de artes marciales, las rutinas de Bruce Lee abordaban todos los componentes de un estado físico pleno. Además de su entrenamiento diario en las artes marciales, Lee añadía entrenamientos suplementarios para mejorar su velocidad, resistencia, fuerza, flexibilidad, coordinación, ritmo y sensibilidad. De hecho, en un libro publicado por uno de sus estudiantes, Dan Inosanto, el autor relaciona más de 40 tipos diferentes de entrenamiento que desarrollaban los que practicaban las artes marciales del jeet kune do de Lee.
Lee pronto se dio cuenta de que el papel que tenía la fuerza en el marco general de las cosas era de vital importancia, no sólo para él mismo (en cuanto a fortalecer músculos, tendones y ligamentos), sino también porque el aumento de la fuerza muscular acarrea mayor dominio de las técnicas de golpeo, más velocidad y resistencia, músculos mejor tonificados y una mejor función corporal. De todos modos, Lee no consideró el entrenamiento con pesas como el “ábrete sésamo” para su éxito atlético. Lo reconocía por lo que era exactamente: una faceta importante del estado físico pleno que tenía que integrarse en la rutina de entrenamiento de uno junto con otros ejercicios para mejorar su técnica, velocidad, agilidad y lo demás.
El aumento de la velocidad a través del entrenamiento de la fuerza
A Lee le impresionaba particularmente el hecho de que el entrenamiento de la fuerza, que solía conllevar un entrenamiento con pesas, pudiera aumentar la velocidad y la resistencia. Generalmente en aquella época se creía que el entrenamiento con pesas no podía contribuir a nada que no fuera el desarrollo de unos grandes y voluminosos músculos. Entre lo que leyó sobre fisiología, se encuentra un artículo de un libro llamado The Application of Measurement to Health and Physical Education (“La aplicación de las mediciones a la educación física y la salud”) , de H. H. Clarke, quien por aquel entonces era el director de postgrado en la Universidad de Springfield. El artículo comentaba la sinopsis del libro y empezaba diciendo: “La velocidad también depende de la fuerza… cuanto más fuerte es el individuo, más rápido puede correr… además, la resistencia se basa en la fuerza”.
Estas afirmaciones no eran meras opiniones, sino conclusiones basadas en experimentos científicos, como los de Karpovich (jefe del Departamento de Fisiología en la Universidad de Springfield en 1951) o Pestrecov sobre las curvas de entrenamiento; dichos experimentos más adelante demostrarían que “la fuerza es definitivamente un prerrequisito para el desarrollo de la resistencia”. Estas afirmaciones empujaron a Lee a estudiar el campo de la fuerza con mucho interés. Se sumergió en muchos estudios y libros científicos y quedó convencido de que la fuerza era un prerrequisito para “cualquier” actividad física y que tenía un papel vital en muchos movimientos de las artes marciales.
El valor del entrenamiento de la fuerza
La opinión de Lee de que quien practica artes marciales debe comprometerse con los métodos de entrenamiento, además de las técnicas y los movimientos para los que se ha entrenado, se basaba en fundamentos puramente científicos. Por ejemplo, uno de los estudios que llamó la atención de Lee trataba el tema del entrenamiento suplementario relacionado con los métodos de entrenamiento de los nadadores de competición. A principios de la década de los cincuenta, los entrenadores de natación americanos, especialmente los de la Universidad de Yale, descubrieron que los músculos que se ejercitan durante la natación no aumentaban su fuerza lo suficiente durante el entrenamiento real, ya que el agua no les oponía suficiente resistencia. Para corregir esto se añadió un entrenamiento con pesas. Fue un acierto que los entrenadores ignoraran la objeción de sus nadadores a llegar a estar excesivamente musculados realizando entrenamientos con pesas y se dieron cuenta rápidamente de que los ejercicios con pesas, lejos de producir efectos negativos en sus nadadores, originaban enormes aumentos en la fuerza de sus brazos, hombros y espaldas, lo que les permitía incrementar notablemente su rendimiento. Lee observó inmediatamente un paralelismo entre los nadadores en el agua y el entrenamiento en artes marciales en “tierra firme” que él realizaba, en el que solía dar patadas y puñetazos al aire sin resistencia. Descubrió que esos movimientos eran una forma de calisténicos, que tienen valor, pero cuyos resultados son limitados debido a una falta de resistencia progresiva para los músculos que quería desarrollar; por eso llegaron a fortalecerse más. Lee llegó a la misma conclusión que los entrenadores de natación de Yale: era hora de incorporar las pesas a su rutina de entrenamiento.
Ventajas del entrenamiento de la resistencia
A Lee le gustaba el hecho de que los movimientos del entrenamiento realizado con haltera y mancuernas fueran movimientos naturales del cuerpo que podían adaptarse para fortalecer cualquier posición o movimiento de las extremidades. Los ejercicios que se hacían con haltera eran básicamente simples movimientos que requerían poca destreza o aprendizaje. Después Lee descubrió que los ejercicios con haltera y mancuernas eran perfectamente adaptables a cualquier grupo de músculos, lo que desembocaba en la mejora de la eficacia mecánica. Además, los ejercicios de resistencia podían medirse y aumentar añadiendo pesas, series o repeticiones en función de la adaptabilidad innata de cada uno al ejercicio. Otro aspecto que le llamó la atención fue el hecho de que, en su nivel más básico, la rutina de entrenamiento de la fuerza de Lee precisaba únicamente 15-30 minutos de duración y se efectuaba sólo tres veces a la semana