Carlos Enrique Corredor Jiménez

Formas dignas de co-existencia


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que desde prácticas agroecológicas y desde una ética del cuidado logran construir territorios solidarios, viables y saludables. Las formas dignas de co-existencia surgen de una primera indagación sobre el sentido que tiene el discurso desarrollista en Colombia, y alude a las formas de vivir bien en un territorio compartido e insiste en la necesidad de generar condiciones favorables para que cada ser en el territorio pueda gozar de un ambiente sano, de un buen trato y de una estructura humana y ecológica que se ocupe de garantizar la estabilidad y la flexibilidad necesarias, de manera que se logre materializar un ejercicio político armonioso, coherente y justo para todos.

      Propiciar un ejercicio reflexivo sobre la manera como se ha asumido e instalado la idea del desarrollo en este país, que parece estar en una inagotable vía para alcanzarlo, es una de nuestras primeras preocupaciones en este libro. Ya habíamos comenzado a reflexionar sobre las decisiones que, desde las propias de la institucionalidad hasta las más cotidianas, han llevado al detrimento de la naturaleza, al aumento de la contaminación del ambiente y a ampliar aún más la brecha de desigualdad en nombre del desarrollo. Y, de hecho, también nos interrogamos sobre la necesidad de complejizar esa idea del desarrollo sostenible o la idea de sustentabilidad, y, como veremos en los capítulos que vienen, el esfuerzo por ahondar en las formas de entendimiento sobre el desarrollo nos invita a situarnos en, tal vez, una idea de desarrollo saludable. Y en esa medida, este libro le apuesta a dicha narrativa del buen vivir que, si bien para algunas comunidades y pueblos originarios tiene un sentido profundo conectado con la naturaleza, en países como Colombia nos desafía a ordenar esos referentes, esas expresiones y esas acciones que procuran interpretar o adaptar la narrativa del buen vivir en cada decisión que tomamos como personas que habitan el territorio colombiano y son parte de él.

      Este momento presente nos permite insistir, aún más, en esta preocupación y en esa invitación que presentamos: sin ir más lejos, este año nos sorprende a todos la pandemia del coronavirus, que deja en el mundo cientos de miles de muertes, de acuerdo con el Google mapa del coronavirus (COVID-19) (2020). Tal escenario de crisis generalizada ha desafiado, al menos temporalmente, las prioridades mundiales sobre la productividad y el desarrollo. Ha puesto a prueba los engranajes de un sistema global que no ha podido dar respuesta efectiva a la crisis y en América Latina, después de la crisis social generalizada del 2019 que puso en entre dicho la legitimidad de muchos gobiernos. Se evidencia la inexistencia de una coordinación supranacional: más allá de contactos informales entre gobiernos, no se han activado aún mecanismos regionales para afrontar el problema (Abdala, 2020). Por otra parte, en dicho escenario, nuevamente, la naturaleza se transforma en protagonista: la cuarentena generalizada que se vive en el mundo —y, por tanto, el paro de las actividades industriales y de extracción— resulta en mejor calidad del aire, avistamiento de fauna nativa en los espacios urbanos y recuperación de ecosistemas acuáticos, entre otros.

      Estas imágenes y vivencias propician fuertes reflexiones —al menos, en la opinión pública— sobre la imperativa necesidad del desarrollo económico, como lo hemos venido llevando a cabo, y presenta una respuesta ciudadana sin precedentes a las inadecuadas decisiones políticas tomadas por algunos gobiernos. ¿Empiezan a ser los ciudadanos conscientes de su poder y de la necesidad urgente de generar iniciativas propias ante la crisis? Esperamos no perder, como sociedad, la oportunidad de transformación, y que potenciemos esa construcción de dignidad de muchos más.

      Partes del libro

      Son ocho los capítulos que se encontrarán en este libro. El primer capítulo presenta una reflexión sobre el modelo desarrollista y la transición hacia la categoría social de formas dignas de co-existencia, a partir de un ejercicio transdisciplinar que responde a la necesidad de deconstruir las apuestas del sistema económico actual y explorar las narrativas sobre el buen vivir que en Latinoamérica se han convertido en piedra angular de varias luchas sociales por la tierra y la protección de la naturaleza, y que, a partir de este ejercicio reflexivo y crítico, hemos querido orientar a fin de entender las formas de vida digna que en los territorios las personas en comunidad son capaces de generar y preservar.

      El segundo capítulo profundiza y fundamenta la propuesta teórica y metodológica de la categoría social emergente de las formas dignas de co-existencia, de tal manera que, con el ánimo de enriquecer el área de aplicación y explicación de la agroecología, la sociología política traza una ruta de entendimiento que pone a dialogar los distintos procesos en transición agroecológica, con miras a configurar marcos de análisis que invitan a hacerse otro tipo de preguntas, a ampliar el campo de observación y a hacer un seguimiento exaltando las relaciones humanas y no humanas en el territorio.

      Los siguientes capítulos se especializan en la visibilización de las formas dignas de co-existencia en regiones colombianas distintas, con experiencias ejemplarizantes donde la agroecología es el principio orientador y herramienta de implementación y armonización de los protagonistas.

      El tercer capítulo, de Juliana Cepeda, brinda un mapeo de identificación y valoración de las formas dignas de co-existencia de ciudadanos y comunidades que apuestan por el desarrollo territorial en la región de Bogotá-Cundinamarca. Se destaca aquí la identidad rural de la región más “urbana” del país.

      El cuarto capítulo, elaborado por Carlos Corredor, enaltece el trabajo político que las comunidades caucanas —especialmente, el Comité de Integración del Macizo Colombiano (CIMA)— han logrado generar en el territorio por la defensa de la vida digna y la generación de procesos agroecológicos a través de las escuelas agroambientales del Macizo Colombiano.

      El quinto capítulo visibiliza el proceso de resiliencia socioambiental que la población mocoana, en el departamento del Putumayo, logra generar luego de un desastre natural y frente a las condiciones desfavorables en cuanto al abastecimiento de alimentos sanos para la población. Escrito por Nathaly Jiménez, con la colaboración de María Angélica Arias, este ejercicio resalta el proceso colaborativo y regenerativo del nodo Mocoa, de la Red Nacional de Agricultura Familiar, y muestra los retos que se presentan al defender un territorio con tan alto grado de diversidad biocultural, a través de un circuito del alimento propio, solidario y saludable.

      El sexto capítulo, escrito por Arlex Angarita, presenta un caso ejemplar en la región del sur de Bolívar, donde se pone en marcha una serie de modelos educativos en agroecología, como la propuesta mediante la cual es posible la formación de personas profesionales que puedan permanecer en el territorio logrando las transformaciones sociales que permitan alcanzar la vida querida.

      El séptimo capítulo, elaborado por José Gallego y Daniel Vanegas, ilustra la situación de la juventud rural colombiana y pone en consideración una experiencia de reencantamiento del joven rural por el campo (Campinagro), realizada en el oriente de Caldas con jóvenes de nueve municipios, y que impacta desde lo político, lo emocional y lo ambiental la realidad de los participantes provocando transiciones agroecológicas de cuidado y en defensa del territorio.

      Finalmente, el octavo y último capítulo se presenta en forma de dossier, con cuatro experiencias en educación rural que ilustran el virtuoso ejercicio desde la agroecología que han impulsado y acompañado algunos colectivos e instituciones educativas en los territorios.

      Los cuatro procesos que resaltamos por su valioso aporte son: 1) Colectivo Tierra Libre; 2) UTOPIA-Universidad de La Salle; 3) Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica (PEAMA) sede Sumapaz, y 4) Laboratorio de Innovación para la Paz. La primera experiencia, la llamada “Tierra libre”, ha promovido el desarrollo de iniciativas de educación y ordenamiento en la ruralidad. El PEAMA, un programa de la Universidad Nacional de Colombia, propone una apuesta educativa con enfoque transdisciplinar para que los estudiantes rurales puedan ingresar a la universidad. Si bien está presente en distintas regiones del país, resaltaremos la propuesta para la región del Sumapaz. El “Laboratorio de innovación para la paz”, por su parte, es una propuesta para que los jóvenes se formen con tecnologías de última generación y en habilidades de trabajo social enfocados en la creación de proyectos comunitarios. Finalmente, UTOPIA, programa de la Universidad de La Salle, forma bachilleres rurales como ingenieros agrónomos que ofrecen soluciones a las problemáticas de su territorio.

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