Luz María Guadalupe Pichardo García

Bioética recobrada


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sin rostro, incluso cuando ya ha salido del hospital?

      Si esa fuera la respuesta, sería muy pobre, casi funcional. Pero no es así, en los hospitales se atiende a personas concretas con una historia singular: todas tienen un pasado, un presente y un futuro entreverado de esperanzas y proyectos, en donde se incluye la recuperación de la salud, pero también de preocupaciones, como lo es su enfermedad.

      Pero, ¿qué es ser “persona”? ¿Cuál es su diferencia con “individuo?”, o más aún, ¿cuál es su diferencia con “cosa”? Cuando se usa la voz “persona” claramente se hace referencia al ser humano, a quien puede aplicársele en sentido amplio el calificativo de “individuo”, sin que este nombre represente su caracterización más propia ni esencial. El término “individuo” indica que algo o alguien es uno, pero la unidad —en el caso del ser humano— no le otorga personalidad, sino solamente una identidad numérica: cualquier persona es en relación con otra, que en su singularidad también es “una”.

      Cuando decimos “es persona” estamos reconociendo en otros congéneres un peso y una dignidad que no tienen otros seres vivos, sean animales o plantas. Los seres humanos —mujeres u hombres— somos personas; hay equivalencia entre estos modos de referirnos a nosotros mismos. ¿Tal calificativo, sin embargo, ha tenido el mismo sentido a lo largo de la historia de la humanidad? La respuesta es negativa, pero lo que sí podemos afirmar es que en tiempos primitivos no se conocía la expresión aplicada al ser humano como la identificamos en la actualidad, aun cuando a lo largo de su historia el concepto haya ido decantándose y teniendo diversos niveles de concretización conceptual.

      En la historia del concepto encontramos de manera inmediata dos hitos relevantes: a) El origen de la palabra entre las culturas antiguas y su aplicación al teatro entre los griegos; b) Su significado real, que es el de su aplicación antropológica vinculada a la dimensión ontológica, jurídica, política, moral, médica y social del ser humano. Lo interesante en todas es no perder de vista el referente directo, que son el hombre y la mujer en su realidad singular.

      Imagen 2.2. La palabra persona entre los latinos proviene de “personare”, sonar fuerte, para que el actor transmitiera su mensaje y se hiciera oír.

      3. Qué significa ser persona humana en el pensamiento clásico

      Imagen 2.3. Jérôme Lejeune, padre de la genética moderna.

      Saber quiénes somos es una de las primeras claves que se deben tener en cuenta para conocer qué significa ser una persona, conocimiento que hunde sus raíces en el ser y esencia de la realidad de las mujeres y hombres concretos y singulares.

      Ya hemos hecho alusión al pensamiento griego al hablar del origen de la palabra “persona” aplicada a las máscaras que usaban los actores que representaban personajes, de allí que del uso de la metáfora teatral se transitó paulatinamente hacia el ámbito real. Los actores son personas que representar ¡un personaje!