Luz María Guadalupe Pichardo García

Bioética recobrada


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en la comprensión del ser humano y el entorno natural que le rodea.

      Para Potter la ética es de orden sapiencial, y como rama de la filosofía práctica implica acciones en concordancia con los estándares morales (ethics implies action according to moral standards), que conducen a la búsqueda del bien social y cultivo de la sabiduría y que —en el pensamiento aristotélico— se dice de la búsqueda de la “vida buena”. Por eso es una exigencia moral y científica que ética y biología no permanezcan aisladas, sino fusionadas en la nueva disciplina, la bioética.

      Imagen 1.1. Esquema de este nuevo saber que tiende puentes.

      En su propuesta no sólo difundió el término, sino que fundó una prometedora disciplina cuya pretensión era integrar conocimientos cuya historia y desarrollo parecían discurrir por carriles separados y sin posibilidad alguna de comunicación, como es el caso de las dos ciencias mencionadas. ¿Qué habría que hacer entonces? Proponer una solución al problema que impedía el enfoque humanístico de la biología y relegaba la sabiduría proveniente de la ética al campo de la práctica médica privada y a la libre decisión de los investigadores, sin mayor efecto ni regulación en la comunidad científica, ni en el mundo político-social, como había quedado demostrado en los contraejemplos de los diversos experimentos biomédicos y abusos cometidos contra seres humanos en la Segunda Guerra Mundial y en otros sucesos “no gratos” de la historia reciente.

      Potter, desde sus investigaciones bioquímicas, se percató de esa tragedia y del abismo existente entre la práctica biológica o médica vinculada a la tecnocracia y a las amenazas de un “avance científico” con olvido del ser humano, y una ética aislada y recluida en el nicho de la vida privada sin impacto político-social por considerársele un saber propio de la interioridad humana y de la vida privada.

      Lo plausible, lo visible, lo vinculado a los hechos científicos era la biología; la ética, tratando de regular la conducta humana, ¿a quién podría importarle? ¿Acaso podría ser la disciplina que obstruyera el avance científico, donde el ser humano e incluso las riquezas de la naturaleza física se convirtieran en material de experimentos sin límite alguno? Hablo aquí de la explotación irracional de los recursos naturales por intereses de tipo político, económico o geopolítico.

      Mérito de Potter es, por consiguiente, enfocar su esfuerzo científico y temple ético a un terreno problemático que estaba olvidado desde muchos años atrás, para mostrarlo de manera pública a la comunidad científica y política para hacer ver la exigencia de que tanto la ética como la biología, con sus respectivos valores, son ciencias elaboradas por el ser humano, cuyo objeto de estudio pueden ser las personas: en el primer caso como sujeto moral; en el segundo, como ser vivo. Pero no únicamente eso, sino que, en su interrelación con otros seres humanos, animales, y el ambiente físico global, surgen multitud de problemas de distinto signo: ético-clínico, político, económico y social, así como ecológico y ambiental, que en la mayoría de los casos no es posible resolver con sólo la ciencia biológica o la sola ética, sino que exigían la interdisciplinariedad, y de manera urgente, “tender puentes” entre las mismas.

      Esto significa que es conveniente aplicar la sabiduría ética no sólo a la biología, sino a quehaceres de tipo práctico con impacto social —entre otros—, como la educación, la política, los negocios, la empresa, el cuidado del ambiente, el uso de la tecnología en diversos ámbitos, y claramente en las ciencias de la salud y de quienes prestan sus servicios en esos ámbitos, sean médicos, investigadores o profesionales de enfermería, en el terreno clínico y de la investigación, así como en los responsables de elaborar políticas públicas a nivel nacional o de influjo internacional (por ejemplo, la unesco, la Asociación Médica Mundial), a fin de custodiar y salvaguardar la dignidad de las personas en cualquiera de esos campos.

      La preocupación de Potter, sin embargo, no era aislada. ¿Acaso no aparecía en este planteamiento el viejo problema expresado por Wilhelm Dilthey (1833-1911) una centuria antes, de la separación entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu, donde incluía a las ciencias de la vida? Esto, debido a que el filósofo alemán observó que las ciencias naturales y sus métodos resultaban inaplicables a los saberes del espíritu, por ejemplo, la historia, el derecho, la filosofía, el arte.