Natalie Anderson

Toda la noche con el jefe


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      Él asintió y señaló hacia el ordenador, situado en el otro extremo de la mesa. La siguió hasta su asiento.

      –Desayunaremos en quince minutos y repasaremos el informe, ¿de acuerdo?

      Lissa lo miró y sintió un vuelco en el estómago. En esa ocasión, Rory mostraba una sonrisa pícara en la cara. Aquello iba a ser mucho más duro de lo que había imaginado. Se enderezó y comenzó a examinar los sistemas. Fue consciente de cómo él se movía hacia el otro extremo de la mesa.

      ¿Cómo iba a soportar dos semanas con él al lado si era plenamente consciente de todos sus movimientos? ¿Si su cuerpo reaccionaba con la más mínima mirada?

      Diez minutos más tarde, ya había comprobado que los del equipo informático habían hecho correctamente su trabajo. Rory la llamó entonces para que se reuniera con ellos. Ella le dirigió una sonrisa a Marnie y luego asintió fríamente hacia James, quien le había pedido una cita meses atrás y había dejado clara su devastación al ser rechazado. Poco después, Lissa había descubierto que les pedía citas a todas las empleadas temporales.

      James llenó las tazas de café mientras Rory le explicaba el proyecto a Lissa.

      –Nuestro cliente quiere encontrar alguien a quien absorber o con quien fusionarse lo antes posible y en secreto.

      Casi inmediatamente, sus pensamientos se fueron por otro camino. Debió de ser la idea de la fusión. Lo observaba mientras hablaba, con la esperanza de que su apariencia exterior reflejase concentración. Claro, estaba concentrada, pero no en lo que estaba diciendo. Sus hombros parecían tan anchos… Observó su mano mientras golpeaba la pluma contra el cuaderno que tenía enfrente. Una mano grande y fuerte. Apostaba a que no tenía que pelearse con los tarros de mermelada como le pasaba a ella. Pero sabía lo tiernas que podían ser esas manos. Podía imaginarse lo deliciosamente ardientes que podrían ser en otras partes de su cuerpo.

      James le entregó el café, y ella dio un sorbo con la esperanza de que la cafeína le despejara el cerebro.

      Funcionó. Momentáneamente.

      –Trabajaremos sin parar durante las dos próximas semanas, pero estoy seguro de que eso no será problema para nadie –dijo Rory.

      Lissa estaba dividida. Más horas con Rory, aunque su índice de horas extra era soberbio. Era mucho dinero para una situación en la que tenía que luchar contra la atracción más poderosa que jamás había sentido.

      Rory señaló hacia el papel que cubría las ventanas y que bloqueaba la vista al pasillo.

      –Ha de ser algo secreto –dijo–. Por favor, dejad vuestra vida social para los descansos de la comida.

      –¿Qué descansos? –preguntó James.

      Rory sonrió.

      –Lo sé, pero son sólo quince días, y merece la pena. Si hacemos un buen trabajo, podríamos conseguir un importante contrato para la empresa. Hay mucho en juego y podría ser bueno para todos nosotros.

      Lissa no estaba segura de por qué aquello podría ser bueno para ella; ¿Encerrada en una pequeña habitación durante horas con Rory? Una atmósfera intensa y artificial. El campo de cultivo perfecto para una relación intensa, pero artificial. Tenía que ser fuerte.

      –Pues bien –continuó Rory–. Lissa, necesitamos que investigues esas compañías, organices las reuniones, redactes informes y prepares una presentación final.

      –¿Te parece bien todo es trabajo, Lissa? –preguntó Marnie.

      –Está bien –dijo Lissa con una sonrisa–. Yo simplemente soy la temporal.

      –No eres «simplemente» en nada –dijo Rory.

      Lissa se quedó con la boca abierta. En la superficie se sentía avergonzada, pero por debajo la reacción fue volcánica, y el deseo fue creciendo por momentos. Miró los papeles que tenía delante, rezando para que alguien llenase aquel silencio incómodo. Tras unos segundos, Rory siguió exponiendo los detalles del proyecto.

      A Lissa le resultaba fascinante observarlo en acción. Era el maestro del encanto y de la atención, parecía encandilar a los demás, dándoles ganas de superarse sólo para complacerlo. Ligeramente apartada, Lissa observaba cómo ejecutaba su magia. Le resultaba totalmente irritante.

      Cuando se dirigió hacia ella para darle instrucciones, hubo cierto brillo de diversión en sus ojos que no pasó desapercibido. Y Lissa no pudo evitar sentir la necesidad de rebelarse contra su profesionalidad y de hacer justo lo contrario a lo que le pedía.

      A última hora de la tarde del martes, estaban los dos solos en la habitación. El silencio era total. Lissa escribía en el teclado y miraba la pantalla con el ceño fruncido, decidida a fingir que él no estaba allí. Como si pudiera.

      De pronto Rory se levantó. En ese momento no pudo evitar mirarlo. Se estiró un poco, y ese gesto enfatizó su figura. Sabía que debía apartar la mirada, pero era imposible. Le dirigió una sonrisa, y la necesidad de mirar hacia otro lado se hizo imperativa. Pero en vez de eso, Lissa le devolvió la sonrisa.

      –Vamos, hora de relajarse.

      La sorpresa de Lissa debió de ser evidente.

      –Hora de relajarse –repitió él–. Para que el equipo no se estrese.

      No confiaba en él; esa sonrisa se había vuelto un tanto perversa.

      –Falta la mitad del equipo –dijo ella, nerviosa ante la idea de estar a solas con él fuera de la oficina. Sintió la excitación sólo con recordar su abrazo aquella noche, pero la controló, encerrándola en lo más profundo de su mente.

      –Vendrán cuando haya acabado la reunión. No serán más de quince minutos. Sólo tendremos tiempo de llegar allí los primeros y pedir la primera ronda.

      Sonaba inofensivo. Iban a reunirse con los demás allí. Además, él era el jefe. Realmente no tenía mucha elección. Asintió y apagó el ordenador. Mientras se ponía la chaqueta, levantó la mirada y vio que Rory estaba observándola con una sonrisa pecaminosa en los labios.

      Provocada, Lissa se apretó el cinturón de la chaqueta con fuerza, haciéndose daño en la cintura, enfatizando sus curvas y sin dejar de mantenerle la mirada con actitud desafiante. El deseo era evidente en su cara, en sus ojos brillantes, y supo que su propio rostro debía de ser un reflejo de aquella reacción. Echó la cabeza ligeramente hacia atrás y sintió cómo le palpitaban los labios a causa del deseo, ansiando que él le acariciara el cuello. Rory se dio la vuelta en ese instante para salir de la habitación.

      Caminaron hasta el ascensor en silencio. Mentalmente, Lissa lamentaba haber hecho ese gesto provocativo. Sabía que la más mínima chispa podía causar un incendio. Por un instante había perdido el control y ahora estaba pagando por ello. A cada paso que daba, era consciente de su cercanía, sabiendo que deseaba estar más cerca. Mucho más cerca.

      En la calle, se sorprendió al ver que Rory se alejaba de la cafetería habitual de la compañía.

      –¿No vamos a Jackson’s?

      –Bueno, no sería un ejercicio muy relajante si fuéramos al local y estuviera allí toda la empresa. Esto es sólo para nosotros, Lissa.

      «¿Sólo para nosotros?». El pulso se le aceleró.

      Rory siguió andando y hablando.

      –Vamos a estar trabajando muy cerca durante muchas horas. Tenemos que estar unidos. No hay lugar para otros asuntos o… distracciones.

      A pesar de su descuido minutos antes, Lissa no tenía intención de ser una distracción. Ni iba a permitir que la distrajesen. De ninguna manera.

      –Marnie y James son muy competitivos el uno con el otro. Generalmente eso es bueno, pero quiero que el objetivo principal sea la calidad del trabajo, no una cuestión de conseguir tantos o… –se aclaró la garganta– de conseguir cualquier cosa.

      –¿Conseguir