a Puerto Rico para atender el negocio naciente. Hoy, aproximadamente ochenta años después, la planta Cataño es la destilería de ron premium más grande del mundo.
Mientras tanto, 1936 siguió siendo un gran año para los procesos judiciales. Un bar en Nueva York empezó a vender una bebida llamada «coctel Bacardi», pero no llevaba ron BACARDÍ. La compañía interpuso una demanda y, tras un extenso debate, el tribunal emitió su veredicto: «El coctel Bacardí debe llevar ron BACARDÍ».
EL NACIMIENTO DEL AUTOR Y ELIMINAR AL INTERMEDIARIO
Es en este punto, después de toda la perspectiva histórica, que puedo finalmente cambiar la palanca de velocidades y comenzar a relatar la historia de Bacardí tal y como ocurrió durante mis tiempos y mi época.
Nací el 11 de julio de 1939 en la Clínica Los Ángeles de Santiago de Cuba. Mi madre fue Marina Lydia Covani Bacardí, hija de Marina Bacardí Cape (hija de Emilio Bacardí Moreau) y Radamés Covani. Mi padre fue Juan Luis Del Rosal Rosende, cuyo padre fue coronel del ejército cubano después de la independencia.
Tras mi nacimiento, mi padre obtuvo un empleo en el departamento de personal de Nicaro Nickel Company, la fundidora mineral estadounidense en Holguín, ciudad minera del noreste de Cuba. Luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, mi padre se unió al departamento de personal de Bacardí y Compañía, en Santiago.
Seguí los pasos de mi padre —y los de mi abuelo, mi bisabuelo y mi tatarabuelo— y tuve una larga y productiva carrera en la empresa familiar. Sin embargo, eso sucedió unos 20 años más tarde.
En la época en que nací, la demanda del ron puertorriqueño era enorme. Las ventas se triplicaron en solo tres años, de 1941 a 1943, y esa elevada demanda agotó las existencias de rones añejos puertorriqueños. En respuesta, los importadores comenzaron a traer cargamentos de ron barato de otros lugares, y esos productos de baja calidad terminaron perjudicando la imagen del ron puertorriqueño. Cuando se acabó el racionamiento, al final de la Segunda Guerra Mundial, la saturación de todo tipo de licores en el mundo forzó a reducir aún más los precios.
El ron se convirtió en el licor más barato en los anaqueles. Conforme la demanda fue disminuyendo y los precios se desplomaron, las ventas del BACARDÍ puertorriqueño cayeron de 13 millones de dólares, en 1944, a apenas 1 millón de dólares dos años después.
Para ayudar a la recuperación de la industria y proteger su imagen en lo sucesivo, el gobierno de Puerto Rico promulgó en 1948 la Mature Spirits Act (Ley de Bebidas Añejas), la cual estableció lineamientos estrictos para la producción del ron.
Entre otras cosas, la ley proteccionista exigía que todos los rones puertorriqueños fueran añejados en barricas por lo menos tres años para garantizar un producto de mayor calidad. La industria también lanzó una campaña publicitaria multimillonaria en Estados Unidos, parcialmente financiada por el gobierno estadounidense para ayudar a impulsar los ingresos fiscales obtenidos del licor.
Al mismo tiempo, la industria del ron puertorriqueño siguió el ejemplo de las estrategias de Bacardi y empezó a producir rones cada vez más ligeros. Como bien lo señaló un artículo de Businessweek de 1951: «A juzgar por todos los datos disponibles, parece que, en la década de 1950, los estadounidenses quieren sus tragos bien diluidos». Mientras tanto, tras años de operar con la distribuidora-importadora de Pensilvania, Schenley, en 1994 Pepín Bosch decidió eliminar al intermediario. Estableció Bacardi Imports, con oficinas en un rascacielos estilo art déco, ubicado en el número 595 de la avenida Madison, en la ciudad de Nueva York. Con esa maniobra, la empresa familiar Bacardi Imports se convirtió en el único agente de la marca en Estados Unidos.
Una de las últimas fotos de la destilería original BACARDÍ y el Coco en Santiago de Cuba, tomada a finales de la década de 1950, antes de la Revolución cubana. (Propiedad de Bacardi and Company Limited)
CAPÍTULO 4
LIDERAZGO - POLÍTICA CUBANA, EL DICTADOR Y UN INTENTO DE GOLPE DE ESTADO (1944-1958)
Mayor expansión, un hombre despiadado llamado Fidel y el ron en la cocina
EL FALLECIMIENTO DE OTRO LÍDER
En 1946, Henri Schueg sufrió un accidente cerebrovascular. Aunque discapacitado, no renunció al control ejecutivo hasta su muerte, casi cuatro años después. Falleció el 11 de agosto de 1950, a los 88 años.
Esto fue una clara señal de que había un problema en las altas esferas de la compañía. Henri permaneció en el poder hasta avanzada edad, y la única razón por la que dejó la oficina principal fue su muerte. Dada la debilidad de su estado, uno se pregunta cuán «en control» de la empresa realmente estuvo en esos últimos años.
Pepín Bosch, quien en ese momento era presidente de Bacardi Corporation, Puerto Rico, se había convertido en un líder muy activo y prominente, pero todavía era un protagonista relativamente nuevo en los rangos más altos de la jerarquía. Además, parecía que todas las vacantes laborales de importancia se iban cubriendo con los yernos.
Debemos suponer que la disciplina inherente en la cultura ayudó a mantener el barco a flote y navegando con buen rumbo. Sin embargo, la tradición y la lealtad también evitaron que la familia hiciera frente a los cambios y a los numerosos desafíos que presentan el crecimiento y el éxito. Hay indicadores de que no haber hablado sobre la ausencia de liderazgo durante el declive de Henri tuvo como consecuencia un período de catarsis en la familia.
Las cosas llegaron a un punto crítico: envidia, disconformidad, pugnas internas, acusaciones, desconfianza y confrontaciones, todo templado por los lazos familiares aún sólidos.
Al principio, la familia era la empresa y la empresa, la familia. No había literalmente ninguna separación entre ambas. No obstante, con el paso de los años, a medida que ambas crecían, la familia y la compañía se fueron convirtiendo en entidades separadas y distintas.
Ese hecho triste nunca fue plenamente reconocido —muchos menos confrontado y resuelto—, ya que la misma cultura férrea predominaba tanto en las líneas familiares como en la empresa. Ambas vivieron con la misma cultura sólidamente arraigada y de acuerdo con esta, que también era su soporte. Pero justo debajo de la superficie, había una gran desconexión al acecho. Parecía como si las figuras clave de este juego tuvieran dos camisetas que podían vestir de modo intercambiable: la de «primero la familia» o la de «primero la empresa/los accionistas».
Puede alegarse que este conflicto de intereses podría estar presente en cualquier empresa familiar. Pero en Bacardi era un asunto particularmente trágico dado el respeto que siempre se había tenido a nuestros valores familiares y al papel que habían desempeñado para guiar a la empresa.
LA VIDA Y LA ÉPOCA DE PEPÍN BOSCH
José M. «Pepín» Bosch nació en Santiago de Cuba. Fue hijo de un banquero y propietario de un ingenio azucarero de origen español. Cursó el bachillerato en Estados Unidos y estudió ingeniería durante un tiempo en la Universidad de Lehigh, en Pensilvania, antes de irse a trabajar al ingenio azucarero.
El joven Pepín ascendió velozmente en la industria, pero cuando los precios del azúcar se desplomaron al principio de la década de 1920, decidió cambiar de rumbo profesional y aceptó un empleo como contador en la sucursal de La Habana del First National City Bank of New York.
Como ya hemos mencionado, Pepín entró a la familia al casarse con Enriqueta Schueg Bacardí, nieta de don Facundo e hija de Henri Schueg y Amalia Victoria Bacardí Moreau. Pepín y Enriqueta tuvieron dos hijos, Jorge y Carlos. Jorge, maestro cervecero, trabajó en la cervecería de Santiago y luego desempeñó altos cargos en Bacardi Corporation, Puerto Rico y en Bacardi Brasil. Pepín también contrató a Carlos en la empresa a finales de la década de 1960.
Como se sabe, Pepín fue un ejemplo clásico de la persona indicada en el lugar y el momento correctos. La empresa pasaba por un momento de inestabilidad cuando él tomó las riendas. Transitaba por una