tres guerras consecutivas de independencia de Cuba causaron estragos durante tres décadas, y Bacardí & Compañía había estado en bancarrota no declarada aproximadamente veinte años. Con todo, fue un milagro que la empresa productora de ron no haya cerrado ni suspendido operaciones por lo menos de manera temporal. A lo largo del implacable ciclo de guerra, hambruna, enfermedad y depresión económica, Facundo Bacardí Moreau, el maestro mezclador, insistió en llevar un estricto control de calidad. La familia mantuvo la destilería en marcha y su producto en el mercado.
Cuando Cuba obtuvo su independencia, la empresa apenas se mantenía flote. Como muchos en la isla destruida por la guerra, estaba herida, adolorida y con necesidad de cuidados… pero había sobrevivido.
Poco después de que Emilio regresara a Santiago de África del Norte, Henri y los hermanos Bacardí Moreau tuvieron una reunión para examinar la estrategia a seguir con miras a sacar a la compañía de la quiebra y hacerla crecer de nuevo. Deben haber discutido las responsabilidades y funciones que cada uno iba a desempeñar. Esto condujo a una tradición de elegir al mejor y más capaz de la familia para asumir las riendas de los asuntos empresariales, así como mantener firmemente la sucesión «dentro de la familia».
Tras el retiro y deceso de su padre, Emilio permaneció a cargo, convirtiéndose en lo que en términos actuales sería el presidente del Consejo de Administración de la empresa. Además, debido a sus inclinaciones sociales, literarias, artísticas y políticas, con toda seguridad debe haber estado muy involucrado en las relaciones públicas (de haber existido ese término) y es probable que también haya ejercido gran influencia en la parte publicitaria.
Henri, quien había estado fungiendo como presidente interino y director de operaciones, estaría ahora a cargo de lo que se denomina «operaciones comerciales», lo que hoy es el presidente y director ejecutivo de la destilería.
Facundo hijo, siempre trabajando sin descanso y en silencio en el área de producción, y completamente obsesionado con la calidad, sería ahora el vicepresidente de producción.
José, en La Habana, tendría responsabilidades relacionadas con la promoción y publicidad.
ESTABILIDAD Y PRESTIGIO, PERO INGRESOS REDUCIDOS
La familia estaba lista para enfrentar el futuro, sacar a la compañía de la bancarrota y embarcarse en la ruta a la prosperidad.
La motivación y la voluntad para triunfar estaban allí, concentradas en el ADN de la familia Bacardí, pero el éxito económico no sería fácil ni llegaría de inmediato.
En 1900, Henri viajó a París para asistir a la Exposición Universal, la madre de todas las exposiciones internacionales. La primera exposición mundial del nuevo siglo celebró los logros del siglo previo y le dio notoriedad a los mejores, más brillantes y destacados de la naciente era moderna.
Eran las grandes ligas, por decirlo de algún modo. Los expositores no solo promovieron sus productos ante una inmensa audiencia internacional —casi 50 millones de personas visitaron la exposición de París durante los ocho meses que duró—, sino que también se otorgaron premios prestigiosos en varias categorías de inventos y productos.
Un triunfo aquí, en el año en que se presentaron el cine sonoro, la escalera mecánica, el motor diésel y el metro de París, le proporcionaría un impulso tremendo a la marca del murciélago y a su reputación creciente de ser el ron de mejor sabor del mundo.
Como era de esperarse, Bacardí se llevó la medalla de oro en su categoría. Los reconocimientos siguieron llegando y de cara al exterior parecía ser un momento de prestigio y fama. Sin embargo, seguía entrando muy poco dinero.
Había paz y estabilidad en el país, la economía cubana estaba mejorando y el singular ron blanco obtenía renombre internacional, pero pasarían años antes de que Bacardí recibiera ganancias.
Aunque el panorama financiero estaba mejorando, la compañía seguía operando con pérdidas. En 1880 registró ventas brutas de 45 000 pesos (alrededor de 83 000 dólares), pero por una u otra razón gran parte de esos ingresos nunca pudieron recaudarse.
Veinte años después, el total de las ventas brutas en 1900 fue de 240 000 pesos (alrededor de 442 000 dólares) y la recaudación de los ingresos había mejorado de forma notable. Sin embargo, la compañía seguía saldando una gran deuda.
En el trayecto, la extraña combinación de guerra, paz y ron ayudó a establecer la presencia de Bacardí en el inicio de la «edad de oro de los cocteles».
HISTORIAS DEL ORIGEN DE ALGUNOS COCTELES CLÁSICOS
Durante la transición a un gobierno electo, los soldados estadounidenses que habían combatido junto a los patriotas cubanos fueron alojados en filas interminables de tiendas de campaña a lo largo del Paseo del Prado, una de las principales avenidas de La Habana. Tenían los bolsillos llenos de dólares y frecuentaban bares y restaurantes locales.
En el verano de 1900, los soldados también recibieron los primeros cargamentos de Coca-Cola de la isla.
Cuenta la historia que un hombre llamado Fausto Rodríguez, quien trabajaba como mensajero para el Cuerpo de Señales del Ejército de Estados Unidos, solía frecuentar The American Bar, en la calle Neptuno, donde se vendía mucho ron BACARDÍ. Estando allí un día, en 1900, Rodríguez vio a un militar estadounidense, conocido como el capitán Russell, ordenar BACARDÍ y una Coca-Cola con limón fresco. Los soldados estadounidenses que estaban celebrando el final de la guerra probaron la bebida y les encantó. Mientras debatían qué nombre darle al coctel, un soldado sugirió «Cuba libre», y todos elevaron sus vasos para brindar con el grito de guerra de los rebeldes: «¡Viva Cuba libre!».
Y así, la novedosa mezcla de ron BACARDÍ y Coca-Cola empezó a conocerse con el nombre de «cubalibre».
Tiempo después, Rodríguez relató, bajo juramento, el origen de la bebida, declaración que se encuentra en la actualidad en la colección de los Archivos Bacardi en Miami.
Mientras tanto, en el oriente de Cuba, un ingeniero estadounidense llamado Jennings S. Cox trabajaba en una mina de cobre frente al mar, cerca de Santiago. Era, de hecho, la misma playa en la que habían desembarcado los soldados estadounidenses al principio de la guerra. Se dice que un día llenó un vaso con hielo picado, le añadió azúcar y jugo de limón, vertió ron BACARDÍ y nombró al nuevo coctel como la playa: Daiquirí.
La receta original, escrita a mano por Cox para una tanda de daiquirís para seis personas, se encuentra en la Colección de la Herencia Cubana de la Biblioteca de la Universidad de Miami. Junto con los otros ingredientes, la receta dice específicamente «seis tazas de Bacardí».
El congresista estadounidense de Nueva York llamado William Chandler —viejo defensor de la independencia cubana que había participado en cuatro batallas durante la guerra hispano-estadounidense— compró la mina de cobre un año después. Había disfrutado de los daiquirís en la mina y fue él quien introdujo el coctel en los establecimientos donde se vendían bebidas alcohólicas en la ciudad de Nueva York.
El almirante Lucius Johnson, oficial médico de la Marina, posteriormente lo agregó a la carta de bebidas del Army and Navy Club, en Washington DC.
TROPAS ESTADOUNIDENSES PROMUEVEN EL RON CUBANO BACARDÍ CON POSTALES DE SANTIAGO DE CUBA
El éxito de la cubalibre y el daiquirí entre los miles de soldados estadounidenses en Cuba fue, sin duda, una revelación para los astutos directivos de la compañía.
Es difícil determinar el número exacto de soldados, pero debió haber sido pequeño. Esto es lo que se sabe: el día de la declaración formal de guerra, el 25 de abril de 1898, Estados Unidos tenía un ejército de apenas 26 000 hombres. El 23 de abril, el presidente McKinley pidió 125 000 voluntarios. El 20 de junio, 43 barcos con un ejército expedicionario de 16 200 hombres aparecieron frente a Santiago. El 22 de junio, 6000 hombres desembarcaron en Daiquirí. En concreto, el combate en tierra con participación de soldados estadounidenses duró 24 días. Para el 16 de julio, el día de la firma del armisticio, habían desembarcado 15 000 soldados.
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