Jorge Del Rosal

El vuelo de Bacardí


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de regreso para su venta, lo que implicaba incurrir nuevamente en altos gastos de envío. Entonces se sugirió que podría ahorrarse dinero enviando barriles de ron de alta graduación alcohólica a Estados Unidos.

      La lógica era simple: el ron común de 80 grados contenía 40 % de alcohol y 60 % de agua, pero el de 130 grados contenía 65 % de alcohol y 35 % de agua. Al enviar 1000 galones de ron de 80 grados, la compañía estaba pagando para transportar 600 galones de agua. A 130 grados, solo pagaría el envío de 350 galones de agua.

      En Estados Unidos —donde la planta embotelladora de Nueva York ya estaba en funcionamiento— se le volvería a añadir agua al ron de alta graduación alcohólica para obtener un licor normal de 80 grados, que se embotellaría ahí mismo para su distribución y venta dentro del país. Ello generaría un ahorro enorme.

      La línea de embotellado se inauguró en 1916, se implementó el nuevo esquema de «transporte extrafuerte» y todo empezó a marchar de maravilla.

      En 1917, Bacardí reportó ganancias de 420 303 pesos (alrededor de 825 000 dólares) y los activos de la empresa se valuaron en 1.7 millones de pesos (alrededor de 3.1 millones de dólares). Sin embargo, tan solo dos años después caería otro golpe.

      LA LEY SECA Y UN AUGE INESPERADO DE VENTAS

      El 22 de julio de 1919, el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley de Prohibición, también conocida como Ley Volstead. Penalizó la producción, venta y distribución de bebidas embriagantes, definidas como toda aquella con contenido alcohólico por encima del 0.5 %.

      Con un límite de tolerancia tan bajo, incluso la cerveza y el vino quedaron prohibidos. La ley seca entró en vigor el 7 de enero de 1920 en todo el territorio estadounidense.

      Bacardí sufrió en el corto plazo porque tuvo que dejar de vender a los distribuidores en Estados Unidos, donde las ventas habían estado creciendo cada vez más. No obstante, como consecuencia involuntaria de la ley seca, las ventas en Cuba aumentaron a decenas de miles de cajas, debido a que los estadounidenses empezaron a viajar en masa al país insular, ubicado a solo 144 kilómetros de la costa de Florida, para beber.

      Carteles turísticos coloridos mostraban Cuba como «El paraíso del Caribe», repleto de ron legal. El fácil acceso, los inviernos cálidos, el entorno exótico y tropical, los bares diseñados para atender a los estadounidenses y las barricas inagotables de ron convirtieron la isla en un destino muy cotizado. Los viajes de ciudadanos estadounidenses a Cuba se duplicaron durante la década de 1920, por lo que alcanzaron la cifra de 90 000 en 1928.

      Había paquetes especiales de viaje por tren y barco de vapor para trasladar a los sedientos turistas a la isla, además de vuelos diarios a La Habana desde ciudades del interior de Estados Unidos, como Cleveland y Cincinnati. Vendedores de boletos de Pan American Airlines en Miami y Cayo Hueso repartían pegatinas en las que se leía: «Vuela a Cuba y báñate en ron BACARDÍ».

      La década de la ley seca también tuvo como consecuencia que hordas de cantineros estadounidenses se mudaran a Cuba y que numerosas cervecerías y destilerías de Estados Unidos desmontaran y reubicaran sus negocios en la isla. Un artículo en Fortune señaló que la ley seca había «convertido a Cuba en la cantina de Estados Unidos». Se calculaba que había más de 7000 bares en La Habana en la década de 1920.

      Con las ventas de ron BACARDÍ en un crecimiento vertiginoso, la planta de producción de Santiago, ampliada en 1915, no podía ya mantener el ritmo de la demanda. El 4 de febrero de 1922, Emilio, acompañado de su sobrina, Enriqueta Schueg Bacardí, cortó el listón inaugural de una nueva destilería que la compañía construyó en los terrenos de una antigua cervecería cubana que había sido clausurada.

      Poco después de que las nuevas instalaciones iniciaran operaciones y con la empresa en un gran momento, Emilio Bacardí falleció en su casa, la Villa Elvira. La ciudad decretó dos días de duelo y fue testigo del funeral más grande en su historia.

      Cuatro años después, en 1926, murió su hermano Facundo y la ciudad de Santiago organizó otro funeral fastuoso. El periódico The New York Times lo describió como una persona «de talante reservado, muy caritativo, que dio grandes sumas de dinero para ayudar a los pobres y fue muy querido por sus empleados, quienes lo consideraban un hombre bueno y maravilloso».

      Al momento de su muerte las ganancias netas de la compañía eran de aproximadamente 75 millones de dólares, un gran incremento en comparación con los 825 000 dólares obtenidos menos de diez años antes.

      DIVERSIFICACIÓN Y ENFOQUE EN LA COMUNIDAD

      Tras las muertes de Emilio y Facundo, Henri Schueg, el muy trabajador yerno del fundador de la compañía, tomó medidas para diversificar los negocios de Bacardí. Lo primero que hizo fue inaugurar una fábrica de hielo en los terrenos de la nueva destilería para dar servicio a la población de Santiago.

      Poco después compró una pequeña cervecería que tenía 13 años de haberse abierto en la ciudad. Con el objetivo de producir una cerveza de primer nivel para el mercado cubano, Henri contrató a un cervecero alemán, George Friedrich, para crear la que se convertiría en la cerveza más vendida de Cuba: la Hatuey, nombrada en honor del líder indígena del siglo XVI de la isla vecina de La Española (hoy conocida como isla de Santo Domingo, compartida por Haití y la República Dominicana).

      El cacique Hatuey —muerto en Cuba, quemado por los españoles, luego de una insurrección en 1512— es venerado como el primer hombre en dirigir una batalla organizada contra el colonialismo en el Nuevo Mundo.

      Las primeras botellas de Hatuey, una cerveza rubia de alta calidad, salieron de la línea de producción en enero de 1927. Ese mismo año, ganó una medalla de oro en la Exposición de Cienfuegos. Henri ideó una táctica inteligente para presentar el nuevo producto: giró instrucciones al equipo de ventas de que regalaran bloques de hielo con cada compra, lo que hizo que Hatuey fuera pronto conocida como la única cerveza fría de la isla.

      A pesar de su continuo éxito y riqueza creciente, la familia Bacardí no olvidó sus orígenes ni su obligación de mejorar la vida de las personas en Cuba. Elvira Cape Bacardí siempre tuvo la misma conciencia social que su difunto esposo Emilio, el venerado independentista, alcalde y senador. A manera de regalo póstumo a la ciudad, Elvira terminó de construir, en nombre de Emilio, el museo municipal que él fundó en 1899.

      Antes de su muerte, el museo fue un sitio modesto dedicado a preservar la historia de la lucha por la independencia de Cuba. Tras su fallecimiento, Elvira financió un ambicioso proyecto de construcción de seis años cuyo resultado es el imponente edificio neoclásico que puede verse hoy en el centro de Santiago.

      Con su fachada blanca y columnas monumentales, el Museo Emilio Bacardí Moreau fue inaugurado el 27 de octubre de 1927. En sus estatutos se establecen como objetivos la recolección, preservación y exposición de la historia natural, las piezas arqueológicas, el arte y los logros industriales de Cuba, así como ofrecer programas educativos permanentes.

      MÁS PÉRDIDAS, PERO LA VIDA CONTINUÓ

      En 1932, otro terremoto azotó la ciudad dejando grandes daños. La compañía perdió un depósito que contenía 30 000 cajas de ron, aunque esta vez sí estaba asegurada.

      Al año siguiente, la familia sufrió una pérdida mucho mayor cuando Elvira, la benevolente matriarca que había continuado las buenas obras de su esposo, falleció en Santiago. Su año de nacimiento, 1862, coincidía con el año en que Facundo Bacardí Massó constituyó su negocio.

      Elvira superó y logró mucho durante sus 71 años de vida. Sufrió las adversidades de la guerra y los años de encarcelamiento de su esposo. Durante la guerra por la independencia ayudó a canalizar armas y provisiones para los rebeldes, firmando siempre sus mensajes cifrados como «Fociona», la versión femenina de Foción, un antiguo estadista griego que resistió heroicamente el asedio de Atenas por Macedonia.

      Elvira condujo a la familia durante el exilio y luego de regreso a una Cuba libre e independiente. Con el tiempo, estableció varios orfanatos y asilos de ancianos. El rey de Bélgica la honró por su labor caritativa durante la Primera Guerra