existencial, o en el rey Lear está presente la sociedad de la Edad Media.
Lo que percibo en mis clases es que la mayoría de los estudiantes tiene una buena actitud al respecto, lo cual prueba la necesidad de la ficción y la fantasía. No solamente se requiere de una formación profesional enfocada hacia una educación que prepare para el mundo del trabajo, que a la postre resulta gris y muy pragmático; sino estimular para que el sueño y la ilusión estén presentes en el ser humano, y cuando ese sueño y esa ilusión son alimentados por personajes fantásticos, se les da una realidad a esos personajes de ficción, hasta el punto que el estudiante pueda decir: “mire, yo me parezco a ese personaje” o “ese personaje es igualito a mí”.
Olvidé contarles que inmediatamente después de graduarme en Sociología abrimos un jardín infantil con una compañera de carrera. La experiencia duró solo cinco años y me concentré en elaborar material didáctico para desarrollar la motricidad fina de los niños inspirado en María Montessori. Llegué a montar un taller de carpintería en el patio de mi casa donde elaboraba rompecabezas, material de ensartado, acople y picado, entre otros. Así todos los caminos iban confluyendo: sociología de la educación, juego y literatura.
Considero que es necesaria la ficción en la vida del ser humano. Es necesaria la imaginación, la esperanza, el mundo de los sueños. Ahí uno entiende a Borges cuando plantea que lo más real son los sueños. La realidad no es la que conocemos como real, es la realidad de los sueños la que viene e invade este mundo y puebla de fantasía lo real.
JS: Cuéntenos sobre su trabajo en el programa de Licenciatura en Pedagogía Infantil y sus aportes al estudio de las infancias con diversas asignaturas.
SM: Algo que me motivó para estudiar un posgrado en literatura es que yo tenía a mi cargo un curso de literatura en la Licenciatura en Pedagogía Infantil, que se llamaba Didáctica de la literatura infantil y juvenil, cátedra que desarrollé desde 1998 a 2014. Desde muy temprano en mi vinculación ya estaba hablándoles a los estudiantes y llevándolos por el universo de lo fantástico; se trataba de a acceder a la literatura mediante el juego y convertir el juego en literatura, que fue la consigna de todos estos estos años de enseñanza y aprendizaje. El programa de este curso se fue estructurando con el paso de los años hasta quedar conformado por tres bloques: el primero introducía al estudiante en el relato literario más corto, que eran las fábulas de Esopo, Fedro, La Fountaine, Samaniego, Iriarte y Rafael Pombo. Luego nos sumergíamos en los cuentos maravillosos de Perrault, los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen y algunos relatos de Las mil y una noches. Para terminar el curso leíamos libros completos, como Robinsón Crusoe, Pinocho, Alicia en el país de las maravillas, El Principito y El mago de Oz, entre otros.
Con el propósito de que las estudiantes de la Licenciatura en Pedagogía Infantil llegaran de manera motivante con estos relatos al público infantil, en la segunda parte de cada clase se desarrollaban juegos relacionados con el relato literario de la semana a través de recursos didácticos que el mercado editorial ofrecía. Algunos vienen en forma de libro álbum, libro acordeón, libro de rompecabezas, pop art book, y otros en forma de loterías literarias, y de cartones ilustrados con relatos infantiles, que se juegan con dados y fichas. Lo mejor de toda esta experiencia literaria era el goce que yo sentía al salir a buscar en ferias de libros y en distintas librerías de Bogotá libros y juegos didácticos, para luego presentárselos a los estudiantes.
En cuanto a la cátedra de Historia de la infancia, ella se fue documentando con las investigaciones pioneras en este campo como es la Historia de la infancia del norteamericano Lloyd de Mause, El niño y la vida familiar en el antiguo régimen del francés Philippe Aries y La niñez en el siglo XX, estudio hecho sobre la niñez en Bogotá, por las investigadoras colombianas Cecilia Muñoz y Ximena Pachón. Son muchos los estudios posteriores sobre el tema de la infancia, pero estos tres marcaron la pauta para las investigaciones que se hicieron después. En cada clase los estudiantes se apropiaban de estos contenidos mediante la exposición magistral que yo les presentaba en cada clase y luego con la participación documentada que ellos iban logrando. Por fortuna aún se mantiene esta asignatura en el programa vigente, ya que es de suma importancia para las licenciadas en pedagogía infantil poseer una información básica que les dé claridad sobre el sector poblacional que está bajo su cuidado y educación.
La manera en que desarrollo un curso implica primero diseñar un programa con sus contenidos básicos y buscar soportes bibliográficos fuertes que documenten con suficiente amplitud cada tema. Cada semana se debe dejar un material de lectura para que los estudiantes participen de manera argumentada en sus intervenciones. De las tres evaluaciones, una de ellas es oral, para conducir a los estudiantes a construir un discurso fundamentado de su profesión, la segunda evaluación es escrita para que desarrollen la habilidad escritural y una tercera es en grupo para familiarizarlos con el trabajo en equipo. El espíritu que se mueve en el fondo es el de ser exigente en la formación de los y las futuras educadoras de la infancia, elevar su autoestima como profesionales necesarios en nuestra sociedad colombiana y cualificar su aporte profesoral.
En los últimos años de mi vinculación a la Facultad de Educación formé parte del Comité de Prácticas de la Licenciatura en Pedagogía Infantil. Esto constituyó otro momento muy enriquecedor, puesto que orienté el primer nivel de práctica, con niños de instituciones educativas del distrito capital, y el último nivel de práctica, con niños hospitalizados del Hospital San Ignacio y del Hospital Cardioinfantil de Bogotá. Esta última práctica confrontaba de manera profunda a las estudiantes con una realidad de la cual casi no se habla: la enfermedad y la muerte de los niños.
En general, destaco la manera en que funcionaba el Comité de Prácticas, por su interés en la selección de cada sitio de práctica, la constancia y la puntualidad en cada una de las reuniones, la rigurosidad en el manejo de cada nivel de práctica, y el seguimiento hecho a cada estudiante en el sitio de práctica, entre otros aspectos. Este programa de licenciatura aún se destaca por ser uno de los primeros del país en incluir las prácticas formativas en su currículo, desde los primeros semestres, muy acorde con la situación del país y de las exigencias contempladas en diferentes leyes y códigos de la infancia. Siempre fue importante la gestión hecha por las diferentes directoras del programa de la licenciatura, y de todos los compañeros que hicimos parte del equipo, con sus muchos aportes y vivencias. Una vez más se cumplió aquí mi consiga: mantener buenas relaciones con mis colegas y rigurosidad en el proceso orientador de las estudiantes.
JS: ¿Cuáles considera que son hoy los mayores desafíos a los que se enfrentan los estudiantes de licenciatura en el país? ¿Cómo lo ve ahora en un país como Colombia en proceso de construcción de paz?
SM: Me acuerdo del compositor Jorge Velosa, fundador del grupo Los Carrangueros de Ráquira, cuando lo invitaron al evento La carreta biblioteca, y para resaltar esta labor expresó: “se necesitan más librerías que chicherías”. De igual manera, en las redes sociales se habla de que se necesita más books y menos face. A esos dilemas son a los que están enfrentados hoy los jóvenes. El cambio en la educación es urgente, porque la información se encuentra disponible fácilmente. Al hablar en este relato de mi paso por el Centro Universidad Abierta, el programa educativo en su primera década funcionaba con una información básica contenida en un set de libros diseñados en formato modular. Otra información circulaba a través de muy pocos libros y la información virtual era nula. Para los programas presenciales el mundo impreso era casi en su totalidad cubierto por material fotocopiado por ausencia de la circulación del libro impreso. Durante la década de los noventa del pasado siglo se fue accediendo al libro porque se fue ampliando el mercado editorial y desde comienzos de este milenio el internet y los medios electrónicos llenaron este vacío: Google se convirtió en la enciclopedia más grande del mundo, la información se encuentra en cualquier momento disponible y el estudiante puede acceder a ella cuando quiera. Yo creo que el maestro lo que debe hacer no es repetir esa información, sino más bien ponerla en contexto, darle un sentido de prioridad, conforme a su importancia, establecer un marco jerarquizante, y eso lo agradece mucho el estudiante.
El profesor desde su experiencia muestra caminos que se convierten en horizontes para su audiencia. Creo que el profesor no solamente se dedica a desarrollar un discurso, sino que él mismo como persona está presente