mostrarlo a los estudiantes, mostrarse él mismo con honestidad y no limitarse solo a un tema que preparó para una clase, cátedra o curso, y que cuando ellos acaban pareciera que pasó mucho por sus cabezas pero nada por su sensibilidad.
Yo creo que el maestro lo que debe hacer no es repetir esa información, sino más bien ponerla en contexto, darle un sentido de prioridad, conforme a su importancia, establecer un marco jerarquizante, y eso lo agradece mucho el estudiante.
La cuestión es cómo conmover tres dimensiones primordiales del ser: mente, corazón y manos, y esto es válido no solamente para la formación de maestros sino también para la formación de todo tipo de profesional sea del área que sea.
¿Cómo verlo ahora en un país como Colombia en proceso de construcción de paz? Yo creo que hay un discurso grande de la paz donde están inmersos muchos sectores de la realidad colombiana. La educación está inserta en ese gran interés nacional y sin dejar de lado estos empeños, también creo en lo micro: creo en el proceso de paz dentro del núcleo familiar, con los vecinos; en el transporte público; en ambientes de concurrencia masiva, como los conciertos y las marchas. Ahí es donde se mide el talente del ciudadano con características personales y es donde se evidencia el respeto por el otro. La otra paz en grande es buena, pero puede que termine solo en decretos, en leyes, en grandes acuerdos. Pero si la sensibilidad de la persona identificada con nombre propio, en la convivencia cotidiana no se transforma, eso sigue quedando solo como buenas intenciones.
¡Hay tantas maneras de asumir los procesos de paz! En el ámbito educativo el maestro mismo debe ser muy respetuoso con el estudiante y no violentarlo. Nosotros los maestros, desde nuestra posición privilegiada de conocimiento, algunas veces planteamos jerarquías que son leídas por los estudiantes como agresión. Ellos requieren más de una orientación crítica que los confronte y los conduzca al estudio y a la investigación, más que de una agresión. Tener un conocimiento a la mano para modificar la vida de un grupo, en un momento de construcción de paz, es hablar de la paz a nivel micro. Entonces, el maestro ahí sí juega un papel fundamental, no solamente como transmisor de un conocimiento, sino como una persona formadora y sensible ante el proceso difícil que ha vivido Colombia en la construcción de nación.
En los años noventa, por ejemplo, la educación se centraba mucho en la profesionalización docente porque se trataba de maestros en ejercicio que no tenían título, por lo que había que profesionalizarlos y el énfasis de la formación docente estuvo puesta allí, intensión de la cual participaron, no solamente la Universidad Javeriana, sino varias universidades de todo el país. En la primera década del siglo XXI la formación docente puso más su atención a la inclusión de nuevas tecnologías de la información y la comunicación en la educación. Pienso que, en esta segunda década del milenio, la formación se está centrando más en los procesos de investigación: formar un maestro investigador de su realidad. Vemos así, que cada década le plantea a la educación nuevos temas y realidades. Creo que en este momento la formación en investigación es fundamental, pero sin olvidar que cuanto más nos humanicemos más vamos a impactar en los estudiantes y en quienes nos rodean. Por ello rescato mucho el aporte que hace la literatura, la música y el arte en todas sus manifestaciones para sensibilizar ese lado hosco y huraño que todos tenemos dentro y ayudar a cultivar lo mejor de nuestra humanidad. Entonces, hablamos no solamente de ese profesor investigador, merecedor de títulos y de reconocimientos, de ese profesor de laboratorio y apologista de las últimas tecnologías, sino de un profesor humanizado y actualizado en el conocimiento y que se presenta sencillo ante el grupo de estudiantes.
Vale la pena reiterar que la inclusión de las humanidades y el arte en los currículos de los programas académicos es necesaria por su alta dosis de humanización que encierran. Pero vemos que esos espacios cada vez disminuyen o simplemente se suprimen, y en el caso de las licenciaturas se reduce este campo para cumplir con los créditos establecidos y para darle prioridad a otras áreas de profesionalización. Se trata de formar buenos licenciados, que se desenvuelvan profesionalmente, lo cual es necesario, pero esto va en detrimento de su ser personal. A mi modo de ver, esta situación crea una infelicidad en la persona y en el mundo en general, estamos viviendo, como dice Max Weber, en un mundo desencantado. Cada vez hay menos ilusiones en el mundo para vivir. Aquí vuelvo a decir que la fantasía y los sueños son fundamentales en la vida, y que el ser humano no debe renunciar a ellos — mucho menos cuando se trata de un maestro, en general, y de la infancia, en particular—.
La cuestión es cómo conmover tres dimensiones primordiales del ser: mente, corazón y manos, y esto es válido no solamente para la formación de maestros sino también para la formación de todo tipo de profesional sea del área que sea.
Pienso que, en esta segunda década del milenio, la formación se está centrando más en los procesos de investigación: formar un maestro investigador de su realidad. Vemos así, que cada década le plantea a la educación nuevos temas y realidades.
Además de lo dicho, considero que un formador de maestros, que se vincule a una facultad de educación y a programas de licenciaturas y de maestrías en educación, independientemente de la formación profesional que tenga, debe tener un referente de los clásicos de la pedagogía. Yo creo que es insoslayable tener presente el conocimiento sobre educación que Platón nos brinda en su libro La República; la reflexión que San Agustín nos cuenta en Confesiones, que perfila lo que va a ser la educación en la Edad Media; y la indagación que hace Jean Jacques Rousseau en Emilio o de la educación. La lectura de estos libros es ineludible para el profesor y además beneficioso por la trascendencia que va a tener en sus estudiantes.
También es necesario conocer las indagaciones sobre educación, que se dieron a finales del siglo XIX, y que tiempo después generaron métodos pedagógicos empleados en varias instituciones educativas de Europa y América. Lo mismo sucede con el pensamiento educativo surgido durante el siglo XX plasmado en grandes teorías que también generan una influencia específica en la educación. María Montessori nos habla de la importancia de educar los sentidos; Freud nos habla de que, a pesar de toda la educación que tengamos, hay unas fuerzas instintivas que nos gobiernan. Sin necesidad de que sea experto en estos autores, su conocimiento le brinda una estructura básica al profesor. El acercamiento que Piaget hace hacia la educación de la inteligencia; y Kohlberg a la necesidad de educar el juicio moral.
Aún sin conocer demasiado de estas teorías, los planteamientos generales de estos autores le ayudan bastante al profesor a contextualizar su quehacer educativo. Es necesario nutrirse siempre de esos clásicos. Por ejemplo, un estudio tan importante de la educación y la pedagogía como es Paideia de Werner Jaeger significa un aporte clave para un profesor universitario en su ejercicio docente. Esto no es que sea obligatorio, simplemente se trata de obras y autores que se convierten en referentes importantes, más cuando en las facultades de educación, y específicamente en la de la Universidad Javeriana, y resalto que esto constituye una gran riqueza, el desarrollo de los programas está a cargo de licenciados, pero también de profesionales de diferentes áreas distintas a la educación: como psicología, sociología, teología o filosofía, y que no necesariamente tienen que ser titulados como licenciados.
JS: ¿Qué aspectos de la formación de educadores considera que han sido centrales en su propuesta de enseñanza?
SM: Considero que mi práctica docente se ha ido construyendo como un camino que incluye diferentes áreas de conocimiento: sociología, historia, literatura y pedagogía; no se trata de un conocimiento tan especializado, pues ello tiene su lado negativo al tomar la forma de un embudo que va cerrando caminos. El conocimiento tiene una doble cara: una, mirar específicamente hacia un ángulo y explorarlo a profundidad, pero otra, no renuncia a la universalidad. Yo creo que en la educación ellos deben ir juntos, es decir, el juego entre lo particular y lo universal.
Estas apreciaciones están atravesadas por la experiencia que me han brindado los viajes nacionales y al exterior. Cuando se traspasan las fronteras de país, uno como maestro se posiciona de manera diferente frente a uno mismo y al conocimiento en general. Ir escalando del municipio al departamento, de ahí a lo nacional y luego traspasar fronteras, significa ver otros horizontes de organizaciones sociales europeas, americanas, africanas y orientales; experiencia que modifica necesariamente la sensibilidad y brinda una universalidad