J. I. Packer

En pos de los puritanos y su piedad


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del avivamiento puritano fue escarnecida por otras personas de la misma época, y no la consideraron como algo serio (eso es evidente, si tomamos en cuenta la historia de la palabra «puritano»), y en lo que respecta a las personas de otras épocas, podemos decir que los estudiantes modernos han sido traicionados por esa influencia, y por esa razón, tampoco han tomado en serio esa búsqueda. Y en tercer lugar, los puritanos no usaron la palabra «avivamiento» como el término técnico para lo que buscaban, sino que expresaron sus objetivos completamente en términos de «reforma». Cuando, por ejemplo, en 1656, Richard Baxter publicó su obra clásica acerca del ministerio, El pastor reformado, lo que quiso transmitir a través de la palabra «reformado» no era la idea de un pastor con doctrina calvinista (aunque sí lo daba por sentado, al menos en un sentido más amplio); en realidad, la idea que quiso transmitir era la de un pastor renovado en vigor, celo y propósito, en otras palabras, un pastor avivado, como el libro en sí mismo lo aclara. Y cuando escribió en otra parte, «Si Dios tan solo reformara el ministerio, y provocara que los ministros hicieran sus deberes con celo y fidelidad, la gente ciertamente sería reformada»,16 lo que quiso decir con «reformada» fue una vez más lo que nosotros expresaríamos al decir «avivada». Pero los historiadores y los evangélicos (una vez más, no sé por qué) conciben regularmente las palabras «reforma» y «reformación» en la iglesia, solo como una cuestión externa, es decir, la doctrina profesada públicamente y el orden establecido públicamente, sin ninguna relación con la renovación interna del corazón y de la vida; por lo tanto, olvidan las dimensiones espirituales del objetivo de la «reforma», que los reformadores y los puritanos siempre tuvieron en el corazón.

      Sin embargo, si nos preguntamos por qué durante todo el reinado de Isabel, los puritanos predicaron, escribieron y solicitaron intervenciones oficiales para producir un ministerio piadoso y competente;17 por qué los puritanos introdujeron y respaldaron los «prophesyings» (reuniones para la exposición bíblica), que fueron suprimidos por la reina Isabel;18 por qué a través de conferencias e incumbencias, los puritanos trataron de establecer su propia red de predicadores eruditos y piadosos en toda Inglaterra; por qué alentaron constantemente a los ricos a financiar los gastos universitarios de los jóvenes prometedores, con la intención de que estuvieran preparados para el ministerio; por qué los puritanos feudales compraron derechos de patrocinio y las dotes (prebendas) después de 1625, hasta que William Laud se los impidió por ley;19 por qué fueron establecidos el Comité Parlamentario para Ministros Saqueados de 1642, y los Comités de Ejecutores Cromwellianos de 1654 (para desplazar al clero incompetente) y la Comisión de los Triers (para examinar los aspirantes a los titulares). En resumen, si nos preguntamos por qué la preocupación por un ministerio de calidad evangélica siempre estuvo en la cima de la lista de prioridades puritanas, como lo fue realmente), la respuesta es muy obvia. Y la podemos encontrar en las siguientes palabras de Baxter: «Todas las iglesias se levantan o caen a medida que el ministerio aumenta o disminuye (no en riquezas o grandeza mundana) sino en conocimiento, celo y habilidad para su trabajo».20 Los puritanos querían, más que nada, ver a la iglesia en Inglaterra «resucitar» espiritualmente, y vieron que esto no podría ocurrir sin un ministerio renovado.

      Por lo tanto, las cosas no ocurrieron como a menudo lo insinúa William Haller21, quien da a entender que, después de 1570 el clero puritano comenzó a recurrir a la predicación y al trabajo pastoral como un medio para alcanzar su objetivo de construir una comunidad laica lo suficientemente fuerte como para asegurar los cambios en el orden de la iglesia, lo cual en ese tiempo era inalcanzable por acción directa; la verdad es más bien que, sin ir muy lejos, como el sermón de Edward Dering22 (al estilo de John Knox antes de Isabel en 1570 y antes de la Admonición de 1572) lo deja en claro, desde el punto de vista puritano, todo lo que ellos hacían con respecto al orden de la iglesia no era un fin, sino era un medio para alcanzar un fin mayor, es decir, la gloria de Dios a través de la salvación de los pecadores y la edificación de congregaciones avivadas en las que se reuniría el pueblo de Dios, y por esa razón hacían tanto énfasis en erradicar todas las cosas supersticiosas y erróneas que contristaban al Espíritu. Y cuando hablaban de la salvación de los pecadores, los puritanos no sólo se referían a su conversión, sino también al crecimiento de su salud espiritual, su fortaleza, y su obediencia consagrada, a través de la comunión mutua; en pocas palabras, su crecimiento en santidad (porque los puritanos usaron esa gran palabra en un sentido tan amplio como para incluir en ella cada aspecto y dimensión de la vida piadosa). Porque ellos sabían que la santidad de las personas de Inglaterra nunca sería una realidad sin un ministerio que fuera «poderoso», «doloroso» (laborioso) y «útil» (tres grandes características puritanas de un buen ministro). Por esa razón, durante más de un siglo, los ministros puritanos se dedicaron a la predicación y al cuidado pastoral. La causa por la que ellos luchaban no era principalmente la reestructuración de la iglesia, sino su avivamiento.

      Esto nos lleva al segundo hecho, a saber, que el avivamiento personal era el tema central de la literatura devocional puritana.Aproximadamente a lo largo de cuatro quintas partes de su A Christian Directory [Directorio cristiano] (una obra de 1 143 páginas tamaño folio), la cual tiene el siguiente subtítulo en inglés: Un compendio de teología práctica y casos de conciencia. Para dirigir a los cristianos enseñándoles a utilizar su conocimiento y su fe; a mejorar las ayudas y los medios para desempeñar todas sus obligaciones; y a vencer las tentaciones y mortificar cada pecado, Baxter examina diferentes «Casos de conciencia eclesiásticos», y el caso número 174, es el siguiente: «¿Cuáles son los libros, especialmente de teología, que debería escoger una persona que, ya sea por falta de dinero o de tiempo, no puede leer mucho?» Como respuesta, Baxter enlista lo que él llama «La biblioteca más pobre o más pequeña que uno puede tolerar»: Una Biblia, una concordancia, un comentario, los catecismos, algo acerca de las doctrinas del evangelio, y «todas las obras prácticas y fervorosas que puedas conseguir de escritores ingleses». Y en ese sentido, nombra por lo menos 60 obras, todas de autores puritanos, con la excepción de tres, y después repite: «Todas las que puedas conseguir».23Y esta literatura, a la que Baxter mismo contribuyó mucho (con obras tales como su Directory[Directorio], El reposo eterno de los santos, A Call to the Unconverted [Un llamado a los inconversos], Life of Faith [La vida de fe], Dying Thoughts [Pensamientos para antes de morir], y muchas más), es la literatura en la que ahora vamos a enfocarnos.

      ¿Qué es lo que contenían estos libros? En su mayoría eran sermones, en los cuales se exponían las Escrituras, a través del método puritano de «doctrina, razón, y uso» (es decir, proposición, confirmación, y aplicación). Pero estos sermones eran vinculados unos con otros con la intención de formar tratados, ya que los puritanos se tomaron mucha libertad en el desarrollo de las diversas líneas de pensamiento, teológicas y aplicativas que podían estar sugeridas en el pasaje que estaban exponiendo, de manera que podían «quedarse parados» juntos frente a un texto durante semanas, tratando de extraer esas verdades. Los escritores eran llamados «fervorosos» y «prácticos» porque, tanto por escrito como desde el púlpito, usaban palabras calculadas no solo para instruir, sino para hacer que los hombres sintieran la fuerza de la verdad y para mostrarles la manera en la que debían responder ante esa verdad. El contenido de estos tratados homiléticos puede describirse generalmente, en palabras de John Downame, como: «esa parte de la Teología (…) que consiste más en experiencia y práctica que en teoría y aplicación, y que principalmente tiende hacia la santificación del corazón, más que a la instrucción del juicio y el aumento del conocimiento; y que busca que todos sean despertados a la práctica de lo que ya saben con respecto a los deberes de una vida santa, y que, a su vez pretende estimular una obediencia nueva que produzca frutos de fe».24 Las categorías específicas de libros puritanos pueden incluir:

      1. Libros evangelísticos, los cuales abordan el pecado y la redención, el arrepentimiento y la fe, la conversión y la regeneración. En 1656, Thomas Goodwin y Philip Nye escribieron lo siguiente en su prefacio a la obra de Thomas Hooker, The Application of Redemption [La aplicación de la redención]: «Una de las glorias de la religión protestante es el hecho de que revivió la doctrina de la conversión salvadora, y de la nueva criatura producida por ella; pero de una manera más eminente, Dios ha otorgado el honor de esto a los pastores y predicadores de esta