regional ABC Rural, y una revisión y seguimiento de los diarios nacionales Clarín, La Nación y Página/12.
Buena parte de la cobertura de los conflictos obrero-rurales en la época en que la actividad sindical no estaba tan disociada de la cotidianidad de los operarios de maquinaria, fue analizada en base a la consulta de todos los números de la revista patronal Documentación e Información Laboral, entre 1970 y 1989, cuya colección se encuentra en parte en la Biblioteca de la CGT, y en parte en la biblioteca del CEIL del CONICET. También sobre el período anterior a los años ’90 —entre 1977 y 1985— se tomó contacto con algunos de los números de una de las escasísimas publicaciones de izquierda hechas por trabajadores rurales con independencia de la estructura gremial, llamada La Voz del Obrero Rural, la cual funcionó como órgano de la “Corriente Clasista de Obreros Rurales” desde mediados de los ’70 hasta fines de los ’80. Respecto a la actividad sindical obrero-rural durante y después de los años ’90, se compilaron y analizaron todos los números del órgano oficial de la UATRE Pregón Rural, entre 1997 y 2010; Salud Rural (órgano de OSPRERA, la obra social de UATRE); la revista de la “UATRE Seccional 494 Pergamino”, de aparición muy irregular; y Acción Gremial, también de Pergamino.
En relación a las fuentes estadísticas, se analizaron los datos acerca de la población asalariada ocupada en la agricultura en base a los Censos de Población y Vivienda 1970, 1980, 1991 y 2001, sin llegar a completar el plan original —por falta de información disponible al público— que incluía la consulta del último censo de 2010. Estos datos suelen ser más detallados que los de los censos agropecuarios porque la unidad de análisis son las personas y no las explotaciones agropecuarias, lo cual evita mejor las subdeclaraciones patronales del personal o la ausencia circunstancial de asalariados en la explotación al momento de la llegada del censista, a la vez que también capta mejor a los trabajadores empleados por contratistas que no dependen directamente de los establecimientos agropecuarios censados. No obstante —también con la frustración de no contar con datos de 2008— se consultaron datos de los Censos Nacionales Agropecuarios de 1988 y 2002.
De manera complementaria a los datos censales, en relación al número de los trabajadores empleados en la agricultura, también se ensayaron de forma bastante fructífera intentos estimativos a partir de la triangulación de datos de otras dependencias del Ministerio de Economía, como el Insumo de mano de obra en agricultura, ganadería, caza y silvicultura entre 1993 y 2007, elaborado por la Dirección de Cuentas Nacionales; o el Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones entre 1995 y 2010 de la Dirección Nacional de Programación Económica. Respecto a la caracterización y la estructura social interna de las empresas contratistas, se consultaron los datos de la Encuesta Provincial de Servicios Agropecuarios de la Provincia de Buenos Aires, 2002-2006, elaborada por la Dirección Provincial de Estadísticas de la Provincia de Buenos Aires. A la vez, en relación a la distribución del ingreso en la agricultura y la medida en que los salarios obreros eran suficientes para satisfacer sus necesidades básicas, y cuánto se acercaban o alejaban de la media de otros sectores de asalariados, se consultaron las series de la Dirección Nacional de Política Macroeconómica del Ministerio de Economía referidos a Salario Mínimo Vital y Móvil, entre 1970 y 2010; Salario Neto por Sector, entre 2006 y 2010; y la Canasta Básica Total, entre 1970 y 2010.
En fin, se trató de una investigación sobre un tema muy poco abordado, que se propuso explorar distintos elementos que contribuyeran a explicar la historia, la situación y a la identidad de este sector tan especial de trabajadores rurales. De ahí que, en definitiva, lejos de cualquier ánimo “concluyente”, los resultados de este primer intento sean tan generales como introductorios: cada área del mismo puede y necesita ser profundizada con nuevas indagaciones, al margen de todo lo que, por razones de espacio o coherencia, decidimos no incluir en este volumen. Sin embargo, el objetivo de esta publicación será cumplido si, sobre la base de arrojar algo de luz sobre un área decididamente oscura de la historia o la sociología rural, se lograran aportar nuevos elementos para el debate sobre la verdadera situación de los trabajadores rurales detrás del agronegocio, y sobre la naturaleza de las transformaciones económicas y sociales que atravesó la agricultura los últimos años.
Capítulo 1
“Buenas costumbres, poco sociable”
El “Flaco Loco”
Los jueces recibieron el informe el 5 de mayo de 1992. Hacía seis meses que esperaban que Ramón Amici se dejara entrevistar por un psiquiatra. Además, al fin y al cabo, todo había sido idea de su propio abogado. Finalmente, rigurosamente tipeado a máquina, el diagnóstico hizo referencia a las situaciones que había atravesado el obrero rural antes de golpear las puertas del Tribunal del Trabajo del Departamento Judicial de Pergamino:
“Por carecer de medios económicos, de asistencia social y previsional, según su relato, recurre al Médico de su pueblo, Dr. Ferrer, por padecer crisis de angustia e insomnio y quien lo medica con Ansiolítico tipo Bromazepam (Lexotanil y otro que no recuerda). Tuvo ideas de no querer seguir viviendo para lo cual dice adquirió un revolver. Dice que le llamaban el Flaco Loco.”
“En este estado de cosas, unos amigos lo relacionan con Culto Evangélico donde se integra estando esta conducta signada por la finalidad de reforzar su vida, la que, a causa de su enfermedad, el sufrimiento, el fracaso, al disminuir sus fuerzas lo hacen buscar un vínculo con la vida a través de la Fe dando de esta manera un sentido cósmico y religioso a su existencia.”1
Más allá de la crisis, luego de una serie de visitas al consultorio, el perito médico-psiquiatra pudo elaborar un retrato más general de Amici. El paciente siempre había trabajado de lo mismo en los alrededores de Manuel Ocampo, donde nació. La localidad de poco más de 1.000 habitantes debe su nombre al poderoso estanciero que la creó en el partido de Pergamino en 1911, veinte años antes que su nieta Victoria fundara la revista “Sur”. Allí, en Ocampo, Amici se ocupó en lo poco que podía a mediados del siglo pasado: el trabajo agrícola.
El decimonónico informe perital al que se sometió lo describía como un hombre “tranquilo, atento y concentrado”, de “vestimenta prolija y aseado”, cuyos problemas no parecían derivarse sólo de su perfil psicológico, ni de la vida sencilla, solitaria y trabajosa que compartió desde pequeño con otros proletarios rurales como él:
“No es bebedor. Fumador de 20 cigarrillos diarios. Aspecto Físico: Hábito Leptosémico, delgado, sin desfiguraciones ni malformaciones.
Aspecto Psíquico: Humor hacia lo depresivo, buenas costumbres, poco sociable, retraído y con signos de timidez.
Aspecto Ambiental: vive en un ambiente tranquilo, económicamente precario, actualmente vive con su Madre.
Aspecto Sexual: Soltero. Sin patología. Conductas sexuales normales. Aspecto Cultural: Grado de Instrucción Primaria, cursó hasta 4º grado, repitiendo 2º y 3º grado en la Escuela Nº 3 de Manuel Ocampo.
Aspecto Laboral: Siempre se ocupó en Tareas del Campo, tractorista, cosechas, trabajos rurales en general.”2
Este perfil opaco y esquivo fue el de buena parte de los obreros que levantaron las cosechas récord de los últimos treinta años. Incluso por el detalle de los veinte cigarrillos diarios, si no más. A la vez, si juicios como el de Amici fueron un poco inusuales, los despidos como el suyo no lo fueron en absoluto. El querellante trabajó para contratistas de maquinaria agrícola entre 1974 y 1989, cuando sus patrones rompieron el acuerdo no escrito de volver a convocarlo a las cosechas año a año, y lo dejaron sin trabajo luego de quince años de servicio, sin ningún tipo de indemnización. Roto el pacto, el “Flaco Loco” también desconoció el trato tácito de no realizar reclamos por la irregularidad de su situación, y decidió emprender un proceso legal contra ellos.
Para colmo, además de haber quedado sin empleo, es probable que Ramón se haya sentido traicionado. Si es que pudo elegir, había confiado en esos acuerdos “de palabra” con los que los patrones se siguen jactando de poder llegar a entendimientos de cualquier tipo sin problemas. La implicancia tan personal de estos acuerdos, también amplificaba las resonancias subjetivas que traían las rupturas de vínculos que,