Laura Chamorro

Qué carajo es emprender


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quiere decir que podés nacer con algunas cualidades y capacidades personales que ayuden a que te conviertas en un emprendedor, pero no necesariamente tenés que tenerlas. Es muy probable que, si te lo propones, “aprendas a emprender”.

      ¿Qué condimentos deberíamos tener para poder aprender a emprender? Anthony Tjan, coautor del best seller del New York Times, Heart, Smarts, Guts, and Luck (Corazón, Inteligencia, Agallas y Suerte), explicó parte de su investigación, realizada para ese libro, en un artículo publicado en la revista del Harvard Business School, donde resaltó que de la encuesta realizada a muchos emprendedores exitosos, la mayoría coincidió en que para lograr el éxito en sus negocios había cuatro pilares que eran la base de todo emprendimiento: el corazón, la inteligencia, las agallas y la suerte (digamos que en este último pilar estoy bastante complicada, pues ¡BENDITA mi suerte!).

      El corazón es el punto de partida de todo emprendimiento. Es el deseo y la pasión por ir tras eso que amamos construir hasta conseguirlo. La inteligencia es el razonar cómo llevar adelante el proyecto que deseás y usar las mejores herramientas para lograrlo. Pero, nada de todo esto funciona si no tenés las agallas y la fuerza, suficientes.

      Las agallas son las que pueden frenar o encaminar un proyecto emprendedor, ya que se necesita mucho coraje para emprender algo nuevo y existen mil motivos que pueden detenerte en el camino. Por eso, si tenés el coraje necesario, se supone que vas a poder perseverar aún cuando las cosas se vayan poniendo difíciles o salgan exactamente al revés de lo que esperabas.

      Pero claro, también existe el factor de la SUERTE y ahí, mis queridos amigos, ya saben que mucho depende de con que ojo lo mires. Aprendí esto de muy chica, ya que como muchos de ustedes saben, la suerte no es algo que me abunde y viene de familia, ese sí, es mi GEN, quizás…

      La teoría de los puntos…

      Uuna tarde de domingo, habíamos ido con mi familia a la Basílica de la Virgen de Luján y mi mamá pidió que el sacerdote bendiga las llaves del auto que con tanto esfuerzo habían podido comprar. Días más tarde, o meses, no lo recuerdo, el auto estaba estacionado en la puerta de casa y se lo robaron. Yo era muy chica, quizás 11 años, le dije a mi papá: “¡Qué mala suerte, hicieron bendecir las llaves y se llevaron el auto!” A lo que me respondió: “Depende…a lo mejor que nos hayan robado el auto, nos protegió de que tengamos mañana un accidente…”. Era muy chica, quizás puede sonar cursi o simplista. Pero, los puntos siempre se conectan hacia atrás… ¿les suena?

      Steve Jobs, en una conferencia en la universidad de Stanford, en 2005, dijo algo tan maravilloso, que nadie puede olvidar.

“No puedes conectar los puntos mirando hacia adelante; solo puedes hacerlo mirando hacia atrás. Así que tienes que confiar en que los puntos se conectarán de alguna forma en el futuro. Tienes que confiar en algo: tu instinto, el destino, la vida, el karma, lo que sea. Porque creer que los puntos se conectarán luego en el camino, te dará la confianza de seguir tu corazón, incluso cuando te conduce fuera del camino trillado, y eso hará toda la diferencia”.

      Él mismo cuenta que su madre biológica lo dio en adopción y puso como única condición que sus padres adoptivos fueran personas graduadas, con alguna formación académica. Quienes iban a adoptarlo, un día antes se arrepintieron, porque querían una niña, así que Steve volvió a la lista de espera hasta que encontrasen a quienes serían sus padres adoptivos. Los que seguían en la lista no tenían títulos de grado, ni dinero. Pero deseaban a Steve con todo su corazón, por eso, luego de algunas charlas, la madre biológica, accedió a dárselo en adopción a ellos, a cambio de firmar un acuerdo que le garantizaba que Steve podría acceder a la universidad. Diecisiete años más tarde, los padres cumplieron y con mucho esfuerzo tomaron los ahorros de toda su vida para enviar a Steve a la universidad, tal como habían acordado.

      Pero él creyó que ese dinero se estaba yendo demasiado rápido en su educación y tampoco estaba tan seguro de que eso lo hiciera feliz. Por eso, 18 meses después, abandonó la universidad pero no el campus. Empezó a dormir en habitaciones de otros compañeros, en el piso muchas veces. También, él mismo cuenta que vendía latas de gaseosas a 5 ctvs. de dólar para juntar dinero y comer. En esos meses, donde ya no era alumno regular, pudo dejar de hacer lo que tenía que hacer y se puso a estudiar lo que sentía que le apasionaba. Así fue que hizo un curso de caligrafía que nada sumaba a su vida de ese entonces. Sin embargo, diez años después, creó la MACINTOSH y todo su conocimiento de caligrafía, adquirió sentido, tanto que fue el primer ordenador con tipografías perfectas y diseño de lujo.

      Diez años después, todo tuvo sentido. El resto, es historia... Todos saben que se transformó en el hombre rico más joven del mundo.

      En mi camino como asesora de emprendedores vi muchos casos así, el mío por ejemplo. Que estudié Psicología, Administración de Empresas y mil cosas más que no terminé, pero me ayudaron y me ayudan a poder desempeñar mi trabajo.

      Hago mucho hincapié, y lo haré en este libro, en meterse en la mente del consumidor, entender qué quieren nuestros potenciales clientes y creo que ahora sí, todas esas noches de estudio, tienen sentido. La mente me pareció siempre maravillosa, a tal punto que con 19 años hice un seminario sobre ASESINOS SERIALES, quería entender cómo funcionan esas mentes. Por eso, entender qué quiere mi cliente, incluso antes de que él mismo sepa lo que quiere, no me resulta algo complejo. Como decía Steve, los puntos siempre se conectan hacia atrás.

      Y acá quiero contarles algunos de los puntos que en mi vida, se han conectado hacia atrás. En 1999 terminaba la primaria y hacíamos un viaje de estudios a Villa Carlos Paz, Córdoba, Argentina. Fuimos con todo mi curso, éramos más de veinte y para completar el micro que nos llevaría, la empresa nos juntó con seis chicos de otro colegio. Junto a mis compañeros votamos para que mi mamá sea quien nos acompañe a todos, pues teníamos 14 años y necesitábamos un adulto responsable, yo sabía que mamá lo era y además su compañía no iba a ser un problema para mí. Nos fuimos. Uno de esos seis chicos tenía un peinado muy particular, lo cargábamos por eso. Luego de esa semana en Carlos Paz, no supimos más de ellos.

      En 2009, nada más y nada menos que diez años después, gracias a la magia de Facebook, muchos volvimos a conectarnos, yo solo aceptaba solicitudes de personas que conocía. Así fue como empecé a recordar a esos seis chicos que habían viajado con nosotros y los iba aceptando cada vez que llegaban sus solicitudes de amistad.

      Una tarde, una notificación decía “Facundo Cordero le ha enviado una solicitud de amistad” ACEPTAR-RECHAZAR. Luego de stalkear un poco el perfil supe que era ese chico de peinado extraño. El resultado de mi stalkeo me había arrojado 3 datos: estaba en pareja, vivía en Brasil y ya no se peinaba raro. ACEPTÉ.

      Stalkear es un neologismo que surgió en el ámbito de las redes sociales para nombrar a la acción que realiza una persona cuando revisa los contenidos que publica otro usuario

      Empezamos a charlar, hicimos un reencuentro con algunos excompañeros y amigos de aquel viaje, Facundo ya no tenía pareja, seguía sin peinarse raro y me explicó que no vivía en Brasil, pero que tenía muchas fotos de allí, porque viajaba seguido por su trabajo.

      En noviembre 2010, nos fuimos a vivir juntos. En agosto 2013, nació nuestra hermosa hija. En 2021 seguimos juntos y espero así sea por todo lo que nos quede de vida. ¿Cómo hubiese aceptado esa solicitud de amistad si 10 años antes la vida no nos hubiese cruzado esa sola semana en Córdoba? ¿Entendés que él conoció a su suegra con solo 14 años y no lo sabía?

      Sin duda, esa semana siento que fue solo para que podamos reconocernos en el futuro. Los puntos siempre se conectan hacia atrás.

      Te resumo algunos otros puntos conectados. Yo tenía mi oficina en el primer co-working que llegó a la Argentina en 2017. Un monstruo hermoso de 25 pisos donde pasé los mejores y peores días de mi vida emprendedora.