Jesús Zamora Bonilla

Argumentación y pragma-dialéctica


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Con la identificación de premisas inexpresas vemos que el razonamiento subyacente a una argumentación en la que se ha dejado implícita una premisa se vuelve válido en un primer acercamiento al formular la más simple manera de completarlo que haga al argumento formalmente válido. Arrancando de la premisa que representa este “mínimo lógico”, tomamos en cuenta el contexto pragmático en el que tiene lugar la argumentación para determinar entonces el “óptimo pragmático” que puede considerarse como la premisa inexpresa. En la evaluación de discurso argumentativo hay una variedad funcional de normas que juega un papel, y la validez formal es solamente una de ellas si el razonamiento involucrado se hace totalmente explícito. Esto significa que el papel de la lógica se ve limitado a la etapa de argumentación y es vital solamente en ciertos casos bien definidos. En los demás casos la evaluación depende, para la etapa de argumentación, del uso correcto de esquemas argumentales que son admisibles en el contexto de marras.

      Me hago cargo, por supuesto, de que este resultado depende de mi modo de ver la argumentación y de la manera en que pongo a la argumentación en una perspectiva teórica. Yo he elegido definir la argumentación como un complejo de actos comunicativos e interactivos que implican plantear una constelación de proposiciones que nos pide que seamos razonables. Mi enfoque de la argumentación implica que el tratamiento teórico del intercambio de jugadas argumentativas que tiene lugar en el discurso argumental se vuelva funcional, social, externo y dialéctico. Los resultados dependen también del modo de ver la lógica que tomé como punto de partida y el alcance teórico que he asignado al teorizar lógico. Si yo hubiese partido de un modo de ver la lógica como lógica informal, los resultados habrían sido considerablemente diferentes. No me habría entonces contentado con hablar de validez, sino que habría tenido que tomar en cuenta la relevancia, la suficiencia y la verdad o aceptabilidad. La consecuencia habría sido que la lógica (informal) se habría vuelto un tipo específico de teoría de la argumentación.

      El resultado habría sido también considerablemente diferente si hubiese asignado a la lógica un alcance teórico tan amplio como el que van Benthem (2009) sugiere que soñemos. La lógica incluiría en ese caso ocuparse tanto de la validez formal como de la validez procedimental. Eso significa que la palabra “lógica” se vuelve una etiqueta que cubre una gran cantidad de importantes enfoques teóricos sobre la argumentación. Una notable desventaja de esta modo de ver las cosas, sin embargo, es que “lógica” no incluiría los enfoques retóricos que son indispensables para desarrollar una teoría de la argumentación plenamenta desarrollada. La consecuencia sería que tendríamos la misma situación previa a cuando la Sociedad Internacional para el Estudio de la Argumentación comenzó a promover una reconciliación entre las perspectivas dialéctica y retórica en la década de 1980, a saber otra vez una división entre dos paradigmas mutuamente aislados en el estudio de la argumentación. Desde la perspectiva tanto de mis intereses prácticos en el discurso argumentativo como de mi preferencia teórica a favor de una integración de las brillantes intuiciones que subyacen a las tradiciones dialéctica y retórica, esto no sería aceptable. Por tanto pienso que es mejor mantener la relación entre lógica y teoría de la argumentación que he esbozado en este artículo.

      Notas

      1 Van Benthem (2009: 19) observa que “la lógica moderna sólo estudia algunos productos de […] actos, tales como formas inferenciales o el conocimiento o las creencias estáticas instantáneas de los agentes. No estudia esos actos mismos, aunque sólo ellos crean los productos y les dan sentido”.

      2 Véase en particular Johnson (2000).

      3 Puede también ser el caso de que por otras razones resulte inmediatamente aparente cuál es la premisa que se ha dejado sin expresar. Por ejemplo, el tipo de actividad comunicativa en que tiene lugar la argumentación podría dar la solución. En ese caso la lógica no juega ningún papel en el proceso de reconstrucción.

      4 Para las reglas de comunicación que integran las máximas de Grice y las condiciones de los actos verbales, véase van Eemeren y Grootendorst (1992: 49-55, trad. esp., 51-54).

      5 El punto de partida heurístico del procedimiento pragma-dialéctico para explicitar las premisas inexpresas consiste en reconstruir el razonamiento que subyace a la argumentación como un argumento lógicamente válido cuya conclusión no puede ser falsa si las premisas son verdaderas. En la práctica no es siempre del todo claro si el argumento deba en efecto ser validado. Después de todo, el hablante puede haber argüido de forma inválida. Con todo, a menos que haya buenas razones para no hacerlo, el principio en pragma-dialéctica es que debemos seguir el procedimiento por mor de la razón.

      6 No tengo certeza acerca de si competa a los teóricos de la argumentación el dar una respuesta específica y definitiva a la pregunta general de cuál es, exactamente, el tipo de validez lógica que deberíamos preferir.

      7 Para un resumen del procedimiento general para determinar el óptimo pragmático véase van Eemeren y Grootendorst (1992: 64-68, 142-144; trad. esp. 84-88, 161-164).

      8 En general, es decir a menos que desde el comienzo sea obvio que el argumento debe, por dar un ejemplo, tratarse como un Dilema Constructivo. En efecto, un Dilema Constructivo no tiene dos premisas ni puede fácilmente reconstruirse como un argumento con dos premisas. [Nota del traductor: La primera oración de esta nota era en el original un paréntesis en el texto principal; lo cambié de lugar para simplificar la redacción. Recuerde el lector que un Dilema Constructivo es por ejemplo el siguiente. “O le dices a tu paciente que le queda poco tiempo de vida o no le dices. Si le dices, lo vas a hacer muy infeliz ahora; si no le dices, lo harás muy infeliz después. Por lo tanto, o lo haces infeliz ahora o lo haces infeliz después.” Un argumento como éste es irreducible a dos premisas.]

      9 Cada una de nuestras reglas para la discusión crítica hace posible satisfacer una condición necesaria para la resolución de una diferencia de opinión. Vistas como un todo, las reglas conducen a la resolución de una diferencia de opinión mediante discusiones argumentativas.

      10 [Nota del traductor: Observe el lector que van Eemeren distingue entre un punto de vista y la proposición asociada a él, o por decirlo a la manera de John Searle, entre la fuerza ilocutiva y el contenido proposicional. El punto de vista pertenece al nivel de los actos verbales por los cuales un interlocutor u otro lo presenta, sostiene, niega o pone en duda, lo intenta defender o atacar, lo consigue justificar o refutar (cada vez según la etapa de la discusión crítica y el papel que juega el hablante en ella). Las proposiciones son las entidades lógicas o lingüísticas que utilizan los interlocutores en el curso de realizar uno u otro acto verbal.]

      11 [Nota del traductor: Esta numeración de las reglas presupone el conocimiento de las reglas de la discusión crítica en van Eemeren y Grootendorst (2004), cap. 6; véase cap. 3, §2.3, en este libro.]

      12 En ciertos casos, como en la argumentación por analogía, la corrección del razonamiento involucrado en la argumentación no juega un papel prominente en el proceso de convencer al antagonista, de manera que la lógica no resultará pertinente a la hora de querer evaluar el uso del esquema argumental que se hubiere empleado.

      13 Véase van Eemeren y Grootendorst (1992: 92-102).