Jesús Zamora Bonilla

Argumentación y pragma-dialéctica


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visto desde su perspectiva, carente de sentido. Si el hablante es sincero y no cree que su argumentación carece de sentido, eso significa también que asume que el oyente estará inclinado a aplicar los criterios de aceptabilidad que él aplica. Estos criterios incluirán el criterio de validez lógica: por la condición de responsabilidad podrá asumirse que el hablante cree que el argumento que subyace a su argumentación es válido, y por la condición preparatoria podrá asumirse que cree que el oyente creerá esto también.

      Si una interpretación literal de la argumentación produce un argumento inválido, como es el caso cuando se trata de premisas inexpresas, el hablante parece haber realizado un acto verbal fútil, violando así la cuarta regla de comunicación, “No te desvíes del asunto [Keep to the point]”. También puede parecer que ha sido insincero y así que ha violado la segunda regla de comunicación, “Se honesto”. Sin embargo, el discurso argumentativo debe analizarse sobre la base de que el hablante observa el Principio de Comunicación y desea, en principio, seguir todas las reglas de comunicación. Por lo tanto, el analista debe examinar si es posible complementar el argumento inválido de tal manera que se vuelva válido. Si es en efecto posible añadir una proposición al argumento inválido que lo haga válido, las violaciones de la segunda y cuarta regla se disuelven. La violación se disuelve al tratar la premisa inexpresa como un tipo especial de acto verbal indirecto que el argumento transmite implícitamente.

      Hay, por supuesto, varias maneras de aumentar un argumento incompleto a fin de hacerlo válido. Sin embargo, una premisa inexpresa sólo es pragmáticamente apropiada si la reconstrucción es conforme a todas las reglas de comunicación. Así, no es suficiente que la premisa añadida haga válido el argumento. Cuando se identifica una premisa inexpresa, la pregunta acerca de cómo elegirla de entre una variedad de candidatos diferentes puede ser más fácilmente respondida si, como parte del procedimiento heurístico —sin perder de vista que en algunos casos otras heurísticas podrían ser más apropiadas— se distingue entre un “mínimo lógico” y un “óptimo pragmático”. Puesto en el molde de la lógica proposicional, el mínimo lógico puede definirse como la oración “si…, entonces…” que se construye tomando la premisa explícita del argumento como antecedente y la conclusión como consecuente. Así, el mínimo lógico viene a conectar las partes de la información que ya están presentes. Todo lo que hace es afirmar explícitamente que está permitido inferir la conclusión dada a partir de la premisa dada, puesto que el argumento válido que resulta de añadir la premisa tiene la forma de modus ponens.

      Si este es el mínimo lógico que se identifica como premisa inexpresa, se atribuiría al hablante innecesariamente una violación a la tercera regla de comunicación, “Sé eficiente”, ya que tal mínimo lógico no contribuye nada nuevo. Del mero hecho de plantear semejante argumentación se desprende claramente que el hablante asume que esta conclusión se sigue de esta premisa. Pragmáticamente, este añadido es por ello superfluo. Si el contexto y la situación lo permiten, esta violación debería remediarse reconstruyendo el óptimo pragmático que esté plenamente de acuerdo con las reglas de comunicación. Partiendo del mínimo lógico, el óptimo pragmático debe reconstruirse tomando en cuenta toda la información textual, contextual, inferencial y de transfondo, que ayude a prevenir que se viole la regla 3 o cualquier otra regla de comunicación. Básicamente, esto es un asunto de reformular el mínimo lógico de manera tal que se vuelva tan claro (“Regla de Claridad”), sucinto (“Regla de Eficiencia”) y atingente (“Regla de Relevancia”) como sea posible sin atribuir ningún compromiso al hablante del que no se pueda dar cuenta (“Regla de Responsabilidad”). Por ejemplo, en “Pedro es un académico genuino, por tanto es curioso”, esos requerimientos se llenan añadiendo “Los académicos genuinos son curiosos”. El mínimo lógico sobre cuya base se reconstruye el óptimo pragmático (“Los académicos genuinos son curiosos”) es aquí: “Si Pedro es un académico genuino, entonces es curioso”.

      Cuando se “pragmatiza” el mínimo lógico, los factores decisivos son el transfondo sobre el cual, y el contexto en el cual, tiene lugar la argumentación, ya que ellos determinan en primer lugar si se justifica una cierta generalización o especificación del mínimo lógico como óptimo pragmático. Si en una conversación ordinaria el hablante dice que Pedro es un académico genuino y que por ello es curioso, ese hablante se ha comprometido al mismo tiempo con la proposición de que los académicos genuinos son curiosos. Afirmar aquello y negar esto llevaría a una inconsistencia pragmática. Sin embargo, siempre hay peligro de que la premisa que se añada vaya demasiado lejos, de manera que se atribuya al hablante más que aquello de lo que podemos tenerlo por responsable. El analista debe determinar lo que podemos decir que es responsabilidad del hablante sobre la base de lo que ha dicho en el contexto en cuestión, y si la premisa que le atribuimos pertenece realmente a sus compromisos.

      Una ventaja de semejante simplificación es que el analista puede trabajar con unidades pequeñas y manejables. Si por una vez hacemos uso de la lógica silogística para el manejo de estas unidades, el analista puede suponer que cada argumento tiene una premisa mayor (que contiene el término mayor) y una premisa menor (que contiene el término menor). En algunos contextos la premisa mayor puede faltar, en otros la menor. En ambos casos, son factores pragmáticos, no lógicos, los que determinan qué deja fuera el hablante (y qué puede dejar fuera sin problemas de comunicación). Si alguien defiende el punto de vista de que Juanito morirá joven mediante la premisa explícita de que sufre del síndrome de Down, es porque asume que el oyente no sabe quién es Juanito pero es consciente de que quienes sufren del síndrome de Down siempre mueren jóvenes, mientras que si alguien defiende el mismo punto de vista mediante la premisa explícita de que todos los que sufren del síndrome de Down mueren jóvenes, es porque asume que el oyente sabe que Juanito sufre de ese síndrome. Aunque una argumentación que se vale de la premisa explícita de que Juanito sufre del síndrome de Down es diferente de una que se vale de la premisa explícita de que todos los que sufren del síndrome de Down mueren jóvenes, en ambos casos se expresa el mismo razonamiento lógicamente válido.

      3. El papel de la lógica en la evaluación de la argumentación en el discurso