siente odio hacia los soldados que causaron esas tragedias. Sin embargo, nunca nos ponemos a pensar que si todo esto no estuviera sucediendo, bajo el régimen de Saddam Hussein ¡habría muerto el triple de menores de edad y de civiles!.
Se han descubierto últimamente las cárceles secretas de Hussein y todos los horrores que se cometieron allí: cómo colgaban a los presos y los atormentaban; cómo tomaban a las mujeres embarazadas y les abrían el vientre delante de Hussein y sus hijos, mientras ellos bebían cerveza y se burlaban de la tortura; cómo los dos hijos de Hussein secuestraban a niñas de 12 a 15 años de edad para violarlas y después asesinar a sus familias que protestaban por ello, etc.
Cuando toda esta carnicería humana se descubrió, el general Collin Powell, Secretario de Defensa de los Estados Unidos, declaró: “No puedo entender cómo la Organización de Derechos Humanos trató de impedir que fuéramos a rescatar a toda esa gente”.
En todas las guerras hay víctimas y muertos. ¿Cuántas víctimas hubo en la Segunda Guerra Mundial? ¡Más de 55 millones! Y, ¿valió la pena? ¡Claro que sí! Si Hitler se hubiera quedado en el poder, ¡habrían sido muchos millones más los muertos!
¿Qué quiero decir con esto? Que desgraciadamente, por causa del pecado y la maldad humana, tienen que haber guerras. Se requiere el uso de la fuerza y la violencia para poder detener a muchos dictadores y naciones que amenazan la paz mundial.
Pero no analicemos esto influenciados por lo que vemos u oímos en las noticias, sino porque pasamos tiempo con Dios, permitiendo que el Espíritu Santo nos explique la realidad del mundo que nos rodea. Hay situaciones en el mundo tan graves y alarmantes que tienen la capacidad de enfermar hasta nuestros huesos. Hay gente que simplemente ya no salen de sus casas por temor a todo lo que está pasando.
El Problema de la Ansiedad
En los últimos años se ha comprobado científicamente que los problemas de artritis, cardiovasculares, hepáticos, renales, etc., tienen muchas veces su origen en las emociones. Está comprobado también que el 80% de quienes sufren artritis son personas amargadas. ¡La amargura tuerce los huesos!
También es claro que una persona neurótica que continuamente vive en ansiedad, muy probablemente morirá de un ataque cardíaco. La ansiedad y el estrés afectan el corazón y el sistema circulatorio. Es indudable que nuestro estado emocional afecta nuestros órganos internos.
Jesús dijo: “Mi paz les dejo, mi paz les doy, por nada, estén afanados”. Si Dios nos ordena que por nada debamos estar ansiosos, ¿por qué tendríamos que preocuparnos? Lo realmente importante es si creemos o no en el poder de Dios para proveer todo lo que necesitamos.
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.” Mateo 6:25-34
Todo tiene que ver con lo que creemos y en las ideas que tenemos acerca de Dios. De eso se trata todo. Al que cree, todo le es posible. Jesús les diría: “Hombres de poca fe, ¿por qué les afana qué comeremos y qué vestiremos, cuando mi Padre mantiene y sostiene todo con su poder en la Creación? ¿Por qué no pueden confiar en que Dios les puede dar de comer mañana milagrosamente, aunque no tengan trabajo?”
Una señora me habló un día y me dijo: “¡Mi hija no llega y son más de las 12 de la noche!” Yo le contesté: “Esa actitud de ansiedad no va a hacer que su hija regrese. Mejor haría en ponerse a orar, caiga de rodillas en este momento y no crea que su preocupación va a hacer que su hija regrese antes”.
¿Qué debe hacer un cristiano ante un problema que no está en sus manos? ¿Cuál es la solución de Dios? ¡Quedarse quieto y tranquilizarse! La Biblia dice: “Por nada estéis afanosos, sino que sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).
No estar afanados si cayó la Bolsa de Valores o si cayó el dólar, si hay terroristas atacando o amenazas de epidemias o infecciones, de inflación o de asaltos. En todas estas situaciones, ¿cómo vamos a reaccionar? Dios nos está observando para ver si es cierto que creemos en sus promesas.
Aprendamos que para poder tener comunión con Dios, necesitamos huir de la neurosis y la ansiedad, y quedarnos quietos, porque bajo un estado de intranquilidad y ansiedad no podremos discernir la voz del Espíritu Santo.
Si los problemas del mundo entran a su alma y usted permite que las cosas que están angustiando al mundo entren a su vida, no va a poder discernir la voz del Espíritu Santo y perderá la brújula, no sabrá qué hacer y terminará tomando decisiones equivocadas.
¡Tranquila, tranquilo! Si su mujer o su esposo se fue, su preocupación y ansiedad no va a hacer que regrese. Debemos estar quietos en el día de la angustia, pues en esa quietud y en esa confianza, Dios nos dirá qué hacer. “En quietud y en confianza será vuestra fortaleza” (Isaías 30:15).
Sólo bajo la paz tenemos la dirección del Espíritu Santo. Dios no puede comunicarse con nuestro espíritu si éste está perturbado o alterado. Cuando oramos, debemos primero estar algunos minutos calmando nuestros pensamientos e ideas, manteniéndonos quietos, alabando y adorando a Dios.
Lea un Salmo o un Proverbio y en 10 ó 15 minutos algo milagroso y sobrenatural comenzará a suceder en sus pensamientos. Su corazón dejará de palpitar apresurado, ya no sentirá que se le sale del pecho y entonces, en esa quietud y tranquilidad, conocerá en el secreto de Jehová, lo que Dios quiere para su vida.
Un profeta de Dios expresó esa realidad con este hermoso pensamiento de confianza en Dios, cuando parecía que todas las cosas le estaban saliendo mal:
“Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; [aunque ya no haya ni para comer y nadie garantice un salario; aunque digan que no hay oportunidades porque tengo 70 años de edad y todas las puertas se cierren] con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación.” Habacuc 3:17-18 [fragmento agregado]
Todos los misterios y secretos de Dios operan en el invisible mundo espiritual. La persona que no está conectada con Dios en el espíritu, no puede entender las cosas espirituales. Si las circunstancias a su alrededor son negativas y hostiles y amenazan su futuro, en ese momento alégrese y no permita que la angustia, la incertidumbre y mucho menos el temor, gobiernen y entren a su vida. Algo milagroso pasa en el cielo, pues Dios responde siempre que sus hijos e hijas tienen fe, porque sin fe usted no puede agradarle. Dios comienza a mover las cosas desde el cielo y romperá cerrojos de bronce, derribará puertas de hierro y abrirá el Mar Rojo para que usted pase por él. ¿Cuál es la repuesta? ¡Alegrarnos y gozarnos!
Nehemías 8:10, dice: “El gozo de Jehová es vuestra fuerza”. Dios quiere que ya no veamos el mundo como lo ven los hombres, sino como Él nos dice que debemos verlo, para que nunca perdamos Su gozo. No podemos enfrentar la vida, sin estar contentos, pues “gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Timoteo 6:6).
Si usted