lo hagan pedazos en una cruz?”
La gente le decía: “Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz” (Mateo 27:40). Nadie tenía la capacidad intelectual ni la suficiente sabiduría o inteligencia para poder entender cuál era, detrás de toda esa tragedia, el plan de Dios. Han pasado dos mil años y usted y yo lo comenzamos a entender, pues Dios nos muestra después de mucho tiempo que detrás de esa crucifixión… ¡Se encontraba su más grande sabiduría!
En esa tragedia, Dios enloqueció la sabiduría del mundo al permitir que mataran a su Hijo y lo crucificaran con un propósito infinitamente más sabio que el que nuestra inteligencia pueda entender. A través de esa muerte, Él nos dio su justicia y el perdón de nuestros pecados.
“Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres… sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte.” 1 Corintios 1:25-27
Las cosas que aparentemente son tragedias y que no entendemos, con el tiempo y con la luz del Espíritu Santo llegamos a entenderlas a través de su revelación. Si usted tiene al Espíritu Santo, Él le va a revelar las verdades y a maravillar con lo que va a entender. Conforme pase el tiempo, usted se dará cuenta de que en su infinita sabiduría, Dios permitió esto y aquello en su vida, para después bendecirle de una forma mucho más grande.
Hace algún tiempo conocí a un matrimonio que tuvo un hijo con Síndrome de Down, y al principio le dijeron a Dios: “Dios mío, no nos quieres, somos una familia que está maldecida”. Pero pasaron los años y ese niño con Síndrome de Down se convirtió en el ángel más grande que tiene este matrimonio ahora. Ellos estaban a punto de divorciarse, pero no llegaron a eso precisamente por la forma como esa criatura hermosa los unió.
Las cosas que juzgamos precipitadamente, porque somos impulsivos e impacientes y no las podemos entender, con el tiempo tienen una explicación sabia de parte de Aquél “que hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (Efesios 1:11).
Nosotros necesitamos, más que cualquier otra cosa, paciencia. El Señor Jesús dijo: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre” (Mateo 10:29).
Veamos hasta dónde llega el poder de Dios. Los pajaritos, por los que daríamos muy poco, están todos bajo el control del Dios que conoce los nombres de todas las estrellas, que sabe cuántos granos de arena hay en el mar, que sabe cuántos cabellos tenemos cada uno de nosotros, y no se cae ni uno de ellos sin la voluntad de Dios.
Otro aspecto importante en este asunto, es la suerte. Cuando aventamos un par de dados, a veces cae un siete, ocho o diez, y a eso que llamamos suerte, es Dios permitiendo las cosas. Muchas veces, la persona que gana la lotería o saca el premio de una rifa, pueden caer en la trampa del amor al dinero. Dios permite muchas veces que una persona gane la lotería o que a través del robo o el fraude prospere, para que más tarde, eso que ganó, se convierta en una maldición para su vida. Hay muchos artistas, políticos o deportistas, que prosperan materialmente porque Dios quiere enseñarle a toda esa clase de personas y a todos los que creen que el vacío que tienen pueden llenarlo con popularidad, mujeres y dinero, que la felicidad no se encuentra en esas cosas.
Estos son ejemplos de artistas, de políticos, de deportistas, de músicos que creen que la felicidad se logra a través del poder, el dinero o la fama. Hay una gran lección detrás de estas acciones de Dios: el hecho de que Dios permita algo, no significa que haya sido su voluntad; hay cosas que Dios permite por el libre albedrio que nos ha otorgado.
El gran rey Salomón, que ha sido el más rico de todos los seres humanos que han existido, escribió al final de su vida:
“Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres: el del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da la facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños.” Eclesiastés 6:1-2
Si usted vive dentro de la voluntad de Dios y permite que Él le dirija, va a ser bendecido. Si a usted, por ejemplo, le atrae una persona que no es cristiana y se casa con ella, esa no es la voluntad directiva de Dios, pero lo permite para que usted asuma e incluso sufra las consecuencias de su propia desobediencia, pues Él no puede privarle a usted de la responsabilidad de sus acciones.
La voluntad de Dios es directiva y permisiva. No diga entonces, que si Dios hubiera querido habría impedido lo que le ha hecho sufrir. El día que Dios viole nuestra voluntad, dejaremos de ser agentes morales libres.
Cuando Moisés le dijo al faraón de Egipto, “Faraón, dice Dios que dejes ir a mi pueblo”, el faraón le respondió: “Dile a tu Dios que no lo haré”. Moisés regresó con Dios y le dijo que el faraón no había accedido, y Dios le dijo: “Sí, ya lo sé, es que yo lo endurecí a propósito”.
La Biblia nos enseña la sabiduría de Dios. Moisés le dijo entonces: “Señor no te entiendo”, y Dios, a través de los años, le dejó ver a Moisés sus razones. Dios había permitido que se endureciera el corazón del faraón porque cada vez que él le dijo no a Moisés, Dios tuvo la oportunidad de manifestar su poder con las diez plagas que envió a Egipto (Romanos 9:17).
Poco a poco vamos descubriendo que Dios tiene razones poderosísimas para hacer las cosas aun cuando aparentemente no las entendamos, como por qué seis millones de judíos fueron masacrados por Adolfo Hitler; debido a esa masacre, los judíos pudieron regresar e Israel pudo constituirse en un Estado libre, soberano e independiente, en 1948. Si el mundo no hubiera sido testigo de los sufrimientos y horrores que experimentaron los judíos, nunca se habría compadecido de ellos. Esto no significa que Dios obligó a Hitler a asesinarlos, sino que convirtió la maldad de los nazis en el medio para cumplir sus propósitos eternos conforme a las profecías sobre el regreso de Israel a su tierra, y al mismo tiempo, castigó a Hitler y al nazismo borrándolos del mapa.
Otra verdad de la Biblia la encontramos en Daniel 1:1-2: “En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilona a Jerusalén, y la sitió. Y el Señor entregó en sus manos a Joacim”.
¿Significa esto que Nabucodonosor no era responsable de sus actos porque Dios le entregó a Jerusalén en sus manos? De ninguna manera. Lo que esto significa es que Dios usó la maldad de Nabucodonosor, que era un rey cruel, para castigar a su pueblo, pero Dios lo castigó por su maldad. De igual manera, Dios castigó a Hitler, pero lo usó para que los judíos, después de más de 2 mil años sin territorio ni gobierno, regresaran a su tierra. Tal como cuando se aplastan las uvas y se extrae el jugo con el que se hace el vino, el quebrantamiento, la tribulación y el sufrimiento purifican el corazón del hombre.
Los Caminos de Dios
Cuando Moisés rehusó a presentarse ante el faraón de Egipto por no poder hablar muy bien, Dios le dijo: “¿Quién dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová?” (Éxodo 4:11).
Parece ser que los discípulos de Cristo no habían leído este pasaje, pues le preguntaron a Cristo cuando vieron a un ciego en el templo: “¿Quién pecó? ¿Éste o sus padres para que haya nacido ciego?” (Juan 9:2). Mucha gente expresa lo mismo: “¿Quién pecó en esa familia que tiene un hijo con Síndrome de Down? Esta es sin duda, una maldición que cayó sobre esa familia.” Todo se atribuye, en una forma extrema y exagerada a las maldiciones. Al leer el libro de Job, nos damos cuenta que esto es totalmente falso. ¿Para qué Dios muchas veces permite que una persona nazca ciega o sorda? Cristo contestó a los discípulos: “No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él“ (Juan 9:3). Si Dios no hubiera permitido que esta persona naciera ciega, ¡Jesús no habría podido manifestar su poder al devolverle la vista!
Dios castigó a David y Betsabé por su adulterio, con la muerte de su hijo: “Y Jehová hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y enfermó gravemente“ (2 Samuel 12:15).
¿Quién le puede decir a Dios que está mal que se lleve a sus criaturas a través de una