esas almas les tocó morir de esta forma. “Porque está establecido para los hombres mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).
¿Quién le va a decir a Dios que la forma en la que nos lleva está equivocada? Alguien podría decir, “yo quiero morir sin ningún sufrimiento, dulcemente, sin pena alguna y… ¡Rodeado de guapas enfermeras!” Pero Dios es soberano y nadie le puede aconsejar cómo debe llevarnos a la otra vida.
Si en una inundación se mueren 25.000 niños, ¿alguien podría acusar a Dios de crueldad, cuando por medio de la muerte ya están en el cielo y dejaron de sufrir en esta tierra? ¿O querríamos mejor que se quedaran a sufrir con nosotros en este mundo? Cuando cambiamos nuestra perspectiva y comenzamos a ver con un lente diferente, el de Dios, empezamos a entender que no podemos atrevemos a acusar a Dios de crueldad o de maldad. Él es infinitamente justo, invariable en su carácter e inmutable en sus atributos. “Jehová empobrece y Él enriquece” (1 Samuel 2:7).
Las personas que tienen dinero, es porque Dios lo ha permitido y les dio la capacidad para hacer buenos negocios. Quienes nacen pobres, también es porque Dios lo permitió así. Dice en el libro de Proverbios: “el rico y el pobre se encuentran; a ambos los hizo Jehová” (Proverbios 22:2). Y los políticos siguen creyendo que la causa de los males de la sociedad es la pobreza y hacen campañas para acabar con ella, cosa que es una utopía y una falacia, porque siempre va a haber pobres entre nosotros. La pobreza no es la causa de los problemas humanos. El pecado sí lo es.
Una de las grandes equivocaciones de Carlos Marx con su dialéctica materialista, fue creer que si el proletariado subía y la burguesía era derrocada, habría entonces una distribución equitativa de las riquezas, desconociendo la naturaleza humana. Cuando alguien de un estrato económicamente bajo, sube por medio de una revolución o golpe de estado, cuando estén en el poder, sus acciones tarde o temprano serán las mismas que las de aquellos contra quienes lucharon. Un ejemplo de esto es la revolución cubana. Fidel Castro, fue al principio un hombre sincero, como el doctor “Che” Guevara. Ellos quisieron derrocar al dictador Fulgencio Batista y encabezaron una revolución, prometiéndole al pueblo que habría voto, democracia y libertad. Finalmente, no fue así. Castro tiene más de 40 años en el poder y no ha habido libertad alguna. La razón por la que derrocaron a Batista, fue liberar al pueblo de una dictadura, pero el nuevo régimen no sólo cometió la misma equivocación sino que la hizo mucho más grande!
La solución no está en que los pobres accedan las mismas riquezas de los ricos. Démosle a un pobre mucho dinero y tendremos un borracho, un drogadicto o un asesino rico. Repartamos todas las riquezas y ¿quién boleará los zapatos, serán los choferes, jardineros, plomeros, electricistas y albañiles? Si no hubiera en el mundo una distribución perfecta de unos que sirven y otros que son servidos, no podríamos ni siquiera tener el mundo que tenemos.
De todos modos, si usted cree que el rico es más feliz, se equivoca totalmente. La Biblia nos dice lo contrario: “El que ama el dinero, no se saciará de dinero;… Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen… Dulce es el sueño del trabajador,… pero al rico no le deja dormir la abundancia” (Eclesiastés 5:10-12).
La Tragedia de la Inmadurez
Tal vez usted haya perdido a su padre o a su madre, o su esposo o esposa le dejó, o perdió una vez más su trabajo. Usted puede considerar que la culpa de estas y otras situaciones sea de alguien más. Cuando esto sucede, la gente suele expresarlo de muchas maneras: “mi padre me violó”, “nunca tuve una oportunidad”, “estuve en tres orfanatorios de chiquito”, “me crié con una madre prostituta”, “mis padres eran alcohólicos”, etc. Al transferir la responsabilidad de sus acciones, de su vida y de su conducta a terceras personas, son calificados por Dios como personas inmaduras.
¿Quién es una persona madura, según la Biblia?
Una persona madura es la que acepta su responsabilidad y no culpa a nadie por ellas ni por cómo es.
Probablemente su madre no haya sido un ejemplo a seguir o su padre sea un delincuente o sus hermanos sean peores que los hermanos de José. Eso no significa que usted tenga que ser igual a ellos, ni mucho menos pasar todo eso a sus hijos, pues Dios dice: “Puedes cambiar con mi gracia y con mi Espíritu”. Dios nos ofrece algo mucho más grande que todas las cosas que nos hicieron sufrir: su gracia. Está a disposición de todos los seres humanos que crean en el sacrificio que hizo el Hijo de Dios en la cruz para pagar por nuestros pecados.
Lo peor que le puede suceder a un ser humano es amargarse. Alguien amargado bloquea la gracia de Dios en su vida, y esto le impide progresar (Hebreos 12:15). La amargura nubla el entendimiento, quita la razón y contamina a los demás. Alguien así se encarcela a sí misma y no quiere salir de su prisión, pues tiene la llave y no la quiere usar; su amargura hacia el mundo genera en ella el deseo de venganza y cada día se envenena más.
Esta broma nos sirve de ejemplo: Pepito traía una tarántula y un amiguito le pregunta: “Oye, ¿para qué traes esa tarántula?” Pepito le dice: “Es que hay un amigo que me sacó la lengua y ¡se la voy a echar para que le pique!” Su amiguito le contesta: “Pero, antes de que se la avientes a él, ¡te va a picar a ti primero!”
Así es la amargura, es algo que guardamos dentro de nosotros y no sabemos que nos está enfermando. Antes de poder dañar o vengarnos de quienes nos lastimaron en el pasado, nos dañaremos a nosotros mismos primero.
El secreto contra la amargura es perdonar… ¡70 veces siete!
Los cristianos que han aprendido a recibir insultos y traiciones y no guardan rencor ni se amargan, ¡son los que han entrado a la Tierra de Canaán! La prueba más grande para el cristiano, es vencer la amargura. Si usted lo logra, no se imagina lo que le espera al llegar a la tierra de Canaán y todas las bendiciones que Dios le dará. Ya usted no será vulnerable a la crítica, al chisme, a la persecución, ni a la traición. Cristo puso su rostro como pedernal, sabiendo el gozo que tenía delante de Él.
La Necesaria Dependencia Diaria de Dios
“¡Ay de aquellos que dicen, mañana voy a hacer esto o aquello!” En lugar de lo cual deberían decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto y aquello.” Santiago 4:15
¿Quién es un cristiano?
No es el que tiene cierta religión o que de vez en cuando hace buenas obras, sino aquel en quien habita el Espíritu de Dios: “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él” (Romanos 8:9). Es el que sabe que depende entera y totalmente de Dios. “El hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jeremías 10:23).
Los seres humanos solemos hacer planes: “Voy a ir a Miami”, “voy a comprar esta casa”, “me voy a casar con esta persona”, etc. Pero de pronto sucede algo e inesperadamente, nos cambia la vida. Si usted se amarga, se enojará y se frustrará. Pero si usted acepta la voluntad de Dios para su vida, podrá decir: “Padre Santo, no entiendo qué está pasando, yo iba a... pero ¡acepto tu voluntad!“
Si usted no entiende cuando camina con Dios, que las cosas que le suceden son porque Él le quiere decir: “¡No es por ahí, te voy a mostrar otro camino!” Si usted no es sensible a su dirección espiritual, Él ya no se meterá en su vida. Para que Dios le pueda dirigir, es necesario ser dócil de carácter; de lo contrario, habrá más sufrimiento.
Acerca de la persecución que sufren los cristianos, la Biblia dice: “Dichosos son los que por mi causa sean perseguidos y calumniados” (Mateo 5:11). ¿Cómo es esto posible? Cuando oímos que alguien dice algo en contra nuestra y no es verdad, no tenemos de qué preocupamos. Claro que como seres humanos nos da enojo, pues es horrible y una gran injusticia que alguien hiera nuestra reputación.
Relájese, pues “ninguna arma forjada contra ti prosperará” (Isaías 54:17). Si han dicho algo que no es verdad y Dios lo sabe, no se preocupe que Dios le va a vindicar. En lugar de enojarse, amargarse y desilusionarse, ¡alégrese! Dios dice que usted es alguien dichoso. La forma de ver las cosas desde el punto de vista de Dios, cambia nuestra vida y nuestro carácter, pues aprendemos a vivir conforme a lo que Él dice