del Rey el reconocimiento de tales derechos nuestros (no pedimos más) compatibles con los de la Corona y la cesación de las calamidades.[88]
El tema crucial por definir será la compatibilidad entre el reconocimiento de derechos de los americanos que reclama Posadas y los intereses de la corona. El 9 de diciembre de 1814 se firman las instrucciones públicas que portarán los diputados de la misión que representará a las Provincias Unidas. Los designados son Bernardino Rivadavia, previamente secretario del primer Triunvirato, y Manuel Belgrano, exmiembro de la primera Junta de Gobierno que acaba de dejar el mando del derrotado Ejército del Norte. Pasarán primero por Río de Janeiro y luego por Londres para arribar por fin a la corte española. En Brasil se entrevistarán con el embajador británico y deberán informarse de si el gobierno portugués ha concertado –o está en vías de concertar– un acuerdo de apoyo a la temida expedición española. Una vez en Londres, tendrán que convenir el viaje a España para felicitar al rey por “su feliz restitución al trono de sus mayores”, transmitir “los sentimientos de amor y fidelidad de estos pueblos”, informar sobre los abusos y crueldades cometidos por las autoridades que lo reemplazaron en la Península durante su cautiverio y concertar una pacificación que tenga “por base el principio de dejar a los americanos la garantía de la seguridad de lo que se estipule”. Las instrucciones enfatizan que, de no concertar una pacificación, los pueblos rioplatenses “abandonados a la desesperación tomarán un partido funesto para la nación, sea cual fuere el resultado de la contienda”.[89]
Al día siguiente se extienden instrucciones reservadas para el diputado Rivadavia, quien deberá presentarse ante la corte de Madrid mientras Belgrano permanece en Londres. En ellas se establece “que las miras del gobierno, sea cual fuere la situación de España, solo tienen por objeto la independencia política de este Continente, o al menos la libertad civil de estas Provincias”. Si esta posición fracasara, proponen “la venida de un príncipe de la Casa Real de España que mande este soberano a este Continente bajo las formas constitucionales que establezcan las Provincias; o el vínculo y dependencia de ellas de la corona de España, quedando la administración de todos sus ramos en manos de los americanos”. Si tampoco es aceptada esta proposición, los diputados se dirigirán a otras cortes europeas para “conseguir una protección respetable de alguna Potencia de primer orden, contra las tentativas opresoras de España”. Pero antes del traslado a Madrid deberán sondear en Londres si Gran Bretaña está dispuesta a “mandar un Príncipe de su casa Real o de otra de sus aliadas” para que sea coronado en América, bajo la Constitución que fijen los pueblos u “otras formas liberales”, a cambio de proteger a esos territorios contra “las dificultades que oponga España o las demás Potencias Europeas”.[90] Si Inglaterra acepta este acuerdo, los diputados omitirán el viaje a España.
La estrategia negociadora que proyecta el gobierno de Buenos Aires pasa por todas las alternativas posibles respecto de las potencias involucradas. Si bien la independencia constituye el primer punto de las instrucciones reservadas, la escasa convicción de poder alcanzarla queda de manifiesto en la detallada enumeración de opciones mencionadas a continuación, que van desde pactar una “libertad civil” con España que garantice el viejo reclamo de los criollos de acceso a los empleos dentro del marco de la monarquía, pasando por una monarquía constitucional con un miembro de la familia real española o inglesa, hasta la protección de alguna potencia europea (con preferencia, Gran Bretaña). Pero además se instruye a Rivadavia y Belgrano sobre un punto crucial: deben hacer escala en Río de Janeiro y permanecer allí hasta determinar los alcances del apoyo portugués a la expedición española. El director supremo y el Consejo de Estado redactan las instrucciones en el mayor secreto y sin dar participación a la Asamblea, cuya labor languidece: ante la amenazante situación bélica, sus diputados delegaron “facultades extraordinarias” al Ejecutivo. Por añadidura, decae el impulso radical primigenio de la Asamblea, aquel de cuando sus diputados apostaban al triunfo de Bonaparte en España.
El bloque artiguista también busca negociar –en este caso con Portugal y, por su intermedio, con España–, de modo que envía misiones a Brasil. Artigas se mueve en el litoral rioplatense y las tropas de Buenos Aires –que entretanto persiguen a Otorgués, quien tiene sus fuerzas dispersas– cometen actos de bandidaje y saqueo. El lugarteniente de Artigas intenta obtener la protección de los lusitanos en la frontera sur del imperio y el 13 de septiembre acredita una misión a cargo de José Bonifacio Redruello y José María Caravaca ante la corte de Braganza. El primero es un sacerdote y el segundo un oficial español que luego de caer la plaza de Montevideo terminan en los campamentos de campaña artiguistas. En sus misivas al príncipe regente y al encargado de negocios de España en Río de Janeiro, Otorgués presenta a sus diputados, rinde fidelidad y sumisión a Fernando VII y destaca que su enemigo –tanto como del rey– es el foco revolucionario en Buenos Aires:
El genio de la discordia con que el gobierno de Buenos Aires alarmó a los funcionarios de la justicia, honor y tranquilidad de los Pueblos, cubrió de amargura esta provincia oriental, hasta colocarla en el extremo de empujar las armas para sustentar su decoro. La cautividad del Monarca a quien pertenecen estos dominios era un torrente que en su tránsito no dejaba sino los vestigios del desorden. […] Pero todo desapareció a la presencia de la halagüeña noticia del regreso del señor D. Fernando VII a su trono. Vasallos de este Rey cuyas desgracias fenecieron diputamos cerca de su Alteza Real el Señor Príncipe regente de Portugal y del Excelentísimo Sr. Embajador de S. M. B. [Su Majestad Británica] en la Corte de Brasil personas cuya investidura y carácter nos presagian del buen éxito de su comisión.[91]
En todas sus comunicaciones, Otorgués afirma estar autorizado por Artigas para llevar adelante la misión. Acerca de la Provincia Oriental, asegura que “es consiguiente la devolución de esta alhaja a su legítimo dueño” y continúa: “Yo, autorizado por mi General José Artigas, como su segundo en el mando de este Ejército Oriental, Jefe en su Vanguardia[,] he nombrado con esta fecha por mis Diputados […] para manifestar las angustias de esta Provincia como parte de la corona española, a una Nación generosa cual es la portuguesa, estrechamente aliada con aquella”.[92] Para dar pruebas de su obediencia y fidelidad al monarca, confirma la sospecha del gobierno porteño de haber auxiliado al capitán de navío realista que con su escuadra defendía Montevideo contra el ejército sitiador porteño poco antes de la caída de la plaza. Otorgués solicita se le conceda refugio a sus tropas –perseguidas por el ejército de Buenos Aires– en la frontera sur de Brasil.[93] En concreto, pide ser socorrido con tropas, armas y municiones portuguesas para combatir a las fuerzas del Directorio. Pocos días después, el gobernador de Río Grande lo habilita a ingresar con sus soldados y seguidores en territorio luso, en vista “de que el General Artigas se declaraba del partido del Rey”.[94]
Desde su cuartel general, Artigas le anuncia al capitán general de Porto Alegre la partida a Río Grande de una misión a cargo de su colaborador y secretario Miguel Barreiro para “formalizar la paz y la unión”.[95] Busca obtener pertrechos de guerra para enfrentar a los porteños y a cambio promete una amistosa convivencia pacífica entre ambas regiones. En carta a Barreiro, comenta que ya “suena el eco” de la retirada porteña y que acaba de recibir un oficio de Otorgués con información sobre la llegada de quince mil españoles e ingleses.[96] Los rumores de la expedición que se prepara en España cobran vida propia. A fines de noviembre, el líder oriental le advierte por escrito a su comisionado que Otorgués obra con su consentimiento y que debido a “su coraje y arrogancia no depondrá las armas sin motivo”.[97]
Pero Artigas intenta otras vías de negociación y acude al gobierno de Paraguay para obtener apoyo, explotando las rivalidades que este mantiene con Buenos Aires desde que las tropas de Manuel Belgrano fueron derrotadas. No es la primera vez que lo hace: es una estrategia que el líder oriental ha intentado desde 1811 con la Junta de Gobierno autónoma nacida en Asunción y que el gobierno de las Provincias Unidas también exploró sin éxito. En octubre de 1814 es nombrado dictador de la República de Paraguay Gaspar Rodríguez de Francia, quien no tiene el menor interés en entrar en el conflicto. En una extensa misiva a Artigas fechada en diciembre deja sentada su posición: permanecer al margen, neutral y vigilante respecto de las fuerzas en pugna del bloque revolucionario. Así, el doctor Francia sostiene la decisión, tomada un año antes, de no aceptar