Marcela Ternavasio

Los juegos de la política


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fundada en la lógica del hecho consumado: ocupar militarmente la Banda Oriental antes del arribo de la expedición de Morillo, ya sea para una futura negociación o, en su defecto, para indemnizarse con esos territorios. Gómez Labrador, por su parte, se niega a tratar la cuestión de Olivenza mientras Fernando VII se muestra dispuesto a restituirla a cambio del apoyo a sus tropas en Brasil y de la resolución sobre los territorios meridionales americanos. En esas intrincadas negociaciones cruzadas es difícil evaluar si las diferentes estrategias de los agentes diplomáticos son producto del múltiple desdoblamiento de los espacios donde actúan y de los ritmos temporales que escanden las misivas e instrucciones a escala transatlántica y europea, o si responden a cierta autonomía de gestión respecto de los gobiernos que representan. En cualquier hipótesis, en esos entrelazamientos sobre cuestiones pendientes en los territorios europeos y ultramarinos quedan al desnudo las dificultades que presenta la propuesta del Congreso de Viena de regresar a las antiguas fronteras de las monarquías y hacer coexistir la tradicional política bilateral con una novedosa multilateralidad que estipula claras jerarquías entre las potencias de primero y segundo orden.

      Estas dificultades se hacen evidentes en las tratativas entre España y Portugal y también en las tensiones de la alianza que ambas coronas sostienen con Gran Bretaña. Un dato del informe enviado por la legación lusa al embajador Sousa, expuesto en tono críptico y confidencial, revela los cambios en esos vínculos: la negociación de los territorios de Olivenza debe quedar fuera de la intervención británica. La corona de Portugal comienza a manifestar cierta voluntad de independencia ante la potencia que ejerce sobre ella una suerte de protectorado, en especial luego de promover el traslado de la corte a Río de Janeiro y de celebrar tratados que otorgaron ventaja comercial a Inglaterra.

      Lo cierto es que al finalizar 1814, nadie sabe si el objetivo de Fernando VII de aunar fuerzas con Portugal para poner fin a las rebeliones americanas podrá concretarse. Más allá de la versión reservada que transmite Sousa a su gobierno sobre el posible cambio de destino de la flota de Morillo, todo indica que se dirige al Río de la Plata. Al menos España ha movido sus fichas en esa dirección: a las negociaciones formales a través del embajador portugués en Madrid y el envío de un agente extraordinario a Brasil se suman los contactos informales que buscan aprovechar el vínculo dinástico que provee la infanta Carlota Joaquina con los Braganza. En el tablero de juego, el rey Borbón apuesta por una estrategia cooperativa para conformar un poderoso equipo y la mayor incógnita es cómo se posicionará Portugal ante los pedidos de auxilio de España, las presiones británicas y las amenazas revolucionarias en sus fronteras.