paciente que permiten al auditorio identificarlo de inmediato y repetir en coro su conocido nombre. Esta grave ruptura de la confidencialidad es atribuible, entre otras anomalías, a la vulnerabilidad narcisista del analista que intenta revertir el serio déficit de su propia autoestima a través de la notoriedad social de su paciente. Este antiguo y puntual episodio, dramáticamente grotesco, no tendría entidad en sí mismo si no fuera que nos conduce a otros similares, menos espectaculares, más insidiosos, y de una extensión mucho más generalizada que se observan en la cotidianidad actual y que casi ni se registran, o se minimizan en su gravedad: algunos analistas confían en sus círculos cercanos la identidad de pacientes con notoriedad social, política o artística, delatando así la precariedad de su autoestima y, en un sentido más preocupante, minando la credibilidad de la profesión.
e) La confidencialidad a la fuerza
En la década de los 70, la Argentina vivía envuelta en una aterrorizante y sanguinaria situación de violencia política y social. Los atentados terroristas y la represión indiscriminada sacudían por entonces al país. A través de un llamado telefónico recibo en una entrevista a un joven que solicita ingresar a un grupo terapéutico. Inmediatamente me aclara que pertenecía a un grupo armado en la clandestinidad. Le respondo que me parecía imposible acceder a su incorporación a un grupo terapéutico por dos razones: por una parte si ocultaba su identidad en el grupo violaba el principio de franqueza que rige el funcionamiento de este tipo de terapia y, por otra parte, si él revelaba su identidad era imposible garantizar y controlar, entre tantas y diversas personas y patologías que suelen conformar dichos grupos, la confidencialidad. La respuesta del joven a mis razones fue una amenazante advertencia: que sus compañeros de armas sabían de esta entrevista y que si a él le sucedía algún percance yo sería el responsable. Nunca supe el ulterior destino de este joven. Sólo sé que recién ahora, pasadas varias décadas, me atrevo a revelar esta ingrata historia.
Bibliografía
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1 Presentado en el Panel sobre Confidencialidad en el 44º Congreso Internacional de la API, bajo el título “Confidentiality regarding the epistemological status of Psychonalysis”.
2 Con el título “La vertiente psicosocial del psicoanálisis argentino”, María Ernestina Leone (2003) escribió su tesis doctoral, en línea con la postura que estoy proponiendo. Si bien varios de mis propios trabajos aluden al tema, en el titulado “Psiquis y Cultura” (Arbiser, 2003) lo hace específicamente.
3 Previamente, en 1893, Freud publica un sustancioso ensayo semiológico y conceptual acerca de la diferencia entre las parálisis orgánicas y las parálisis histéricas (Freud, 1893). En mi lectura de este artículo queda explícitamente diferenciado el cuerpo “anatómico” del cuerpo “erógeno-lingüístico-cultural”.
4 Lo que le permite posibilidades combinatorias infinitas (F. de Sausure, 1945).
5 Debe entenderse el término aprendizaje en un sentido más amplio que el escolar.
6 The man with the bus symptom (Arbiser, 1994).
7 Recordar la función sintética en Cap. III de Inhibición, síntoma y angustia (Freud, 1926).
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