H.; de Rosnay, J.; Coppens, Y., Simonnet, D. (1997). La historia más bella del mundo. Santiago de Chile: Andrés Bello.
Zweig, S. (1942). El mundo de ayer. Memorias de un europeo. Barcelona: Acantilado.
Resumen
El autor propone una reflexión en una perspectiva Avance que si bien brinda seguridad, eficiencia y confort no hace más que poner en evidencia el irreductible padecimiento que el psicoanálisis atiende e intenta mitigar. Fiel a la perspectiva propuesta, hace un recorrido evolutivo del hombre y de los hitos más visibles que nos lanzaron a la muy variada realidad humana actual.
1 Para aclarar: “dramática” es el género literario donde se representan los diversos conflictos del hombre consigo mismo y con su entorno, tanto los eternos como los cotidianos del hombre.
2 De acá en adelante los términos en cursiva pretenden destacar la relevancia que les atribuye el autor.
3 Me refiero al psiquismo del Homo sapiens moderno, adelantándome a la justa objeción de muchos prestigiosos estudiosos que reconocen la existencia de psiquismo e incluso inteligencia, sociabilidad y hasta algunas picardías (humanas) en el mundo animal; pero para zanjar en forma expeditiva dicha objeción respondo toscamente que me cuesta imaginar a estos parientes biológicos conduciendo un automóvil o manejando una computadora.
4 Acerca de este tópico me extiendo en un trabajo previo (Arbiser, S., 2018a) en que destaco la mutua implicación entre el desamparo y la crianza.
5 En antropología se explica la incompatibilidad entre el tamaño de la cabeza del feto “idealmente” terminado (22 meses de gestación) y una dimensión de las caderas compatible con la ya adquirida bipedestación, por lo cual el vivíparo humano debe anticipar su nacimiento a los nueves meses de gestación.
6 Las religiones en forma universal, como autoridad incuestionable encima de los humanos, se comprometen como mínimo a la prohibición de matar al prójimo y al mandato exogámico, habida cuenta de que nuestra especie carece de la regulación biológica del “celo”, propia de la mayoría de los demás mamíferos.
7 Yuval Noah Harari denomina “el mayor fraude de la historia” a la revolución agrícola de hace 10.000 años. Atento a la sideral distancia entre su expertise en historia y mis apenas voluntariosas reflexiones, no dejo de preguntarme, sin embargo, acerca de su imprudente trasladado del “juicio de valor” actual a épocas tan remotas.
8 En este punto es instructiva la historia real del juicio llevado a cabo en Dayton, Tennessee, en 1925, en el que se acusaba a un maestro, John Thomas Scopes, por mostrar una lámina que ilustraba en figuras la evolución de los simios hasta llegar al hombre erguido. Varias versiones cinematográficas rememoran ficcionalmente esta conmovedora historia con el título bíblico “Heredarás el viento”.
9 Son reveladoras la novela de Sweig, S. (1942) y la compilación de Casullo, N. (1991) acerca de la Viena de entonces.
10 gemeines Unglück: “desgracia común” en el traductor de Google. Prefiero “común” a “ordinario”.
11 En la filmografía del conocido cineasta Pedro Almodóvar la insaciabilidad del amor y el sexo se ven muy creíblemente ilustradas, en especial en el film El Matador.
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PSICOANÁLISIS Y GUERRA1
Para abordar el tema de la guerra desde el psicoanálisis me limitaré a hacer una síntesis personal y escuetos comentarios críticos del artículo conocido en la literatura analítica como “¿Por qué la guerra?” y en alemán “Warum Krieg” (Freud, 1932), surgido del intercambio epistolar entre Freud y Einstein de 1932. Este artículo fue escrito en septiembre en respuesta a una carta del 30 de julio del eminente físico, en la cual le pide opinión a Freud, como “estudioso y conocedor de la vida pulsional humana”, acerca de cómo evitar los “estragos de la guerra”. La Liga de las Naciones, a su vez, había solicitado a Einstein que eligiera un interlocutor para dirimir esta cuestión, que se había convertido, en ese entonces, en una acuciante urgencia. Por lo tanto no es ocioso señalar, aunque sea a grandes rasgos, las particularidades políticas y socioeconómicas de la Europa de esa época. Se trataba, ni más ni menos, del convulsivo período de la entreguerra. Se vivía todavía bajo el ominoso impacto de las secuelas de la Gran Guerra y se presagiaba –no sin fundamentos– la inminencia de una próxima. La gran guerra había mostrado, en función del desarrollo tecnológico y científico alcanzado, su aterrorizante potencialidad destructiva, hasta ese momento desconocida en tal desmedida dimensión. Se intuía, con razón, que la paz obtenida por el Pacto de Versalles era –a la larga– inviable y no ofrecía ninguna garantía duradera (Schutt, F., 2005). Mientras que en la Unión Soviética ya se había instalado y consolidado la despótica y sanguinaria dictadura de Stalin, en Alemania y el mundo germánico se perfilaba la figura amenazante y funesta de Adolf Hitler, quien asume la Cancillería el 30 de enero de 1933, apenas tres meses después de este escrito. Ya estaban aprontándose las piezas claves en el tétrico tablero mundial que se avecinaba. La utopía de Immanuel Kant se iba desvaneciendo ante la desesperada impotencia, cada vez más notable, de la Liga o Sociedad de las Naciones. El filósofo del “idealismo alemán” había sugerido en la La paz eterna (1795) que la conformación de una Federación de pueblos evitaría las guerras en forma permanente.
Entrando de lleno al mencionado artículo de Freud, se podría decir que éste acepta el reto de Einstein con bastante prudencia. Reconoce de antemano el límite de su contribución cuando declara que el tema lo sobrepasa, que se trata de cuestiones “prácticas” que son “resorte de los estadistas”. Y desde esa postura más modesta aporta lo esencial de lo que el psicoanálisis descubrió acerca de la mente y, por qué no, de la naturaleza humana. Subrayo este punto en cuanto muestra a un Freud atento a un deslinde metodológico en la jurisdicción del objeto de indagación, en contraste con otros autores psicoanalíticos que reducen objetos tributarios de abordajes multidimensionales a la visión exclusiva del psicoanálisis, menoscabando ciertos cuidados epistemológicos. La psicología humana en el nivel individual y psicosocial no puede por sí sola dar cuenta de fenómenos de altísima complejidad que involucran las condiciones geopolíticas, socioeconómicas e históricas. Pero dado, por otra parte, que en las guerras participan hombres singulares que muestran, en ese contexto, rasgos psicológicos no habituales en tiempos de paz, el psicoanálisis y la teoría pulsional, especialmente subrayada por Freud en su respuesta a Einstein, pueden aportar algo bastante esclarecedor.
En el intento de trasmitir lo esencial del pensamiento que trasunta el artículo freudiano, se podrían destilar tres tópicos definidos, dejando a salvo, nuevamente, que se trata de una síntesis personal y que otros podrían ordenar la exposición de otra manera y extraer otras conclusiones:
1) La génesis del “derecho” a partir de la violencia original, como secuencia evolutiva.
2) Una puesta al día de la teoría pulsional. En mi opinión, acá se desmitifican las posturas idílicas acerca de la idealizada naturaleza humana, propias de las cosmovisiones “voluntaristas” o “maniqueas”.
3) La relación dialéctica entre la vida pulsional y la evolución cultural.
Respecto del primer punto, Freud responde a Einstein en su planteo acerca de la oposición entre el poder y el derecho que él reformula en términos de oposición entre violencia y derecho. Esta pirueta de Freud, si bien no afecta la ensambladura coherente de la respuesta a A. Einstein, toca un punto que siempre me resultó controversial en el pensamiento freudiano; me refiero, en este caso, a equipar poder y violencia. A mi entender eso encierra un deslizamiento conceptual que puede llevar a anatemizar el poder confundido con la violencia. Esta última puede ser uno de los muchos predicados del poder; pero no forzosamente todos. Creo que el poder se puede ejercer con violencia, pero no necesariamente. Y equipararlos puede llevarnos a condenar el poder de las leyes,