Luz Sanfeliu Gimeno

Republicanas


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excesivamente groseras como parece que fueron en el caso de los lerrouxistas, que hacían referencia a los órganos sexuales masculinos para afianzar el carácter revolucionario del propio Lerroux.93 La valentía viril se entendía no como agresiones entre iguales que se enfrentaban personalmente, sino con el compromiso colectivo ante lo que política y socialmente se consideraba ilegal, arbitrario, injusto o denigrante. La violencia que a nivel individual era considerada por los blasquistas detestable, sin embargo, se consideraba deseable cuando era colectiva y se ejercía con un fin político.

      Pero para que los hombres pudiesen ser ciertamente esos nuevos sujetos «viriles» y para que comprendiesen con detenimiento el origen de las injusticias sociales, los trabajadores y obreros que tenían un tiempo reducido para formarse y ejercer la política debían emplear su tiempo libre en tareas políticamente útiles. En este sentido, en el relato de una conferencia en el café Dos Reinos de Pueblo Nuevo del Mar, el señor Monfort Nadres contrapone y sanciona dos modelos excluyentes que tenían los obreros de vivir el tiempo libre. Por un lado, estaban los que se entregaban a los hábitos de conducta relacionados con el ocio que el blasquismo pretendía erradicar y, por otro lado, los obreros con hábitos de conducta que el blasquismo promocionaba. Por supuesto, estas representaciones trataban de significar dos modos antagónicos de vivir la identidad masculina. Así, en su charla el citado señor

      dijo también que los obreros, lejos de procurar por el estudio, por la cultura emancipadora, se entregan a las corridas de toros y al aguardiente. Otros sacrifican horas de descanso al estudio.

      A continuación, en el mismo artículo, al narrar los actos que siguen a la conferencia, tenemos un ejemplo de cómo los blasquistas practicaban ya esa nueva identidad masculina que ligaba política, cultura y diversión, promocionando formas de conducta que estaban transformando la imagen y los roles que socialmente debían desempeñar los hombres. Como colofón al encuentro de los republicanos en el café,

      En los primeros tiempos del partido, estas campañas de los republicanos para reformular la identidad masculina y encauzar el tiempo libre de los hombres, fueron constantes. En las elecciones de diputados de 1903, cuando Blasco Ibáñez tiene que enfrentarse a Soriano y pronuncia un mitin en el Centro de Unión Republicana, aparece la misma contraposición entre dos formas de entender y vivir la masculinidad.

      Así, Blasco habla de Valencia como de

      un pueblo donde se avergonzará el hombre de llevar armas mortíferas, donde el hombre de ciencia encontrará la inspiración de sus investigaciones; el artista sus musas; el escritor sus fuentes de creación.

      La ciencia, las artes y la creación debían sustituir a las vergonzosas armas mortíferas. La lectura ya ocupaba el tiempo que antes dedicaban los obreros a los juegos de taberna.

      También la tarea de los casinos en estas transformaciones de la identidad masculina debió de ser fundamental, porque durante ese tiempo libre de los hombres era también cuando se acordaban informalmente las estrategias de los partidos políticos y cuando, habitualmente, tenían lugar las conversaciones y el intercambio de opiniones.

      El mundo de la vida política, reservado también exclusivamente a los varones, contaba con el espacio privilegiado de los cafés y casinos, donde los hombres discutían y se reunían con sus amigos compartiendo informaciones y buscando aliados políticos en el ambiente distendido de esos lugares de ocio.

      Los cafés y las tabernas de barrios y pueblos eran, pues, centros de ocio y a la vez de tertulia, donde tradicionalmente, también, los hombres se informaban, discutían y fraguaban alianzas.

      Emulando a esos cafés y casinos de los barrios y pueblos, la vida asociativa de los casinos y centros republicanos combinaba la vida política del partido con un tiempo libre que podía ser evasión y distracción para los hombres, pero que trataba a su vez transformar los hábitos de conducta masculina, haciendo la sociabilidad reflexiva y el tiempo de ocio un espacio abierto a la cultura, progresista y comprometido con ese desarrollo personal que se entendía como la base de los cambios sociales.

      Apoyándose en algunos hábitos de conducta ya establecidos, como era el de acudir a los casinos, los blasquistas, con un claro fin, pretendían imprimir a la sociabilidad masculina un claro matiz ideológico.

      Así, cuando en 1903 se puso en marcha la Universidad Popular en Valencia, con sede en el Centro de Fusión Republicana de la calle Libreros, los blasquistas ya podían afirmar que

      El tiempo de ocio del que sólo los hombres disfrutaban (puesto que las mujeres de clases populares, durante el tiempo que les dejaba libre el trabajo remunerado, permanecían en la casa o se reunían con las vecinas para coser y charlar) fue, por tanto, uno de los ámbitos desde donde se impulsaron muchas de las iniciativas que el blasquismo proponía con respecto a la identidad masculina.