Luz Sanfeliu Gimeno

Republicanas


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      Pero, aunque con frecuencia los blasquistas utilizaban la dicotomía de proyectar dos bandos beligerantes que se enfrentaban a los partidos conservadores, ellos mismos siempre se volvían a autodefinir como

      El gobierno de «la universalidad de los ciudadanos», siguiendo de nuevo el análisis de Habermas, no significaba, como desde la concepción liberal, gozar sólo de derechos subjetivos frente al Estado o frente a los demás ciudadanos, sino tener derecho a la participación y a la comunicación política. Para el republicanismo, lo importante no era sólo que la política les garantizase la libertad frente a las coacciones externas, sino también la participación en una práctica común,

      El voto, que sólo podían ejercer los varones, se convertía, por tanto, en el símbolo político de la libertad individual, y la venta de votos en la negación de toda capacidad subjetiva relacionada con la voluntad, la libertad y el honor personal.

      Refiriéndose a Catarroja, donde los blasquistas sospechaban que el médico compraba con dinero los votos, un articulista de El Pueblo afirmaba:

      Y aunque el populismo blasquista en ningún caso llevó a la práctica la totalidad de ideales que defendían en sus discursos, y jugó sus propias bazas –sobre todo para acrecentar su poder político–, la organización del propio partido y de los grupos afines al republicanismo daban pruebas de estar dispuestos a ejercer esa democracia vinculada a la libre elección de sus representantes, dejando que fuese la propia voluntad de sus afiliados la que asumiera las decisiones del partido o del grupo del que formaban parte.

      Ya en el año 1897, cuando se explican en El Pueblo los acuerdos de la Asamblea Nacional Republicana que dará origen al nacimiento del Partido Fusión Republicana, se expresaban de este modo,

      Como consecuencia del texto anterior podemos deducir que formar parte del partido no debía implicar renunciar a las propias opiniones, sino establecer puentes para la unidad que debía hacerse desde la base.

      Esta democracia comunicativa y participativa más compleja y difícil de llevar a la práctica cuando se trataba de ganar elecciones políticas y formar un partido fuerte– sin embargo, acentuaba la autoformación individual de los militantes republicanos a través de la práctica de la política, y situaba en un lugar central la autodeterminación de los sujetos que deseaban dar origen a un nuevo concepto de libertades públicas, orientadas a la participación y al entendimiento de los ciudadanos.

      En base a la intervención de Sárraga en este mitin, cabe volver a señalar que las mujeres compartían con los hombres los mismos valores culturales y también la apertura del republicanismo blasquista a la intervención y participación de las mujeres en sus actos. Radcliff refiere la intervención de Belén Sárraga en una conferencia en Gijón en 1899 que «provocó una seria conmoción». Aun cuando Belén Sárraga era una excepción en el mundo masculino del republicanismo, entre los blasquistas era claramente valorada. Siguiendo la narración de Radcliff,

      La misma estructura de funcionamiento abierto que reclamaba Belén Sárraga en el mitin del Teatro Pizarro, la encontramos en 1901, cuando el Casino Republicano Propagandista del distrito de la Misericordia celebra una reunión para «acordar la línea de conducta que debía seguir en las próximas elecciones de diputados provinciales». Después de una amplia discusión entre sus miembros, se llegó a la siguiente conclusión: