Luz Sanfeliu Gimeno

Republicanas


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de nuevo a Habermas, mientras que la concepción liberal mantiene una noción del derecho y del orden jurídico consistente en que dicho orden permite decidir en cada caso particular qué derechos asisten a qué individuos, según la concepción republicana, los derechos subjetivos se derivan de un orden jurídico objetivo que debe posibilitar y a la vez garantizar «la integridad de una convivencia basada en la igualdad, la autonomía y el respeto recíprocos».71 Desde la concepción republicana se establecía, por tanto, una conexión interna entre la práctica de la autodeterminación de los pueblos o comunidades y el imperio personal de las leyes.72 Entendidas como un marco colectivo de convivencia, las leyes, que eran universales e iguales para todos, no podían hacer diferenciaciones entre sujetos o grupos, puesto que su función era dar a cada individuo la potestad de ejercer su propia libertad amparado en la objetividad del orden jurídico.

      Por ello y para que los hombres se convirtieran en sujetos libres era necesario que se «formasen» racionalmente.

      En este proceso de autoformación de los individuos blasquistas, la transformación de la identidad genérica masculina se constituyó en fundamental, el eje alrededor del cual giraron muchos de sus programas sociales y culturales.

      Las mujeres y la transformación de su identidad genérica, sin embargo, fueron una cuestión secundaria y, mayoritariamente, estuvieron en función de los intereses masculinos. Las mujeres como las que formaron la Asociación General Femenina, en los orígenes del partido, compartieron con los hombres cierto protagonismo y también los mismos principios ideológicos. Pero su cometido social, la «encarnación» en la identidad femenina de los principios que los republicanos mantenían, no fue como en el caso de los hombres una prioridad del partido. Tampoco en las representaciones que el periódico hacía de las mujeres se percibía con claridad un proyecto identitario referido a las mujeres que tan claramente se manifestaba cuando se referían a los hombres.

      Sin embargo, del mismo modo que la dinámica policlasista que promocionaba el blasquismo, se apoyó en la necesidad de establecer una conciencia laica, autónoma o racional –permitiendo el reconocimiento de los varones más o menos desfavorecidos, como sujetos capaces de gozar de derechos políticos–, también en este proceso, las mujeres republicanas obtuvieron bases, legitimación para poder reclamar sus derechos, sobre todo apoyándose en las nuevas identidades masculinas, que extendía la política hasta la familia y la cotidianidad, en cuyo seno ellas gozaron de ciertas atribuciones. Sin embargo, la ciudadanía política de las mujeres y su consideración como sujetos autónomos en pocos casos se concretó de una forma clara en el proyecto blasquista. Pero, lateralmente, las mujeres tomaron contacto con un nuevo universo público, político y de relaciones sociales que les permitía desarrollar, también, una capacidad de discernimiento progresivamente autónomo.

      4. EL OCIO MASCULINO

      La necesidad de que los hombres de los grupos sociales más desfavorecidos adaptaran sus conductas a unos determinados ideales resultaba, sin embargo, una tarea compleja. Porque en una sociedad donde la educación y la cultura eran inaccesibles para la mayoría de los ciudadanos, resultaba difícil acercar y popularizar formas de conocimiento y pensamiento, en principio reservadas a las élites intelectuales que formaban parte mayoritariamente de las clases medias urbanas o de los sectores sociales más acomodados.

      Combinando visiones, unas veces moderadas y otras veces más radicales, el periódico El Pueblo asumió la tarea de socializar a los ciudadanos progresistas en la nueva ética política y social que el krausismo y las élites intelectuales más liberales trataban de difundir. A través de la acción y de la representación política, los casinos republicanos, las escuelas laicas, los grupos de librepensamiento y las Sociedades Obreras, organizados en torno al partido republicano que había fundado Blasco y a su órgano diario de difusión, trataron de dar coherencia y aplicar en la práctica el proyecto que los regeneracionistas krausistas y los republicanos demandaban para transformar la nación. También, los grupos socialistas, anarquistas, las corrientes relacionadas con la escuela moderna o los grupos que trataban de difundir el esperanto, tuvieron en ese tiempo un espacio abierto para difundir sus ideas en el diario republicano. Así, lograron en las primeras décadas del siglo XX sembrar