que es mejor que el holgazán que cobraba como un rey y trabajaba como un vago.
—Es diferente, solo me he reunido con él un par de veces y es agradable, está determinado a conseguir que Ronald me dé el divorcio.
—Ya verás que si lo logra, mi amor. ¿Cuándo vienes a visitarnos?
—Tendría que ir un fin de semana, quizá la próxima semana.
—Deberían darte vacaciones, desde que trabajas en ese lugar nunca has tenido unas vacaciones.
Sí, primero tendría que encontrar a Claudia Renette de buen humor y para ello tendría que ofrecerle a todos los hombres de la galería, aunque supongo que por ahora con Robert, el jefe de recursos humanos, le basta.
—Veré qué puedo hacer. Te mantendré al tanto, saludos a todos. Dile a papá que lo amo y que pronto iré a visitarlos.
—Si él hace algo, promete que vas a decirnos. No podría perdonarme que algo te pasara y no saberlo.
—Lo prometo, mamá, nunca más voy a quedarme callada.
—Te amo, Naomi. Y sé que un día todo lo que tendrás será felicidad. No todos los hombres son bestias y no siempre el amor duele.
Hay un nudo en mi garganta ante sus palabras. Detesto admitirlo, pero le perdí la fe al amor de pareja, ahora solo puedo asociarlo con dolor y sufrimiento.
—También te amo, mamá.
Finalizo la llamada con una sensación de nostalgia en mi pecho. Veo muy poco a mis padres y hablar con ellos siempre me hace sentir sensible. Es difícil no recordarme despertando en el hospital, ver el dolor en sus rostros cuando lo supieron, y sentir el alivio cuando lo alejaron de mí.
Suspiro y observo el cuadro que estaba recuperando tras haber perdido muchos de sus colores. Representa vida y me hace recordar que yo nunca podré darle la vida a alguien. No tendré esa experiencia, me fue arrebatada.
No me gustan los momentos en los que mis pensamientos son así de depresivos, pero no es fácil hacerlos a un lado. Me cuesta olvidar, pero me gusta vivir y sé que estancarse en el dolor no va a ayudarme a recuperarme.
Debo ser optimista.
Y me gusta decir que siempre debo ver hacia adelante y no volver la mirada hacia atrás. Estoy dispuesta a los aciertos, no más errores.
—Será mejor darme prisa con este cuadro si no quiero que jefa perra enloquezca —susurro dejando mi celular a un lado.
◌◌◌◌
25 de marzo de 2013
El yoga me ayuda a relajarme. En un principio cuando mi terapeuta me lo recomendó, pensé que no iba a funcionar, pero pronto aprendí que, de hecho, me relajaba y dejaba mi mente libre de pensamientos tormentosos. Por lo que hacer yoga cada lunes y viernes se convirtió en una costumbre, una rutina que me ayuda a relajarme.
Sigo la indicación de la instructora y cada vez me siento mucho mejor. No tengo que pensar en un esposo acechando, jefa perra o abogado cautivador. Solo concentrarme en mi cuerpo, en relajarme. Sentirme liviana.
Cuando la clase termina estoy sonriendo y muy dispuesta a empezar una buena semana. Tomo agua y sonrío cuando Danny, quien desde hace al menos cinco meses viene a la clase, se acerca a mí.
—¿Es ahora agradable para ti hacer yoga? —No puedo evitar preguntar recordando su queja en la primera clase.
—Creo que por fin me gusta y no lo hago solo por mi desastrosa postura.
—Sabía que caerías.
—Bueno, tengo mucha motivación para venir a estas clases. —Me guiña un ojo, rio de manera incómoda.
No recuerdo cómo coquetear y tampoco recuerdo cómo no sentirme incómoda cuando un hombre me coquetea. He aprendido a no sentir miedo de las palabras y cercanía de los hombres, me tomo un año lograrlo, pero no me siento cómoda con el coqueteo o insinuaciones. También cuido mucho de mi espacio personal, no me siento a gusto cuando un hombre lo invade y Danny a veces sin darse cuenta lo hace.
En secreto espero que los hombres que lucen amigables en algún momento se transformen en potenciales atacantes.
—Qué bueno… —Eso es todo lo que puedo responder.
—Así que me preguntaba, ¿qué tal un café?
Observo mi reloj, en tres horas y media debo estar en la galería. No me incomoda Danny, pero tampoco quiero darle las señales equivocadas debido a que desde que lo conocí ha estado coqueteándome y no creo sentirme lista para las citas o si alguna vez lo volveré a estar.
Con honestidad, no estoy interesada en él o lo que quiera ofrecerme.
Mi celular suena y cuando lo saco del bolso, en el identificador se lee: Jeremy.
—¿Hola? —contesto tras llevar el celular contra mi oreja.
—Hola, tranquila, no soy un ladrón tomando el teléfono de tu abogado, soy Jeremy, no tienes que estar asustada por saludar. —Se ríe—. ¡Hola, Naomi!
No puedo evitar sonreír ante su entusiasmo, de alguna manera, en los pocos intercambios que hemos tenido, me hace sentir cómoda.
—Tienes un buen inicio de semana, me parece.
—Sí, porque he conseguido unas evidencias de que alguna estúpida empresa estaba cometiendo fraude.
—Y te sientes poderoso.
—Podría decirse.
Jeremy es un abogado particular, diferente… Es todo lo que mi antiguo abogado no era:
Amigable.
Divertido.
Joven.
Empático.
Y quiero obviar su físico, porque llevo más de dos años, incluso estando casada, sin interesarme en el físico de un hombre y no quiero empezar ahora. Pero supongo que no se puede evitar notar sus cualidades.
Pero, sobre todo, me hace sentir confianza sobre ser una mujer libre de ataduras, no me hace sentir pérdida y asustada. Es como si alguien al que conocieras de hace mucho tiempo te ayudara a resolver tus problemas porque te aprecia. Como si recientemente no hubiésemos sido un par de desconocidos. Y trato de que eso no me asuste, porque estoy tan agotada de temer de tantas cosas.
Porque no quiero temer a Jeremy.
—¿Naomi?
—¿Sí?
—Te preguntaba si estás desocupada ahora. Me gustaría mostrarte ciertos documentos.
—Tengo dos horas y media antes de tener que ir a casa y cambiarme para el trabajo.
—Tomo esas dos horas, resérvamelas.
—Eres muy enérgico, ¿te lo han dicho?
—No se puede decir que las personas vayan a aburrirse conmigo, ¿paso por ti?
—Eres mi abogado.
—¿Y? Seamos honestos, soy tu abogado, pero eres amiga de mi cuñada lo cual nos va a unir por toda la vida. Solo piensa en todas las veces que vamos a encontrarnos, incluso cuando el caso haya terminado. ¿Lo visualizas? Fiestas de cumpleaños, celebraciones, almuerzos ocasionales y quién sabe qué más.
»Que pase a por ti no va a lastimar a nadie. De hecho, mi auto me lo entregan en unos días, este es alquilado.
—¿Llevas a todos tus clientes en tu auto?
—Solo a las que son lindas.
Y ahí está de nuevo el coqueteo. Es algo que parece muy natural para él, como si no pudiera evitarlo. Y quizá el que sea algo que le sale natural y automático sea lo que no hace que me incomode e intente correr muy lejos de él.
—Está bien. Voy a