Nathan Burkhard

La herencia maldita


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¿En qué mierda pensabas?

      —Solo en correr y escapar —gritó ella.

      —No podrás hacerlo —intentó acercarse.

      —¡Exacto! No puedo escapar de que tú seas quien clave una daga en mi pecho —le espetó ella, ante aquellas palabras, Joe no pudo articular palabra alguna, su expresión y voz se volvieron planas de repente.

      —No sabes de qué hablas —se defendió.

      Joe no sintió la bofetada pero el ímpetu del golpe hizo que diera vuelta a su rostro, llevándose la mano a la mejilla, no ignoró las ardientes lágrimas de la muchacha que intentó volver a golpearlo, pero Joe asió sus muñecas deteniendo sus golpes.

      —¿Por qué me detuviste? Debiste dejarme, yo no te pedí ayuda.

      —¡Ok! Muy bien, morir arrollada por un auto, es épico. Qué valiente de tu parte, siempre eres tan melodramática, acéptalo, acéptalo una vez en tu vida Natle, siempre piensas salir de tus problemas escapando o suicidándote ¡Eres tan cobarde por el amor de Dios! —ambos gritaban sin control —¡Madura, maldita sea!

      —No me hables de Dios, no me hables de él, porque no existe, Dios no tenía derecho a quitármelo, tan solo quería que este conmigo muchos años más, no se merecía esa muerte. ¡Lo odio! Soy un ángel, un maldito ángel, pero no puedo salvar a mi familia trató de tomar aire, pero no podía estaba sintiéndose asfixiada Quiero que me dejes. Quiero que dejes de tratarme como si fuera tu maldita hermana, si quisiera una niñera llamaría a otra persona menos a ti —le reprochó como si fuese el culpable. Y él también estaba exasperado por su actitud, en otras palabras ambos desean discutir, era una forma de mitigar ese dolor desgarrador. Natle alejarse de él para siempre, encontrar un motivo y él buscaba un motivo para estar cerca, un motivo aún más fuerte para no separase.

      Joe perdió la poca paciencia que le tenía, estaba frenético y listo para discutir de verdad y cuando se enojaba no era del todo caballeroso —¡No! ¡Nunca! Jamás te dejaré, por la simple razón que te amo demasiado para dejar que te hagas daño —la estrechó contra sus brazos, sujetó sus muñecas contra su pecho evitando más golpes de su parte, era tanta su frustración, que ambos cayeron de rodillas, él sin soltarla y ella aferrándose a las solapas de su chaqueta. —¡Por favor Natle! Dejemos de hacernos daño, deja de hacerte más daño —ambos lloraban, ambos habían perdido a un gran padre, abuelo y amigo.

      —¿Por qué? Solo quiero una respuesta, solo quiero saber ¿Por qué me lo quito? No es justo Joe. No es justo —le abrazaba con tanta fuerza, sintiendo su corazón en su oído —No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir.

      —¡No morirás! No dejaré que te pase nada —le prometió.

      Sin saber de dónde saco la fuerza para decírselo, tomó una dura decisión —¡Joe! Quiero que te alejes de mí. Por favor —le suplicó No quiero tenerte cerca, no más.

      —Sabes bien que no fue por Dios, sabes bien que pagamos los errores de nuestros padres con lo que más queremos, uno paga sus pecados con lo que más quiere en la vida, nosotros pagamos por culpa de nuestros padres ¡Natle! Eso debes entender, eso debes entender, no somos lo que nos mostraron, no somos libres —seguía abrazándole, demostrándole su amor y su apoyo —Pero no me pidas eso, es lo único que te pido, te lo imploro, Natle.

      Eran tantas sus lágrimas que su cabeza iba a reventar de tanta tensión, se sentía peor que antes, se sentía que era basura, una fracasada sin arte y parte, simplemente un maldito punto en medio de tanta crueldad.

      Se aferró a él como nunca, tomando su camiseta mojada entre sus puños, tanta era su fuerza que sus nudillos estaban blancos, incrustando sus uñas entre su camiseta, su mano y su piel, con tal de no quedarme sola, decidiendo que ese sería el último abrazo que le diera en su vida.

      —¡Natle!

      —Solo vete, solo vete y déjame sola —le respondió alejándolo con brusquedad de su lado.

      —No lo hare, no te dejaré —la ayudó a levantarse del suelo —¡Levántate! Vamos, no hagas que te levante —sin hacerle caso, le tomó de los brazos levantándole con delicadeza, estaba muerta en vida, no tenía razón de sus movimientos, era simplemente un títere, apoyando su cabeza en su hombro, se dio cuenta que su rostro cabía con gran exactitud en ese hueco vacío de piel y aire.

      —Quiero que me des espacio Joe —dijo sin mirarlo —Por favor.

      Un extraño sentimiento se apoderó del joven Joe, dio unos cuantos pasos hacia atrás e intento recomponerse no del dolor de su espalda, sino de aquel puñetazo que sintió en el pecho al escuchar esas palabras —Está bien —pasó la lengua por sus labios secos —Regresaré más tarde.

      Ella solo asintió con la cabeza asegurando que estaría bien, trato de acercarse a su novia, darle un beso en los labios, pero su rechazo le hizo entender que estaba perdiéndola —Ok —dejó escapar su respiración, retrocedió y salió de la casa dando un gran portazo tras de sí.

      No quiso ni volver el rostro para ver esa puerta, tan solo deslizó su móvil del bolsillo de su pantalón, notando la pantalla rota pero no estaba tan obsoleto como para hacer una única llamada, marcó el número de Jonathan Sullivan, diciendo solo una frase corta —Está en casa —dijo colgando enseguida y siguiendo su camino por la calle.

      Su casa estaba vacía, cerró la puerta tras de sí y logró quitarse a duras penas la casaca de cuero, rebelando su duro cuerpo, sus ropas rasgadas y los hematomas de su espalda, apretó la mandíbula tratando de controlar el nivel de dolor ¡Maldición! Desprendiéndose de sus ropas, se dio una buena ducha, los moretones iban a hacer más que evidentes al día siguiente, pero valía la pena, ella siempre valía la pena.

      Natle subió las escaleras de madera, caminó por el pasillo hasta su habitación, cerró la puerta y se apoyó en ella, deslizándose hasta caer sentada, sus lágrimas ardiendo en la comisura de sus ojos mientras que la voz de Hadeo se reproducía una y otra vez —Tu sangre, tu vida, cada gota de ellas... Me pertenece... Sé que regresare y por fin podre destruirte querida mía... Tus miedos son tus peores enemigos, el miedo de perder a este muchacho por el cual has dado tu vida, será tu perdición. Sé que quedare en ti, ¡Sufrirás!, perderás tus poderes, perderás tu vida de ángel y yo regresare a ti por ti, pero antes matare a todo aquel ser que ames... Eso no podrás evitarlo

      Hundiendo su rostro entre sus manos, se permitió llorar, maldecir y sobre todo desear que esa pesadilla acabase de inmediato, no supo cuánto tiempo había permanecido sentada, pero al ver que las luces del alumbrado público se filtraban por su ventana dedujo que ya era tarde, había sentido los pasos de sus padres por el pasillo, llamando a su puerta, tratando de hablar con ella, pero todo era inútil y ellos lo sabían, sabían que Natle podía ser tan obcecada que no habría manera de que pudiera abrirse con ellos, no habría manera de que pudiese desfogar con ellos el dolor ante la pérdida.

      CAPÍTULO 10

      EL TÁRTARO

      Un grito de dolor seguido de su nombre la despertó, Natle abrió los ojos y aun confundida trató de orientarse y saber dónde estaba, notando que no se había movido del lugar donde se quedó ayer por la tarde, se levantó adolorida y resignada a esa vida, arrastrando los pies hacia su cuarto de baño, sin importarle si estaba con la ropa puesta se metió a la ducha y se sentó un largo rato, dejando que el agua fría cubriera su cuerpo, si quería torturarse lo hacía de la manera más dura, y sobre todo estaba al borde de un colapso nervioso si es que su hermana Gabrielle no hubiese entrado en ese instante.

      No ver a su hermana después del incidente de su abuelo era de suponerse, era la preferida, pero lo que más la desconcertó fue no ver a Joe caminando por la casa, supuso que estaban en su habitación, pero el silencio no era bueno y menos con una histérica Natle rompiendo y maldiciendo a medio mundo por la muerte de su abuelo, pero el recibir la llamada de Anne diciéndole que sus padres estaban en el hospital ya que la liberación del cuerpo sería inmediata debido a que fue una muerte natural, un paro cardiaco