Nathan Burkhard

La herencia maldita


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pero mi dolor más grande era no poder consolarla en esos momentos, sostenerla entre mis brazos secando sus lágrimas con mis besos, sostenerla con fuerza y en ese momento supe que yo estaba teniendo la oportunidad de mi vida, la oportunidad que Piora me daba era aliento y una vida nueva, y era mi oportunidad de encontrar a la chica que me ayudaba por las noches más frías a calentar mi solitario y herido corazón.

      CAPÍTULO 8:

      FUTURE

      Un año desde que pude sentirla al borde de la muerte, del colapso, un año desde que la vi pasando por el umbral de la muerte y después de eso no pude recuperarme, mi estado iba empeorando día a día y mi desesperación por encontrarla me volvía loco, mi apetito fue disminuyendo con el paso de los días, y para mis padrinos era raro ya que me conocían por mi apetito feroz, y esa mañana no era la excepción, tuve que bajar obligado al comedor a desayunar con ellos. Padrinos, la palabra me era rara, en ese entonces.

      Bajé la gradas de la inmensa mansión, camine por los pasillos hasta llegar al comedor, me acerque a la mesa y Cristiano me observó como siempre sobre su periódico matutino —No dormiste bien —volvió a su lectura Otra vez.

      Buenos días. Sí, solo hice una pausa intentando reacomodar mis ideas Solo, tengo una pequeña jaqueca increpé, llevándome las manos a la cabeza, sosteniéndola, ya que pesaba como una maldita piedra.

      ¡Codos, jovencito! Me llamó la atención Rose quien me servía un poco de leche y café Termina el desayuno y podrás descansar un poco.

      Gracias señora Rose sonreí ante sus atenciones, obedecerle era muy fácil ya que siempre me trataba con un cariño incalculable, estaba pendiente de mi salud, de mis preocupaciones y miedos. Así que obedecí, no discrepé esa vez, desayuné sin mucho ánimo y regresé a la cama, aunque de un lado a otro no conseguí conciliar el sueño, no pude después de esa sensación tan horrible en el centro de mi cuerpo.

      El reloj estaba en nuestra contra, mientras que yo miraba al techo, con los brazos sobre mi cabeza, pensando y recordando cada parte de sus facciones, el terror en su mirada me enfurecía, me lamente no estar con ella en esos momentos, pero era parte de la vida, no podía conseguirlo todo de la noche a la mañana, simplemente debía ser paciente y descubrir por qué sentía sus emociones, penas y dolores siendo los míos, estábamos conectados de una manera que ni yo mismo podía explicar.

      Desperté cerca del almuerzo y como costumbre, Cristiano pedía verme, aunque después de mi muy mal día, mi padrino me obligaría a hablar, al llegar a la puerta de su estudio, toque levemente con los nudillos, escuchando —¡Adelante!

      Abrí la puerta y encontré a Cristiano nervioso Señor Pschillzer me acerqué al escritorio, a lo que él tan solo sonrió.

      Había cambiado mucho en esos días, estaba siendo mucho más educado, pero aún tenía ese humor que destacaba y hacía reír a Cristiano con cada tontería que salía de mi boca.

      Max, ya te dije que me llames tío me pidió tomar asiento extendiendo la mano y mostrándole el sillón, así que me acomodé como él le me lo pidió, había cambiado mucho lo aceptaba, siempre estaba muy bien vestido y bien peinado, mis cabellos rubios y mi corte moderno, un poco rapado a los lados mientras que en el centro mis cabellos rubios eran un poco largos, me hacían ver mucho mejor haciendo desaparecer a aquel jovencillo rudo, destartalado y sin familia que una vez fui o seguía siendo.

      —Es que aún no me acostumbro a todo esto —acaricié el reloj costoso de mi muñeca, un reloj shoreline.

      Sé que pronto te amoldaras a esta vida, es muy pronto para resultados, un año no es mucho y para ti es difícil y lo sé.

      Es qué intenté no hablar del tema, así que guardé silencio.

      Aun no puedes sacarla de tu mente, por más que intentas hacer tu rutina, ella aparece y no te deja sonrió Sé cómo es esa sensación, el amor.

      Levanté la mirada, observando el rostro de Cristiano ¿Qué?

      Amas a esa jovencita, puedo verlo, sientes sus miedos, su dolor, lo que la afecta y lo que hace que se estremezca todo su ser, sé perfectamente cómo se siente y bueno yo iba a decirme su más reciente investigación, pero fue interrumpido por los aplausos de su esposa, Rose añoraba cada momento con su familia y pasaba todo su tiempo con nosotros.

      Apoyada sobre el marco de la puerta, sonriente y orgullosa de ambos por llevarse tan bien, siempre quiso ver a Cristiano con ese amor paternal Veo que ustedes dos están muy unidos —tomó asiento a mi lado, abrazándome con fuerza.

      Señora Rose —respondí.

      Ya basta de decirme señora, dime mamá —acarició mi rostro, al sentir esa caricia, tomé la mano de Rose besándole con delicadeza, era una dama, era buena y yo siempre la respeté y ame como lo haría con mi verdadera madre.

      Gracias a los dos por darme esta oportunidad —sonreí al ver un cuadro de familia que ni en sueños imagine tener.

      Fue algo mágico, ya que habían podido romper las capas de roca que rodeaban mi corazón y por primera vez pude sentir algo aparte de miedo y odio.

      —Gracias a ti Max.

      —¿Por qué? —pregunté extrañado.

      Por permitirnos amarte —respondió a todas mis preguntas aclarando mis dudas, Rose se levantó del sillón y rodeo el escritorio para besar a su esposo y darnos más tiempo a solas, giró sobre sus talones y nos dejó solos.

      Creer para mí que tenía esa suerte, era casi imposible, pero agradecía al alma de mis padres por poner a Cristiano en mi camino, más valía tarde que nunca y esa era la razón para dar de mi todo para salvarlos. Cada vez que me veía al espejo era alguien nuevo, ya no había nada del jovencillo sucio, mal educado y altanero que Cristiano encontró en un viaje corto, me habían educado, o más bien, Cristiano había pulido un diamante que se encontraba en bruto.

      No diré que no era guapo, más bien mi estatura hablaba por sí sola, mis cabellos rubios y cortos, me daban una imagen fresca, sin mencionar la extrañes de mis ojos con heterocromía, un ojo verde y otro azul, y sobre todo los costosos lujos que mi padre adoptivo me daba, confort, algo que jamás tuve.

      Veo que aún no puedes creer lo que pasa en tu vida —dijo al ver que jugaba con mi reloj, era un tic nervioso que apareció una vez instalado en la residencia, era como si tratara de no despertar, que ese sueño siguiese siendo el mismo y no cambiara nada de la perspectiva de lo que era.

      En verdad soy muy afortunado de haber caído en tus manos, de haberme enseñado tantas cosas me levanté de mi asiento, sirviéndole una copa de whisky a mi padre, preparándole como siempre dos dedos de puro licor y dos cubos de hielo.

      —Gracias hijo —se lo extendí, quien lo recibió con una sonrisa en sus labios.

      De nada —le devolví la sonrisa, volviendo a sentarme en los caros sillones y en medio de esa gran escena de fraternidad, ambos sentimos un frío estremecedor congelar nuestros cuerpos, y de la nada se pudo sentir la presencia de algo maligno a nuestro alrededor, sin miedo me puse delante de mi padre extendiendo mis alas, mostrando la diferencia de ellas, diferentes colores, una negra y otra blanca.

      ¡Bravo! Veo que tienes potencial —aplaudió como un maldito psicópata, la presencia era maldad pura y se regocijaba de algo que no comprendía en su momento.

      ¡Max! ¡Tranquilo! Te presento a Piora. Te hable de él ¿Recuerdas? Aquel que te dará las respuestas que necesitas bajó la cabeza al ver a Piora en su despacho, cosa que no pase desapercibido, él era el demonio que condenó el alma de mi padre por tenerme a mí en su poder.

      El tiempo es un fragmento importante y mi agenda no está del todo libre para ocuparla contigo querido niño, te enseñaré las exquisitas artes del inframundo —extendió su mano, listo para recibirme —Y podrás conocer la verdad de tus orígenes, tenemos una tarde para conversar y una noche para poder discutir qué rol tendrás.

      Al escucharlo volví a esconder mis alas, pero