Nathan Burkhard

La herencia maldita


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      Temo que un día se olvide de mí le vio a los ojos Temo perderla.

      Creo que la perdiste desde el día en que la encontraste. Tu destino es solo ayudarle cada vez que se sienta destruida, darle la mano cada vez que caiga, darle un abrazo cuando este triste y ayudarle a tomar la decisión correcta, ese es el destino que ella tiene, no el de vivir un futuro junto a ti ¡Ella es débil! Desde que se supo que era una niña, el reino comenzó a desmoronarse, su gobierno jamás estuvo previsto. Tú eres el primer varón, deberás tomar el poder que por derecho te corresponde, ser nuestro líder, ser nuestro rey y con ello implica más muertes de las que imaginas.

      Ocultas más de lo que dices, pero si le llega a pasar algo le señaló con el dedo de manera violenta Juro que te matare, serás el primero Miaka, me importa una mierda si eres uno de nosotros, pero te matare, no me importa convertirme en lo que fueron mis padres, pero juro —tragó saliva ante la sola idea de que ella muriera —Te matare si a ella le llega a pasar algo, tú con tus mentiras y acertijos me importa una mierda.

      Antes de que se vaya, Miaka le dio unas palabras —¿Estás seguro de ello? Tú eres la clave de su extinción. Tomaras una determinación y esa será la correcta. Tú le quitarás la vida.

      Joe se detuvo en el umbral de la puerta, congelado ante la sola idea que Miaka impartía Antes de hacer eso juro por Dios que me mataría, juro por Dios que me rebelaría, iría al infierno mismo antes de hacerlo. Y si tan solo algún día llegara a cruzar esa idea por mi cabeza negó efusivamente ¡Moriría por ella! en su enojo retrocedió y salió de la casa enfurecido, no podía seguir escuchando las ilusas teorías de aquel delirante tigre, salvarla era la única prioridad de ese amante enamorado, Joe también había tomado una decisión, y era una de las que jamás pasaría por su cabeza, pero ese fue el momento adecuado, “ESCAPAR” pintó de rojo su mente, su alma y su corazón.

      Es la única opción que tengo se dijo a sí mismo al momento en que subió a su auto y encendió el motor, ir con sus padres no era la mejor opción ese día, pero necesitaba alejarse lo más posible de ellos, de ella, ya que Natle no era la única con terrores surrealistas. Es la única opción y nadie se interpondrá entre ella y yo, y quien lo haga lo haré pedazos si es preciso se prometió entre la furia y el odio que comenzó a nacer, despreciándose a sí mismo, su origen y su misión.

      Conducir en ese estado no era ideal, pero necesitaba despejar su mente además de ir a ver a sus padres, desde las crudas palabras de Miaka, recordó algo que él jamás debió, recordó su oscuro pasado, a Camille. Aquella belleza de cabellera negra y piel aceitunada, aquella mujer que lo dejó embobado, pero también le robó el corazón y lo traicionó, por primera vez en años pudo recordar su pasado, un pasado que había dejado en lo profundo de sus recuerdos negándose a abrir esa caja que resultaría una caja de pandora para sus emociones y sentimientos.

      «La noche era mágica, le había dicho su secreto hace unos cuantos días, pero él pensó que Camille era distinta; recostados en el césped, desnudos, cubiertos con unas mantas, Joe era feliz de tenerla, era una de las primeras chicas que le había robado el corazón, algo que jamás sintió hasta conocerla a ella, había tenido aventuras, pero Camille llenaba sus expectativas, era única, Camille era todo lo que deseo en el mundo.

      Las estrellas eran sus velas, sus testigos y los recordatorios de esa noche —Gracias por esta velada —exclamó Camille acurrucándose en su pecho, besándole.

      —Gracias por amarme como soy respondió acercando sus labios hacia los de la morena.

      —Sabes que tu secreto siempre estará a salvo conmigo ¿verdad? —dijo pero sin mucha sinceridad.

      —¡Camille! Yo te amo —exclamó con emoción, por primera vez sintió que todo era real.

      —¡Joseph! —exclamó ella con alegría, pero no era genuina.

      —¿Qué sucede? —preguntó adormilado.

      —Descansemos. Soñemos hasta que amanezca.

      —Eso no será problema —le dio una sonrisa a medias, quedando dormido, sin saber que algo más esperaba por él.

      Estaba sumido en un sueño perfecto, pero las voces que escuchaba cerca le advirtieron de la traición de Camille —Por favor, Rodrigo. No lo dañes. Nos pagaran mucho dinero por él, y debe estar sano —trataba de frenar a un hombre un poco mayor que Joe, tenía un rifle en mano y dos amigos detrás de él, igualmente armados mientras que Camille le acariciaba de manera íntima, besando sus labios de manera seductora, él conocía muy bien ese movimiento, ya que lo había utilizado con él horas atrás.

      —Sabes bien que es nuestro boleto para ir a las Vegas ¡Muñeca! él es nuestra salida de esta mugre de mundo.

      —Pero... No le hagas daño. Espera un poco.

      —Es mejor agarrarlo ahora que está dormido —profirió RodrigoVeo que te ha llegado el corazón —sujetó su rostro con una sola mano, estrujándole sin compasión —Veo que encamarte con él hizo que arruinara tu juicio.

      —Sabes bien que yo no puedo amar a un monstruo como ese. De tan solo estar con él, me siento mal, es repulsivo —exclamó ella con horror y abominación.

      —Sigamos con nuestros planes —se volvió a sus amigos —Arrincónenlo, si se resiste, ya saben qué hacer —ellos asintieron con la cabeza, rodeándole.

      Pero Joseph era más listo que eso, escuchó toda la conversación, así que mientras ellos discutían las maneras de atraparlo y Camille se vendía por un boleto a las Vegas, Joe se levantó despacio, tomó sus pantalones y se los puso con la mayor rapidez, pero antes de que pudiera ponerse la camisa, Rodrigo lo atrapó.

       Ni pienses en escapar —le apuntó directo al corazón, empujándolo con el cañón.

      ”Escapar” —le dio una sonrisa socarrona —Jamás lo hago, pero tú lo harás.

      —¿Te crees muy hombre? Estuviste con mi chica, ahora te daré la paliza de tu vida —Uno de sus matones golpeó a Joe en la espalda con la culata del rifle, obligándolo a caer de rodillas, para luego acercarse a él y darle un rodillazo en el rostro.

      Joe estaba en esos momentos indefenso, no quería usar sus poderes, era joven e ingenuo, creía en eses entonces en el amor puro, dándose de bruces al saber que amor eterno y puro no existía más que en los cuentos de hadas y novelas románticas.

      No supo en que momento sus poderes tomaron el control de sus sistema, pero para cuando despertó de ese trance, estuvo frente a cadáveres, levantó las manos que temblorosas y llenas de sangre estaban, tenía un disparo en el brazo, pero no sentía dolor alguno.

      Se había convertido en un asesino y no había justificante para ello, había matado a la mujer que una vez amó, pero Camille fue culpable por su ambición, pero no merecía una muerte así, había suplicado por él ante esos tipos, pero aun así pago el precio por su traición.

      Obligado a regresar a casa, sus padres le vieron herido, sangrante y perdido, sus padres ante los incidentes, optaron por escapar, llevar a Joseph por el mundo calmando su soledad y su corazón marchito por culpa de una mujer sin corazón.

      Joe cerró los ojos ante el recuerdo, era un asesino, había matado a su primer amor, había matado su esperanza por amar de nuevo, hasta que Natle apareció y volvería a cometer una atrocidad como años atrás, la protegería con su vida misma, entonces se dio cuenta que quizás no era amor, sino sentido de protección, apretando el volante obligó a sus nudillos a volverse blancos y tirantes ante la fuerza de su agarre, no cometería el mismo error, matar a Natle para protegerse a sí mismo, y esa era una opción, eso era lo que Miaka le había dado a entender en esa charla acalorada, él sería quien le quite la vida a Natle, pero no lo haría si es que podía evitarlo —¡Lo evitare! ¡No! No lo haré, no haré lo que mis padres, mi raza y Miaka esperan que haga, simplemente soy el dueño de mi destino, yo no seguiré órdenes de nadie y menos de un mundo