de una lagartija.
—Eso no es un consuelo, Tom.
—Cien millones menos de caminantes que te quieren comer —dijo Benny—. Yo lo consideraría un triunfo.
—Sssh —exclamó Chong—, que los adultos estamos platicando.
Disimuladamente, Benny le dedicó un gesto obsceno.
Charlaban en el jardín de Benny. Nix estaba cerca, limpiando con aceite su espada de madera y tratando de no sonreír. Lilah estaba sentada en la mesa de pícnic, limpiando a consciencia su pistola Sig Sauer. Otra vez.
—¿Tú vas a ir? —preguntó Chong a esta última.
Lilah resopló:
—Mejor que quedarse aquí. Este pueblo es peor que Ruina. Si ellos se van —dijo, señalando a Tom, Benny y Nix—, ¿por qué quedarme aquí?
Benny percibió la mueca de dolor de Chong.
Diablos, pensó, eso debe doler.
Era evidente, por la mirada franca en el rostro de Lilah, que ella no tenía la menor idea de que sus palabras acababan de desgarrar a Chong. Benny no creía que ella sospechara siquiera los sentimientos de su amigo.
—Así que ése es el plan —continuó Benny con jovialidad, tratando de aligerar el ambiente—. Una última juerga para la pandilla de cabrones Chong-Imura.
—Tu lenguaje… —lo reprendió Tom, casi por costumbre.
—¿Chong-Imura? —repitió Nix, poniendo los ojos en blanco—. ¿Pandilla? Por favor.
—¿Por qué acampar? —preguntó Chong lleno de pesimismo—. ¿Por qué no simplemente nos untas con salsa de carne y nos ordenas correr hacia una horda de zoms?
—De hecho no estoy intentando hacer que los maten —dijo Tom.
—Oh, claro que no. Resulta evidente que nuestra seguridad es tu primera preocupación.
Tom dio un sorbo a su té helado.
—Estaremos afuera por meses. Tendremos que proveernos a nosotros mismos. Además, es una buena manera de aprender técnicas de supervivencia.
—¿Técnicas de supervivencia? —preguntó Benny—. ¿Así como respirar y comer y…?
Chong le propinó un codazo.
—No, genio. Supervivencia es el arte de vivir en un medio silvestre. Cazar, pescar, poner trampas, encontrar hierbas útiles. Ese tipo de cosas.
—¿Cómo sabes eso?
—Porque —dijo Chong levantando las cejas—, cuando abres esos objetos que se llaman “libros”, adentro encuentras palabras e imágenes. Y a veces las palabras te dicen cosas.
—Ja-ja.
—Aprendimos algo de eso con los exploradores —continuó Chong, ahora mirando al hermano de Benny.
—Acampar en las tierras de McGoran no es lo mismo que sobrevivir en Ruina y Putrefacción —lo increpó Tom—. Lilah sabe cómo hacerlo. Yo también. Benny y Nix aprendieron un poco cuando estuvimos afuera en Ruina, pero aún no son expertos.
—Y yo no sé nada —concluyó Chong. Suspiró—. Supongo que en realidad tampoco lo necesito. Ya saben lo que mis padres piensan de su travesía.
—No estás obligado a venir a acampar con nosotros —concluyó Nix.
Chong suspiró de nuevo.
—No, supongo que no.
—La cosa es —Tom continuó— que todo lo que te enseñó el señor Feeney en los exploradores está muy bien, pero pertenece al viejo mundo. Ése es el problema con mucho de lo que se les ha enseñado a ustedes, chicos, un problema que también rodea muchos de los libros que los hacen leer en la escuela. Son buenos en sí mismos, contienen información valiosa, pero ya no reflejan bien la realidad de este mundo. Es importante conocer el pasado, pero su sobrevivencia depende de conocer el presente. Quiero decir… ¿el señor Feeney ha estado fuera de la cerca recientemente?
—No desde unas semanas después de la Primera Noche —secundó Nix—. Él llegó más o menos al mismo tiempo que mamá, y no creo que haya salido desde entonces.
Tom asintió.
—Es correcto, y eso significa que su conocimiento se basa por completo en campismo en sitios turísticos y parques nacionales tal como existían antes de que los muertos se levantaran a rondarlos. No tiene idea de cómo es allá afuera, en el nuevo mundo salvaje.
—El nuevo mundo salvaje —repitió Chong, y palideció ligeramente. De todos sus amigos, Chong era el más listo y el más cultivado, pero también era, por mucho, el de menores atributos físicos. Benny tenía que obligarlo a jugar un partido de futbol, y aun entonces Chong prefería fungir de portero.
—¿Cuándo partimos? —preguntó Nix con suficiente entusiasmo para provocar en Chong un sobresalto.
—En cuanto amanezca —confirmó Tom. Miró entonces a Benny entrecerrando los ojos—. Y eso significa que debemos estar en pie, aseados, vestidos, cargados y frente a la puerta cuando amanezca… no escondidos bajo nuestras almohadas fingiendo que no hemos escuchado el llamado de nuestra familia durante las dos horas previas urgiéndonos a levantarnos.
Benny montó un espectáculo de inocencia injustamente atacada, pero nadie lo secundó.
—Vístanse para una larga caminata —Tom dijo a todos. Sacó un papel de su bolsillo y lo entregó a Chong—. Aquí hay una lista de lo que necesitarán.
Los ojos de Chong recorrieron el papel.
—No hay muchas cosas aquí, Tom.
—Hay que partir ligeros.
—No… quiero decir, hay cosas que faltan. Como… comida.
—Cazaremos y recolectaremos en el campo. La naturaleza provee, si sabes dónde buscar.
—¿Sin tiendas de campaña?
—Aprenderán a construir su propio refugio. Todo lo que necesitan es un saco de dormir. Viviremos sin comodidades.
—¿Sin papel higiénico?
Benny sonrió.
—Eso es lo que significa “sin comodidades”, Chong.
—Utilizaremos hierba u hojas suaves —explicó Tom.
Chong lo miró fijamente.
—Por favor dime que es una broma.
—Los primeros hombres no tenían papel higiénico —dijo Benny—. Apuesto a que hasta en tus libros lo dice.
—Los primeros hombres, quizá —dijo Chong con frialdad—, pero hemos evolucionado.
Tom rio.
—Vayan a empacar.
15
Lo difícil fue despedirse.
Benny no tenía muchos amigos cercanos en el pueblo, pero estaba Morgie. Nix ya se había despedido de él. Ahora era el turno de Benny.
Caminó con las manos en los bolsillos por las calles del pueblo, observando los edificios y las casas que le eran tan familiares. Estaba la tienda de abarrotes de Lafferty, donde Benny y su pandilla bebían sodas y abrían paquetes de Tarjetas Zombi. Había tres niños de nueve años sentados en los escalones de madera con varios paquetes en sus regazos, riendo, mostrándose mutuamente las tarjetas recién descubiertas. Héroes de la Primera Noche. Cazarrecompensas. Zoms famosos. Tal vez alguna de las muy raras Tarjetas Especiales.
Benny dio vuelta en la calle de Morgie y vio la casa de los Mitchell al final de la manzana, perpetuamente a la sombra de dos robles enormes. Morgie estaba sentado en el escalón de arriba, encordando su caña de pescar. Su caja con el equipo