Juan Pablo Pino Posada

Aurelio Arturo y la poesía colombiana del siglo XX


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ajeno a la modernidad, o como escenario de la violencia social que resulta de las dinámicas de esta misma modernidad, configuran el extremo opuesto al paraje ameno del idilio pastoril y señorial ensalzado en los poemas de Rafael Maya. Entre ambos polos de denotación del espacio –el espacio selvático y el espacio idílico– hay que situar los intentos arturianos de representar el espacio telúrico, esto es, de hacer poemas “sustentados en la tierra”. Del espacio idílico, puede anticiparse, Aurelio Arturo toma un topos que le permite dignificar la tierra americana, más allá de que las referencias a las guerras civiles y a las correrías no siempre pacíficas de personajes rurales den cuenta de un espacio muy poco propicio para la idealización bucólica, y más allá de que el entusiasmo socialista dé poca cabida a la nostalgia por la sociedad señorial. Por el contrario, tanto la selva virgen premoderna como la selva de la violencia moderna quedan descartadas de la representación del espacio telúrico. Ambas carecen de interés para un autor en cuyos primeros poemas es ya perceptible no solo la simpatía con los incipientes procesos de modernización, sino también la adhesión a utopías deudoras de la creencia en el progreso.

      “Ésta es la tierra”

       A Tulio

(I) Ésta es la tierra en que hemos sido felices. (1)
Ésta es la tierra en que hemos sufrido. (2)
Aquí muchas veces lloramos (3)
sin lágrimas, hondamente, y soñamos (4)
dulces sueños. (5)
(II) Aquí laboriosas, irradiantes (6)
mañanas hemos pasado. (7)
Con un cantar en los labios, (8)
con una azada en las manos, (9)
y un buen afán en el corazón iluminado. (10)
(III) Aquí con alegres camaradas, (11)
reímos, y fuimos locos por los caminos, (12)
y hablamos con cordiales palabras (13)
y tomamos, tal vez en exceso, copas de alegres vinos. (14)
(IV) Aquí con gráciles mozas, de voces sensuales, (15)
supimos ser jóvenes –los días eran reinos–, (16)
y decir un canto, una fácil palabra de emoción. (17)
(V) Aquí gritamos mucho, y en fulgurantes caballos (18)
atravesamos los plantíos, y las noches (19)
en una rápida aventura, interrumpida (20)
por ventanas florecidas en granjas distantes, (21)
o con ríos que salen al paso, o mastines insomnes. (22)
(VI) Aquí las noches fueron santas. (23)
Aquí las noches fueron rojas. (24)
(VII) Aquí fueron las noches palacios estremecidos (25)
por la música fibrosa de las guitarras. (26)
Aquí los días fueron talleres, hachas y bosques. (27)
Aquí huyeron los días como potros, (28)
y se agotaron las noches como copas (29)
llenas de néctares y estrellas. (30)
(VIII) Ésta es la tierra en que mi pueblo (31)
gozó, luchó, sufrió y fue obstinado. (32)
Aquí fue bárbara mi raza (33)
defendiendo su ensueño y su derecho. (34)
Aquí mi raza fue magnánima, (35)
y fue sobria, sufrida y bondadosa. (36)
(IX) Ésta es la tierra en que mi padre soñó. (37)
Aquí Jacobo, Estéfano y Raúl suaves hermanos míos, (38)
conmigo soñaron y amaron una misma ilusión. (39)
(X) Aquí aromó mi adolescencia y mi corazón, (40)
para siempre, una