William Plata

Vida y muerte de un convento


Скачать книгу

partió de la iniciativa de los mismos frailes, que venían de experimentar un proceso de reforma interna. Eso no significa que la Corona estuviera desentendida del asunto: María Milagros Ciudad Suárez dice que durante la época de la Conquista43 el Gobierno español fue el que más se interesó en promover directamente el envío de religiosos a América. En 1527 se puede encontrar una carta del emperador Carlos V al maestro de la Orden, Fr. Silvestre de Ferrara, para que hiciera todo lo necesario de manera que se animara y facilitara a los frailes el arribo a América y que nadie impidiera o desanimara este tipo de viajes44. Pero, una vez que los primeros misioneros se asientan en las Indias y se hacen las primeras fundaciones, «serán los propios religiosos quienes pidan el pase de más hermanos de hábito; e incluso llegarán a encargarse de organizar las expediciones ante el vasto territorio por cristianizar y la escasez de sus miembros. Así, también solicitan de las autoridades civiles y eclesiásticas que escriban a la Corte informando de aquella realidad»45.

      Los viajes de los dominicos a América fueron organizados generalmente por los provinciales españoles, delegados a tal fin por el Capítulo General de 1508. Las expediciones se constituían al atender las peticiones de los mismos frailes o de autoridades civiles y eclesiásticas. En la primera mitad del siglo XVI, estos viajes no contaban con mayor regulación por parte de las autoridades, salvo la limitación del número de religiosos que debían acudir.

      En esta comunidad fue donde se gestó el famoso sermón del 21 de diciembre de 1511, pronunciado por Fr. Antonio de Montesinos, repetido en muchas obras históricas y tomado como modelo de anuncio profético. Este sermón había sido originado de la confrontación hecha por los frailes entre el método de conquista utilizado y la evangelización que se pretendía ofrecer. Al sermón le siguió el alboroto y la acusación de que los frailes se oponían a la Corona y a sus intereses. Los encomenderos presionaron a los frailes, buscaron que se retractaran, pero ellos no lo hicieron. La defensa de su posición, es decir, el Evangelio predicado sin imponer la fe, sin dominar y sin utilizar la violencia llevó a la formulación de lo que se conocerá como derecho de gentes. Fr. Antonio de Montesinos y Fr. Pedro de Córdoba gastaron su vida en la defensa de esta causa. Fr.