Jordi Corominas

Ética, hermenéutica y política


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y su representación, sino que es una facultad de hacerse de una regla de la razón la causa determinante de una acción (mediante la cual un objeto puede ser realizado). Por consiguiente, das Gute o das Böse son referidos propiamente a acciones y no al estado de sensaciones de la persona [...]. (5)

      De capital importancia para la comprensión del problema del mal resultan las siguientes consideraciones de Kant en torno a la especie humana:

      En este sentido, suele reconocerse el rigorismo de Kant en torno al “deber–ser”, ya que en su consideración ética en torno a los seres humanos éstos son fines en–sí mismos. No obstante, en el orden de la vida cotidiana se presentan relaciones en las que las personas pueden ser medios (por ejemplo, para realizar un determinado trabajo); empero, la visión kantiana se enfoca en las relaciones éticas y, en este sentido, enfatiza el respeto y la dignidad en las relaciones con los otros y con uno mismo. Es en este orden de ideas, conectadas con la capacidad de la razón práctica para obrar con respeto hacia los demás y hacia sí mismo, como se puede entender el poder explicativo de esta teoría. Más adelante Friedrich Schelling expondrá las consecuencias del asunto.

      Sobre estas bases kantianas se puede inferir que el problema del mal ha sido colocado sobre una plataforma moral. No es necesario establecer un nexo entre el mal físico y el mal moral. Menos aún se puede plantear un mal metafísico a la manera de Leibniz. El mal es fundamentalmente un problema moral.

      La concepción kantiana sobre el problema del mal se complementa con la acuñación del término “mal radical”, que formula nuestro autor en su libro La religión dentro de los límites de la mera razón. El mal radical alude a una propensión del alma a actuar conforme al mal —digamos que guarda cierta semejanza con la noción cristiana de pecado original—, por lo que es prácticamente inevitable que el ser humano tienda, en algún momento de su vida, a realizar un mal de carácter moral.

      Para nosotros lo fundamental de esta visión que Kant nos proporciona de la razón es:

      a) Que la razón no es meramente teórica o científica, sino que puede ser práctica, es decir, orientar la acción.

      b) La razón práctica puede formular postulados capaces de guiar la conducta ética del hombre, a pesar de no ser teóricamente cognoscibles.

      Las aportaciones de Kant tuvieron su influjo en los pensadores del idealismo alemán, Fichte, Schelling y Hegel, de quienes a continuación indicaremos sus posiciones ante el problema del mal.

      Dicho en otros términos, ya Fichte señalaba con claridad que la razón teórica (científico–tecnológica) necesita de la razón práctica, es decir, de la aplicación del imperativo categórico, puesto que, si se presenta un progreso científico–tecnológico sin el acompañamiento a la par de un desarrollo moral, la libertad puede producir los más terribles desórdenes en el género humano. Estas consideraciones de Fichte son relevantes para la comprensión del tema, sobre todo si se las traslada a los acontecimientos bélicos del siglo XX. Esto se comprenderá mejor tras la presentación de Schelling.

      Con todo esto, Schelling ofrece claridad en torno al problema del mal a la luz de la inversión del sentido de la segunda formulación del imperativo categórico. En efecto, si se considera el bien moral como la posibilidad de actuar conforme al imperativo categórico, entonces también se puede comprender el mal moral si se invierte el sentido de éste. La segunda formulación del imperativo categórico propone ver, en el ámbito moral, a las personas como fines en sí y no sólo como medios. Entonces existe la posibilidad de ver a los demás como medios y no como fines —no sólo en el ámbito de las acciones práctico–cotidianas—. Se puede ir más lejos y considerar racionalmente a los otros exclusivamente como medios; más aún, reducir su condición de personas al plano de la cosificación —un ejemplo se encuentra en los campos de concentración de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial—.

      Las reflexiones de Fichte y de Schelling nos colocan en una perspectiva que permite re–considerar los acontecimientos bélicos del siglo XX, es decir, del mal contemporáneo. Si se toman en cuenta las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, así como los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, concluimos entonces que Fichte se anticipó a tal realidad histórica al señalar que el progreso científico y tecnológico debería ir acompañado de un progreso moral. Esto equivale a decir que la razón establece los medios para realizar el mal moral. Y dado que, siguiendo a Schelling, la razón es causa formal del mal, se deriva que en los campos de concentración las personas no fueron respetadas en su dignidad en tanto seres humanos. Y si bien sólo algunos llegaron a ser considerados instrumentos para el trabajo, la mayoría de las personas fueron degradadas a la condición de cosas, si tomamos en cuenta la escasa compasión con la que se les torturó, humilló y asesinó. Este genocidio se operó con base en el desarrollo tecnológico y en función de una causa final que era el exterminio. Preguntémonos ¿qué serían las personas en los campos de concentración sino meros medios e instrumentos para una destrucción considerada como un fin (telos) en sí mismo? Desafortunadamente no son los únicos ejemplos que nos proporciona la historia contemporánea.

      Antes de proseguir en la exposición daré una idea en torno a uno de los últimos intentos de teodicea dentro de la modernidad. En la Fenomenología del espíritu Hegel da seguimiento a las ideas de Leibniz y traslada la teodicea al ámbito de la historia. En la obra aludida Hegel plantea el objeto de estudio de la filosofía, así como el método adecuado para su