cosas. Y desde luego, se prestaban para que los misioneros fueran elaborando un vocabulario, del cual llegaron a tener quinientas palabras, y dócilmente aprendían las oraciones que les eran enseñadas.
Una vez que el pequeño poblado de Nuestra Señora de Guadalupe de Californias fue terminado y fortificado, Atondo emprendió una entrada, acompañado por Kino, cuyo objetivo era acariciar a los indios y familiarizarse con ellos hasta conseguir que trajesen sus hijos al presidio de los soldados, para que pudiesen los padres misioneros con su frecuente comunicación aprender la lengua. Porque, aunque es verdad que venían los indios al real, pero siempre se habían portado con desconfianza y cautela, sin querer traer consigo a sus hijuelos y mujeres. (61)
Poco a poco los misioneros fueron teniendo avances: nos da muy buenas esperanzas la mucha docilidad y afabilidad de estos indios que estos días pasados llegaron con sus muchachitos a vivirse casi con nosotros, y durmieron de noche pegaditos a este nuestro fuerte o real; lo que, hasta ahora, nunca habían hecho. Y parece pronto vendrán con sus familias y chiquillos, y que de aquí, a unas semanas, podremos con el favor de su divina Majestad, empezar de los chiquillos a bautizar. (62)
Kino tenía prisa por evangelizar, ya que consideraba que el mejor bien que podría hacerle a los indios, era precisamente traerles la palabra de Dios, es decir, el Evangelio, y consideraba que con esto hacía un gran servicio a Dios; así, para nuestro misionero era prioritario aprender la lengua, y se dolía diciendo que: gran falta nos ha hecho y todavía nos hace un intérprete que si lo hubiéramos tenido, sin duda que ya hubiéramos negociado muchísimo, y tuviéramos ya muy muchos bautizados. (63)
Para junio de 1683, Kino y Goñi ya habían tenido algunos avances importantes, que de haber continuado sin lugar a dudas habrían vencido todos los recelos indígenas, sin embargo los soldados llegaron a ser un verdadero estorbo.
Kino informa al provincial Bernardo Pardo, (64) en agosto de 1683 que los guaicura habían dejado muchas cosas que… habíamos insinuado no nos parecían bien e iban ya rezando algunas cosas que les habíamos enseñado, como el bendito y alabado sea y se persignaban, y cuando a medio día rezábamos la oración de rodillas, ellos también se ponían de rodillas. Algunos ya vivían y dormían con nosotros con toda paz y amor, y nos tenían ya prometido de traernos cuanto antes sus familias y chiquillos, que de los chiquillos habíamos de empezar los bautismos. (65)
Contrasta enormemente la percepción que de los indios tenían los soldados y los misioneros. Para los primeros los gentiles de la nación guaicura siempre vinieron enemigos encubiertos. Para los misioneros eran almas que había que salvar, seres humanos con toda la dignidad de hijos de Dios, por lo cual los consideraban las mejores perlas de la California. Para ellos, la evangelización era el primer paso para dignificarlos e igualarlos con los españoles.
Comienzan los problemas
A pesar de la buena voluntad de los misioneros, de todo el empeño que pusieron para que la colonia fuera aceptada por los nativos, así como el proceso de evangelización, y de la confianza con que algunos indios trataron a los misioneros y soldados, lo cierto es que los guaicura nunca vieron con buenos ojos a quienes consideraban unos intrusos. Razones no les faltaban ya que habían sido no pocos los agravios que habían sufrido a manos de los perleros y otros navegantes.
Nunca les agradó el hecho de que fueran a establecerse permanentemente en la región y menos aún cuando se dieron cuenta de que estaban explorándola. Así nos lo confirma Atondo cuando dice que viendo los indios que andábamos reconociendo sus tierras, trataron con todas veras echarnos con la acostumbrada arrogancia, pues esta nación domina en el valor a las demás. (66)
Otra de las razones de enfado de los guaicuras, fue que desde que llegaron los expedicionarios, éstos se apoderaron del más importante manantial de la bahía, el cual era la fuente de agua de las rancherías de la región. Ya anteriormente este manantial había sido motivo de encuentros violentos entre nativos y españoles, con el resultado de varios muertos por parte de ambos bandos. Recordemos que cuando ocurrió el primer desembarco hispano en la bahía de La Paz, en 1533, por parte de Fortún Jiménez y sus hombres, éste y la mayoría de ellos fueron muertos por llegar al manantial principal de la bahía sin tener el acuerdo de los guaicura. Igualmente los guaicuras temían que los españoles se apoderaran de otros recursos que para ellos eran indispensables, como las pitayas y los mezcales.
Imagen 14. Atondo y Kino iniciaron la exploración de todos los alrededores de la bahía de La Paz, incluyendo sus islas y sierras cercanas, con el fin de ubicar sus grupos indígenas y sitios para nuevas fundaciones. Fotografía de Carlos Lazcano.
Por esto, no es de extrañar que desde el primer encuentro que tuvieron los guaicuras con los expedicionarios de Atondo, se les exigiera a estos últimos se fueran de la bahía. Y fue persistente, a lo largo de las siguientes semanas y meses esta exigencia, la que eventualmente llegó a provocar enfrentamientos violentos. Venegas comenta que… aunque los indios guaicuros venían al real de los españoles y recibían lo que les daban, pero siempre vivían recelosos de ellos, y algunas veces venían a decir a los españoles que se fuesen de sus tierras y los dejasen en su libertad. Y para más obligarlos a ello, procuraban intimidarlos, diciéndoles por señas que los de su nación estaban en ánimo de juntarse y venir a matarlos si no se iban de allí. (67) Este acoso por parte de los guaicura incluyó que de vez en cuando flecharan algunos de los carneros que tenían los españoles en sus corrales.
Poco a poco se empezó a vivir con cierta tensión, lo que fue dando lugar a desencuentros. Sin embargo, el hecho que alteró mucho más a los guaicuras se desató por una serie de incidentes. El 17 de mayo desapareció un mulato, Juan de Zavala, que era grumete de la expedición. Esta persona había cometido algunas faltas y… temeroso del castigo que le amenazaba, quiso comprar su libertad con una buena perla que tenía. Ofreciola al capitán de un barco porque le diese una canoa, y él, codicioso, se la vendió sin darle cuenta al Almirante. En ella se huyó el delincuente, y atravesando el mar a todo riesgo, se puso a la otra banda. (68)
Atondo y los suyos creyeron que el grumete había huido con los guaicuras, o que había sido raptado por ellos. Así, les ofreció algunas recompensas si les era devuelto. Sin embargo, los indios cora le informaron falsamente que el grumete había sido asesinado, por lo que mandó prender a uno de los más importantes capitanes guaicuras, a quien tuvo como rehén, exigiendo le fuera devuelto el grumete. Venegas nos comenta la actitud de los guaicuras: Esta prisión alteró mucho a los guaicuros, y así venían a menudo muchas cuadrillas de ellos a pedir libertad de su capitán, y juntamente a decir a los españoles que se fuesen de sus tierras. Pero como ni uno ni otro conseguían, mostrábanse insolentes y amenazaban a los españoles que los matarían a todos, porque aunque sus armas eran de mucha resistencia contra las flechas, pero ellos excedían mucho en número a los soldados y los oprimirían sin darles lugar a manejar sus armas contra ellos. (69)
Estas tensiones y amenazas finalmente se concretaron en un primer ataque a Nuestra Señora de Guadalupe, el cual ocurrió el seis de junio de 1683. En esa fecha 150 guaicuras, al mando de dos capitanes, uno de ellos llamado Pablo, rodearon el pequeño poblado. Venegas nos relata lo que ocurrió:… [los guaicuras] divididos en dos escuadras, vinieron el día seis de junio y acometieron las trincheras de los soldados, diciéndoles que se fuesen luego o los matarían. Dio orden el Almirante [Atondo] que resistiesen el ímpetu de la escuadra más avanzada con un pedrero. (70) Y lo hubieran ejecutado con muerte de muchos, si al ir a dispararlo no advirtieron que estaba el Almirante [Atondo] fuera de las trincheras, por haber salido a resistir la segunda escuadra, lo cual consiguió tan felizmente que solo con darle unos gritos al capitán de ella [de la escuadra guaicura], lo intimidó a él y a los suyos de modo que desistieron de su intento y se volvieron a sus ranchos. (71)
Y aunque el objetivo de los guaicuras se frustró, siguieron yendo a Guadalupe, siempre con recelo y con las exigencias de que los españoles