Carlos Lazcano Sahagún

Kino en California


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vinieron a ver más de 40 indios; casi la mayor parte de ellos era de los que no habían venido las otras veces. Aprendieron a hacer la señal de la santa cruz con muchísima docilidad y amistad. Les dimos maíz, pinole y pozole. Fueronse al monte a dormir debajo de los árboles. Y hubo sermón para los señores españoles.

      El viernes volvieron los indios con una carguita de leña, pues habían visto que el día antecedente habíamos premiado a los que nos habían cargado leña. A medio día se volvieron a su ranchería. A la tarde hubo otro sermón de la pasión de Nuestro Señor.

      El sábado santo cantamos las letanías y dijimos misa como se acostumbra; y, al gloria in excelsis y, otras cinco veces, en la misa se disparó la mosquetería, con repique de campanas y mucha fiesta.

      La tierra es buena y de buen temple, de mucho pescado, leña, pájaros, venados, conejos, etc. Sembramos maíz, melones, sandías, etc.; y esperamos que de todo se ha de dar, y confiamos que de aquí, a pocos meses, podremos empezar a ir bautizando, pues estos indios me parecen los más dóciles, afables, risueños y joviales que tiene toda la América.

      De este real de Nuestra Señora de Guadalupe y de este puerto de La Paz de las Californias, y abril 20 de 1683 años.

      Muy siervo de Vuestra Reverencia.

      Eusebio Francisco Kino

      97- HL 9995. Burrus [13]: 191-196.

      Documento 8

       Abril 23 de 1683

      Pax Christi Iesu

      Mi amantísimo padre Francisco de Castro.

      Suplico a Vuestra Reverencia dar mis muchas encomiendas, y comunicar estas pocas noticias de nuestra llegada a las Californias, al padre Joseph Vidal, (y por él si a Vuestra Reverencia le pareciere a la señora duquesa de Abeyro), a los padres procuradores, al padre Antonio de Covarrubias, al padre Zapa, al padre Salvatierra, y a todo el santo colegio de San Pedro y San Pablo, que les procuraré escribir de aquí a tres o cuatro meses cuando, dando nuestro Señor gracia, pasará la Capitana de aquí a Chacala o a Matanchel; y entonces enviaré a Vuestra Reverencia conchas grandes de nácar que ya las tengo aquí en mi ranchito.

      Yo prosigo en escribir un librito de esta nuestra empresa y de estas Carolinas etc., con su mapa. Y como los superiores más gustaren, lo remitiré de aquí a unos meses, cuando juntamente se pueda en él dar algunas noticias de unos bautismos, etc.

      Dios nuestro Señor me guarde a Vuestra Reverencia los muy felices años que con todo mi corazón le suplico y deseo.

      De este real de Nuestra Señora de Guadalupe, y de este puerto de La Paz de las Californias (o Carolinas), y abril 23 de 1683 años.

      Muy siervo de Vuestra Reverencia.

      Eusebio Francisco Kino

      P.D. También estimaré muy mucho si, por medio de mi amantísimo padre Baltasar de Mansilla, se comunicaren estas noticias con mis muchísimas encomiendas al señor Virrey y a la señora Virreina, y que yo les escribiré a sus Excelencias, siendo Nuestro Señor servido, cuando la embarcación pase de aquí a Chacala; quizás para entonces se podrá dar noticias de algunos bautismos, etc.

      98- HL 9992. Burrus [13]: 198-199.

      Documento 9

       Julio 6 de 1683

      En el Puerto que llaman de La Paz, reino de la California, a seis días del mes de julio de mil seiscientos y ochenta y tres años. Ante el señor Almirante Don Isidro de Atondo y Antillón, Cabo superior de la Armada Real y de la Infantería que está en este reino por el Rey Nuestro Señor, se leyó esta petición:

      El capitán don Francisco de Pereda y Arce, el alférez Martín de Verástegui, el alférez don Lorenzo Fernández y Lescano, el sargento Juan de Acosta, el sargento don Francisco de Osores, los cabos de escuadra Juan Valdez y Pedro Álvarez, con todos los demás soldados que se hallan en este real, parecemos ante vuestra merced en la mejor vía y forma a el servicio de ambas Majestades y a nuestro derecho convenga.

      Y decimos que a tres meses y seis días que estamos en este puerto experimentando la esterilidad de la tierra, como hemos reconocido en cuatro entradas que hemos hecho por diferentes partes y rumbos, habiendo entrado en la una como siete leguas y en las otras a tres y a cuatro leguas, gastando en la una cuatro días, conocido riesgo por estar entre gentes tan belicosas y bárbaras sin saber la cantidad de indios que hay, pues cada día en los pocos o muchos que vienen, hemos visto caras nuevas y experimentado los más atrevidos, pues a el capitán don Francisco de Pereda y Arce, yendo a defender a un grumete que habían cogido yendo por un barril a el aguaje, le arrojaron un dardo, y a un mozo criado de Vuestra Merced, le atravesaron una mano. Y todos los días nos retaban y desafiaban juzgando ser poco valor lo que cuerdamente les sufríamos porque se lograse la conquista y conversión con La Paz y quietud que su magnanimidad encarga. Y el día veinte y nueve de junio le tiraron dos votes con un dardo y el sargento Juan de Acosta de no haber estado tan armado le hubiera costado la vida. Y después, sin darles causa ninguna, antes si regalándolos y dándoles de comer, pretendieron echarnos cerco y cogernos descuidados, para lograr el mal intento que tenían de matarnos y les hemos aguardado y rogado una y muchas veces que nos trujesen a el grumete que por su mucha pereza y descuido, se lo llevaron. Y reconociendo que ni por dádivas, ni agasajos, pudimos conseguir lo trujesen, fue tal su desvergüenza que respondieron lo habían muerto.

      Y cada día experimentamos menos fruto de nuestros continuos trabajos, pues como dicho tengo, nos han pretendido matar en muchas ocasiones, lo cual ha sido causa de haber tenido guerra con ellos, haciéndonos estar de noche y de día con las armas en las manos. Y al presente nos hallamos con poco bastimento y no sabemos de la Capitana que fue a el puerto de Yaqui por él. Y viendo tan conocido riesgo como el que estamos, de que estos bárbaros nos peguen fuego a las chozas de palma que tenemos hechas en este Real, y otras cosas que pueden suceder.

      Por todo lo cual pedimos a Vuestra Merced pedimos y suplicamos se sirva de mandar que toda la gente que se halla en este Real, se embarque en la nao Almiranta, que está surta en este puerto, y que vayamos recorriendo las costas de esta tierra y hagamos alto en el puerto de San Bernabé San Lucas, u otro cualquiera que se echare de ver ser de conveniencia, para desde allí poder despachar la nao Almiranta a la costa de la Nueva España por algún socorro que podrá ser con la ayuda de Dios y que se logre a lo que venimos que es reducirlos a nuestra Santa Fe Católica y extender su santo Evangelio.

      Y juramos a Dios y a una Cruz este nuestro pedimento que no es de malicia sino justicia.

      Don Francisco de Pereda y Arce. Martín de Verastegui. Don Lorenzo Fernández y Lescano. Juan de Acosta. Don Francisco de Osores. Pedro Álvarez. Juan Valdés. Don Juan Francisco Ruiz de Bribiesca. Nicolás de Contreras Ladrón de Guevara. Francisco Román. Don José de Oya. Don Juan Castellano y González. Manuel Valdés. Gaspar Coello de Fonseca. Juan de Aro. Don Francisco Álvarez de Arcila. Juan de Salcedo. Matheo Limón. Diego de Espinosa. Clemente García Bonal. Nicolás de Bohórquez. Felipe González.

      99- AGI M 56. Mathes [9]: 295-297.

      Documento 10

       Julio 27 de 1683

      Pax Christi Iesu

      Mi amantísimo padre Francisco de Castro.

      Tengo escrito a Vuestra Reverencia tres o cuatro cartas; no obstante, con la duda que tengo si habrán llegado aquellas, repito con ésta que a 25 de marzo de este año