piedras que contienen metal. etcétera.
Hasta aquí había llegado al escribir, [cuando] se presentaron las ocupaciones y urgencias, que impiden y obstaculizan [continuar], aunque podría seleccionar de mi diario mucho más para esta ocasión. Y porque prefiero enviar esto poco a su Reverencia y a la Provincia de Alemania Superior, corto el hilo, con el propósito de escribir mucho más la próxima vez. Solo añado con la máxima brevedad, que cuando esperábamos en California, hasta mediados de Julio, que regresara la nave Capitana y las provisiones, como no apareció, con el fin de preguntar por ella y su viaje, llegamos a este puerto Sinaloense de San Lucas, todas las 84 personas que habíamos permanecido en California y que en el lapso de los tres meses habíamos aprendido 500 palabras de la lengua de California.
21 de julio
Así que el 21 de Julio entramos felizmente en este puerto de San Lucas, que con todo cuidado señalé en el mapa, llegamos en la nave Almiranta con el Sr. General los dos sacerdotes de la Compañía y los demás. Los Reverendos Padres Misioneros de nuestra Compañía, con la mayor caridad y no menor liberalidad, prontitud y velocidad, dispusieron las provisiones de todo género para todos, en la máxima abundancia, y el Reverendo Padre Nicolás Ponze se dignó asignarnos su provisión.
En cambio, recibimos las más tristes nuevas de nuestra nave Capitana; a saber: que hace tiempo salió del puerto Yaqui a California y como entretanto nunca apareciera, la mayoría había creído que naufragó; aunque poco después entendimos que fue obligada a volver al puerto Yaqui, por los vientos contrarios, lo que les aconteció el mismo día que llegamos a este puerto de San Lucas.
Por consiguiente, habiendo enviado el Sr. General cartas por tierra, sucedió que el día 25 de agosto llegó hasta nosotros con éxito. Superan los quinientos Imperiales los donativos que para alimento y vestimenta nos asignaban a mí y al padre Goñi los reverendos padres del río Yaqui.
Ahora estamos dispuestos para que en diez o 15 días regresemos a las Californias, (o si Dios lo concede, a las Carolinas, como por Felipe II [se han llamado] las Filipinas), donde nos esperan innumerables almas aptísimas para el Reino de Dios.
Del puerto de San Lucas, de la Provincia de Sinaloa,
de la Nueva España o América Septentrional.
30 de agosto de 1683.
Eusebio Francisco Kino.
107- Original latino preservado en los Archivos Estatales de Baviera (BayHstA, Jesuítica Nos. 293-294). Publicada por Peter Stitz en “Californische Briefe des P. Eusebio Francisco Kino (Chini) Nach der oberdeutschen Provinz, 1633-1685” en Archivum Historicum Societatis Jesu , III, Roma, 1934, pp 116-121. Traducida al castellano para este trabajo por el doctor Conrado Ulloa, profesor emérito de la Universidad de Guadalajara.
108- Paulo Zignis fue compañero de Kino durante los estudios de filosofía y teología en la Universidad de Ingoldstad. Durante su estancia en La Paz le envió algunas cartas.
Documento 14
Septiembre 25 de 1683
Autos sobre la primera entrada que hizo el Almirante Don Ysidro de Atondo y Antillón en unos parajes de la California; y de haberse retirado al puerto de San Lucas, 50 leguas de Sinaloa. (109)
Excelentísimo Señor:
Puesto a los pies de Vuestra Excelencia, con el debido rendimiento a la obligación de mi cargo y criado de Vuestra Excelencia, refiere en la brevedad que fuere posible lo desgraciado de nuestro viaje y al parecer corta fortuna, pero a dispuesto la majestad Divina que en nuestra nueva conversión de las Californias no se haya perdido ninguno de los tres bajeles de esta Armada, habiendo padecido tanto y por los tiempos haber perdido anclas y cables en los cuatro meses rigurosos del año que lo son en estos mares y costas el de junio y julio, agosto y septiembre, ni los gentiles de la nación guaicura, que siempre vinieron enemigos encubiertos, nos matasen, más que al grumete que robaron o se pasó a vivir con ellos.
Señor, doy cuenta a Vuestra Excelencia como habiendo recibido los bastimentos de seis meses para esta empresa, y aprestado lo demás, salí del puerto de Chacala con la Capitana y Almiranta, dejando en él a la fragata Balandra, el día diez y siete de enero, a cargo de su capitán, piloto y contramaestre, con acuerdo jurídico a que guardase la gente de mar que venía marchando de esa corte, pues no bastaba el cuidado de los centinelas embarazar la fuga de los embarcados.
Me hice a la vela dicho día, y viendo que el pagador, don Jacinto Moraza, se excusaba embarcar por sus achaques, le hice notificar por tres veces siguiese la obligación de sus puestos, todo consta por instrumento jurídico. El diez y ocho hicimos fuerza de vela porque vientos noruestes y corrientes eran contrarios y nos llevaban a la ronza. (110)
Llegamos a California a los setenta y cuatro días y el primero de abril dimos fondo en el puerto de Nuestra Señora de La Paz que es muy seguro y abundante de agua, leña, pescado y sal. Y habiendo reconocido paraje a propósito para fortificación, al día siguiente salté con toda la gente en tierra. Delinee una media luna dando las espaldas a la mar y a los bajeles, formé la trinchera de troncos de palma, con su foso, a los remates puse los pedreros que Vuestra Excelencia fue servido mandar remitir de esa corte, y en el medio un baluarte con un esmeril de bronce.
Bajaron treinta y cinco indios, que fueron los primeros que vinieron, y aunque con el orgullo y gritería con que ellos se animan a pelear. Luego que nos vieron en disposición de hacerles cara se sosegaron, les dimos de comer y alguna ropa y se fueron de allí. Y dos días volvieron setenta y tres con la misma gritería, también se sosegaron viendo la pretensión de nuestra gente. Después bajaban cada dos a tres días a mariscar sin tanto alboroto, y se solían estar lo más del día a vista de nuestro Real, en que se solicitaba todo lo posible para aprender su lengua para darles a entender a lo que íbamos de parte del Rey Nuestro Señor.
En el ínterin que se hacían estas diligencias, viendo que con lo penoso del viaje se nos habían corrompido algunos bastimentos, determiné despachar la Capitana, como navío de más buque, a las costas de Sonora y Río Yaqui, que es de corta travesía, trujese otros bastimentos con letra de tres mil pesos que me prestó el capitán Agustín de Gamboa, vecino de la ciudad de Guadalajara. Asimismo trujese caballos para las entradas de mi obligación, brea, alquitrán y sebo que tenía mandado prevenir para la carena de estos navíos.
Habiendo salido dicha Capitana del puerto de La Paz el día veinte y cinco de dicho mes [abril], el día quince de julio no habíamos sabido de ella, siendo en nuestra gente de sumo desconsuelo tanta dilación.
En este tiempo hice cuatro entradas tierra adentro, por diferentes rumbos y en la que más pude avanzar fue siete leguas en cuatro días de marcha por haber hallado un pozo de agua manantial, y aunque ciento y cincuenta indios, de arco y flecha, nos la quisieron embarazar, facilitó el remedio de nuestra necesidad darles a entender íbamos a pelear contra sus enemigos los coras, que estaban a la parte del poniente, a que los convidamos no nos quisieran seguir, pero logramos reconocer tres leguas más la tierra adentro.
En toda la que descubrimos no se halló rio con agua, ni tierras a propósito para sembrar, aunque rasas cuanto alcanzaba la vista, las cuales producen mezquites muy gruesos, otros árboles que llaman maotos, otros de copal, cardones y pitayas, de que están los campos vestidos.
Demuestra esta nación ser muy guerreros, según las señales de heridas. Son muy celosos según el cuidado que ponen en retirar las mujeres, dan a entender tienen tres y cuatro y las que alcanzamos a ver en el aguaje iban vestidas de pieles de venado y tigre. Y a la boca de dicho puerto de La Paz, descubrimos otro que dicen se llama de San Ignacio, al cual le ofrece gran abrigo una isla de dos leguas de box y encima de ella hay una laguna de sal piedra (excelente) y espumilla que en nombre de Vuestra Excelencia mandé intitular Santo Tomás de la Laguna. Los que después fueron a sacar sal para el gasto de nuestra Armada, la trujeron y descubrieron alrededor de dicha isla cinco comederos de perlas que con no haber buzos