Jorge Manzano Vargas SJ (†)

El diablo


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es, había ya en ella ciertos elementos que la predisponían.

       2. El caso se presentó hará unos veinte años. Parece que los hechos sustanciales son reales, pero al público se presentaron en forma novelada. El protagonista no fue una niña, sino un niño de Nueva York. Y el exorcista no murió.

       3. ¿Qué piensa usted del endemoniado de Garona (región de los gerasenos), que pide ser enviado a los puercos? ¿Fue una ilusión, una apariencia o realmente estaba endemoniado?

      Jorge: Quisiera hacer recordar los límites que impuse a mi exposición de hoy. Tracé una línea muy grande dividida en tres porciones. La primera, decía, abarca casi todo. Para dar una idea, decía yo que de un millón de casos entraban todos, menos diez. De esa gran línea no me ocupé esta noche, pues se trata de casos en principio ya resueltos: son casos para el médico o para el psiquiatra. La segunda porción, por tanto, es un segmento de línea o un porcentaje muy pequeño en proporción al número total de casos. Simbólicamente dije diez, de un millón. Se trata de los casos en que la Iglesia juzga prudente realizar un exorcismo.

      Cuanto dije fue un intento de encontrar una explicación natural a la mayoría de esos casos. La tercera porción de la línea es un punto minúsculo, que representa la posibilidad de verdadera posesión diabólica. ¿Dónde situar el caso del endemoniado geraseno? Expresamente excluí de mis reflexiones de hoy a los endemoniados que aparecen en la Biblia, pues se trata de una delicada cuestión exegética. Si situamos a ese endemoniado en la tercera porción de la línea, esto es como a verdadero endemoniado, hago notar que en esta parte no toqué tal tema, pero sí lo haré en el próximo capítulo.

       4. La forma en que la Iglesia maneja los casos ¿corresponde de alguna manera a un inconsciente, a la teoría o técnica que usted expuso?

      Jorge: Yo distinguiría entre la Iglesia con su enseñanza y normas, y los estudiosos y los exorcistas concretos. La Iglesia se sirve de las experiencias de éstos, y de los estudios de aquéllos. Hoy hablé como uno de esos estudiosos, aunque con la modestia del aficionado; no fui al pormenor de la enseñanza y normas de la Iglesia, aunque sé que a la Iglesia le gustan este tipo de observaciones. Sí cité el ritual oficial de Exorcismos. Ahora, por el lado de los exorcistas, me parece que algunos de éstos han cometido excesos, como se ve a lo largo de la historia. Debido a estos excesos tomó la Iglesia jerárquica, hace ya mucho tiempo, la decisión de que no cualquier sacerdote y en cualquier caso que se presente —por espectacular y doloroso que sea— se atreva a realizar un exorcismo. Se necesita autorización expresa del Obispo, que le da a un sacerdote determinado y para el caso concreto, a no ser que designe un exorcista de la diócesis.

       5. ¿Qué explicación hay sobre el quizá mal llamado don de lenguas? Hay grupos en los que algunos hablan de pronto en un barullo que nadie entiende, quizá ni ellos mismos.

      Jorge: En primer lugar, honor a los carismáticos por sus puntos positivos. Pero en ese movimiento, como en cualquier otro, puede haber exageraciones o malentendidos. Hablé ya de este punto, de manera que resumo la conclusión: ¿Es posible que, por intervención directa de Dios, un individuo hable de pronto un idioma extraño? Sí, pues para Dios todo es posible. Pero eso no quiere decir que en todos los casos en que se presente ese fenómeno haya intervención directa de Dios, pues hay diversas explicaciones naturales. Ni mucho menos quiere decir que si yo comienzo con un tra–la–lá ya esté yo hablando un idioma extraño, como si yo, o el grupo, tuviéramos a Dios a nuestra disposición para que realice prodigios sorprendentes.

       6. ¿Qué nombre tiene la técnica a que usted se refiere?

      Jorge: Sé que los nombres pueden causar confusión. En la práctica usamos nosotros el nombre de ejercicios de trance, o ejercicios de concentración. Pero el nombre resulta ambiguo, pues hay muchos tipos de concentración y de trance. Más que el nombre, ilustra la descripción que di. En el aula están varios de mis compañeros del grupo. Quizá ellos podrían completar la descripción.

      7. En el libro El rostro oculto de la mente se describen ciertas experiencias científicas sobre los fenómenos que algunos llaman posesión diabólica. Pregunto si la técnica usada por ustedes se basa en los estudios de ese libro y, en todo caso, ¿qué fue lo que los hizo a ustedes hacer tales ejercicios?

      Jorge: El libro mencionado, del P. González de Quevedo, es muy bueno, pero nuestros ejercicios no están basados en él. Tampoco se trata de una técnica que ya se maneje con dominio total en las universidades, ni es de uso común. Se trata de intentos de grupos aventureros por aquí y por allá. ¿Cómo supe de eso? Hace años algunos directores de teatro, como Héctor Mendoza, Josefina Hernández y Luis de Tavira estaban usando una técnica teatral que Grotowski usaba con éxito en Polonia. La técnica consistía precisamente en poner a los actores en estado de trance. Quise hacer esos ejercicios, no por interés de hacer teatro, ni mucho menos pensando en el problema de la posesión diabólica, sino con otro interés, del que no hablo pues nos distraería del tema; digamos simplemente por tener la experiencia. Reflexionando después sobre la experiencia ya tenida, vine a relacionarla, a manera de explicación natural, con los fenómenos de posesión.

       8. Dijo usted que los fenómenos usuales de posesión que se presentan son movimientos corporales incontrolados, súbitos y violentos, aun sin alteración del pulso; un abrirse o cerrarse partes del cuerpo; la sensación de que dentro de uno está otro. Hablando después de las experiencias realizadas por ustedes, dijo usted que su cuerpo se contorsionaba y distorsionaba, y que le era difícil concentrarse en ideas abstractas como la idea de amor o de odio, el ser amor u odio. Yo me pregunto, si ustedes aceptaban esos fenómenos de acrobacia, esos movimientos súbitos y violentos descritos como fenómenos de posesión, ¿cómo está usted seguro de que no es un poseso? Usted dijo que había hecho esas experiencias sin pensar en las posesiones, esto es, ignorándolas. Pero aun con ignorancia puede haber posesión.

      Jorge: Ante todo, preciso una frase mía. Dije “fenómenos que usualmente se suelen considerar (como señales) de posesión diabólica”. No dije: “fenómenos que ciertamente indican que hay posesión diabólica”. Incluso metí ahí los fenómenos a los que la Iglesia durante mucho tiempo ha dado especial importancia, como la glosolalia, la clarividencia y la manifestación de una fuerza física extraordinaria. Ésta es ya entonces una primera parte de mi respuesta: esos fenómenos no indican ya de por sí que se trate de posesión diabólica.

      Otro aspecto de la respuesta tiene que ver con aquello de que nos costaba trabajo identificarnos con ideas abstractas. Sí, fue difícil, pero no imposible; lo logramos, aunque éramos principiantes. Para los expertos —y pienso en los actores de teatro que mencioné— es cosa fácil, que hacen todos los días, y en un instante pasan de la identificación con una idea abstracta a la identificación con otra.

      Un tercer aspecto de la respuesta. Efectivamente hablé de movimientos incontrolados. Y así es, ciertamente, en la primera fase; y puse el ejemplo del inexperto que entra por primera vez a jugar con las olas, no las puede controlar, aun quizá se lastima el brazo o la pierna. Con práctica logra controlar el embate de las olas, y juega con ellas. Lo mismo sucedió en nuestras experiencias: llegamos a controlar la energía de la que hablé. Ahora bien, ese control ciertamente no se da en los casos de una supuesta posesión verdadera.

       9. ¿No eran sus ejercicios una cierta práctica de ocultismo?

      Jorge: De ninguna manera. Dije que nos sacaría del tema el hablar de mi motivación primera para realizar esos ejercicios, pero parece que será necesario hacerlo, para obviar curiosidades escabrosas. Yo soy un miserable profesor de filosofía. Hay muchos hombres miserables en el mundo, pero los más miserables, parece, somos los profesores de filosofía. Somos muy abstrusos. Uno de los autores más difíciles que manejo es Hegel, quien escribió uno de los libros más maravillosos que se hayan escrito jamás —esté uno de acuerdo o no con él— titulado La fenomenología del espíritu. Mis estudiantes, aunque ya grandes, pues los jesuitas suelen tomar estos cursos a los 24, 25 años de edad, me parecía que, sin embargo, no tenían