AAVV

Conocimiento y lenguaje


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acicalándose sin hacer nada más. Aquí intervendría el lenguaje: al desarrollarse una capacidad de memoria (memoria larga) y una forma de relación, la charla o cotilleo (gossip), que requieren menos tiempo porque se dirigen a muchos a la vez, el grupo puede crecer sin tasa, como en efecto ocurrió en los humanos. Sólo cuando el incremento de los conocimientos alcanzó nuevamente un límite insoportable tuvieron que venir en ayuda de la humanidad sucesivas revoluciones tecnológicas: la de la escritura, la de la imprenta y, ahora, la digital.

      2.4.3 La intencionalidad

      Con todo, para que haya lenguaje no basta ni con la capacidad de codificar o descodificar indistintamente ni con la de almacenar una gran cantidad de información. Los ordenadores hacen ambas cosas con notable perfección y no por ello llegan a reemplazar a los hablantes, a pesar de que en muchos otros trabajos (calcular, jugar al ajedrez, componer música, etc.) sustituyen con ventaja al ser humano medio. Durante décadas el desarrollo espectacular de la inteligencia artificial (IA) hizo concebir esperanzas en este sentido. Hoy, pese a las profecías de ciertos informáticos, empezamos a ser conscientes de que dicho empeño es imposible; por ejemplo, Steels (1999) ha intentado programar robots (los AIBO) como si fuesen niños que están aprendiendo una lengua y ha alcanzado resultados notables en el procesamiento de textos descriptivos y argumentativos, pero no en la conversación de cada día.

      La razón de estos fracasos es que a la conversión de las neuronas especulares en neuronas lingüísticas y al desarrollo de una gran capacidad mnemotécnica hay que añadir un tercer factor: la intencionalidad. Los seres humanos tienen un comportamiento intencional, los animales no: el lenguaje, que distingue a unos de otros, es la manifestación más palpable de la intencionalidad. Lo que ya no está tan claro es cuál puede ser el sustento neuronal de la intencionalidad.

      Sperry (1982) realizó numerosos experimentos de desconexión de ambos hemisferios e hizo una propuesta interesante al observar que lo que caracteriza al cerebro humano, frente al de todos los demás animales, es su asimetría neocortical. Mientras que las funciones motoras y sensoriales (que compartimos con los animales) se presentan duplicadas, las funciones superiores de la especie humana o se ubican en el hemisferio izquierdo o lo hacen en el hemisferio derecho, pero no

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      El resultado de esta diferencia entre hemisferios es la especialización: cada hemisferio se ocupa de funciones cognitivas que al otro se le dan mal y que encuentra desagradable realizar, a no ser que una lesión obligue a reordenar las funciones, lo que, dada la plasticidad del cerebro, muchas veces es posible. Como se puede ver, las dominantes perceptivas propias del simio (la visual y la gestual) están en el hemisferio derecho. Cuando el cerebro de los homínidos desarrolló unos correlatos asimétricos de las mismas en el otro hemisferio (lenguaje, música, cálculo), surgió un animal dotado de intencionalidad, tal vez porque pudo captar la realidad de más de una manera, lo cual constituye el primer paso para programar un mundo que todavía no existe, que en esto consiste el pensamiento intencional.

      Lo que sabemos del desarrollo del lenguaje es forzosamente hipotético, pues las lenguas, antes de la invención de la escritura, no dejan huellas fósiles. Aun así, podemos aventurar que existieron al menos tres fases: la del protolenguaje, la fase simbólica y la fase combinatoria.

      2.5.1 La fase prelingüística

      Bickerton (1990) hizo hace algunos años un descubrimiento muy interesante cuando observó que el habla de los niños menores de dos años, las prácticas comunicativas de los chimpancés a los que se ha enseñado lengua de signos, los pidgins (modalidades rudimentarias que surgen cuando dos comunidades de lengua distinta entran en contacto) y la lengua aprendida tardíamente por los llamados niños lobo tienen la misma estructura. Todas estas protolenguas constan de expresiones de dos o tres palabras, sin morfología (es decir, sin flexiones) ni sintaxis (sin palabras funcionales, como artículos o preposiciones, y sin un orden estable):

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      (Genie fue una niña californiana que estuvo encerrada desde que nació en una habitación sin hablar hasta que los servicios sociales la rescataron cuando tenía doce años: entonces empezaron a enseñarle el inglés, pero nunca lo dominó más allá de las muestras de arriba; el rusonorsk es un pidgin desarrollado entre marineros rusos y escandinavos en el mar del Norte).

      Bickerton supone que esta fase, que llama protolenguaje, la poseemos esclerotizada en nuestro cerebro y es el recuerdo morfogenético de etapas anteriores de la evolución. Por eso se manifiesta en los chimpancés que aprenden lengua de signos (como huella filogenética) y en los primeros años de la vida del niño o en los niños lobos adultos que interrumpieron su proceso de maduración cerebral (como huella ontogenética). Menos razonable resulta su pretensión de que el protolenguaje reaparece cuando estamos emocionalmente excitados, en el habla entrecortada de los borrachos o de los coléricos, porque realmente estas personas no hablan así (usan la gramática completa, aunque les suelen faltar las palabras).

      2.5.2 La fase simbólica

      La fase siguiente ya es exclusiva del ser humano y consiste en el empleo de símbolos. Se suele pensar que un símbolo es simplemente una forma (fonética o gestual) que evoca un contenido, algo así como el signo saussureano. Sin embargo, Deacon (1997) puso de manifiesto que esto no es así, pues en este caso los primates de los experimentos con lengua de signos usarían símbolos y tendrían lenguaje. La simbolización no sólo implica que el significante evoca un significado arbitrario, sino también que los significados se relacionan entre sí creando una red de asociaciones en las que el sentido se está recreando constantemente: es lo que F. de Saussure llamó el valor.

      En otras palabras, que primero se dio el icono (en muchos animales inferiores la visión de un predador evoca el predador), luego el índice (una señal sugiere un sentido diferente de ella: las huellas de un animal nos llevan a seguirle la pista y así lo entienden los animales superiores como los perros cazadores) y finalmente el símbolo (exclusivo de la especie humana):

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      Figura 9

      2.5.3 La fase combinatoria

      La última fase es la de surgimiento de la sintaxis. No está claro cómo se produjo. Los gramáticos han llamado repetidamente la atención sobre el hecho de que la sintaxis de las lenguas naturales es disfuncional, es decir, que presenta una serie de características formales que no se justifican adaptativamente por su adecuación al entorno: orden de palabras caprichoso, estructura jerárquica, reglas de movimiento, proformas y huecos estructurales vacios, etc.

      Últimamente se ha intentado explicar dicha fase combinatoria a partir del concepto de emergencia, que es una noción operativa de la teoría de la complejidad. Esta teoría matemática da cuenta de la aparición (emergencia) de nuevos niveles estructurales cuando el nivel anterior llega a un grado de complejidad excesivo en las relaciones de los elementos. Por ejemplo, las termitas que construyen un termitero lo hacen sin plan ni arquitecto y, sin embargo, llegan a construir nidos verdaderamente asombrosos desde el punto de vista arquitectónico. Lo que sucede es que cada insecto deposita su carga siguiendo la huella química (feromona) del insecto que le precedió, con lo que a la postre se privilegian ciertos espacios (en los que se acumulan los materiales de construcción) en detrimento de otros.

      Los neurólogos han descubierto que el objeto más complejo que existe es precisamente el cerebro humano y que la acumulación de miles de millones de neuronas y de sinapsis neuronales en un espacio reducido forzosamente ha de dar lugar a estructuras combinatorias emergentes. La sintaxis de las lenguas parece haber sido una de ellas, según propuso Chomsky (1995) y ha desarrollado Berwick (1998) en términos de teoría de la complejidad.

      2.5.4 Los fósiles del lenguaje

      Estas tres etapas, la prelingüística, la simbólica y la combinatoria, se habrían sucedido, supuestamente, en el origen del lenguaje. Por desgracia, la única que