Wiley Ludeña

Ciudad y arquitectura de la República. Encuadres 1821-2021


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un recorrido por sus propios intereses a lo largo de una prolífica carrera que continúa sorprendiendo con descubrimientos, profundizaciones y, sobre todo, enfoques multidisciplinarios que cuestionan aquellos aspectos de la historiografía de la arquitectura y el urbanismo a los que fácilmente nos habíamos acostumbrado.

      Él es el primero en reconocer que el libro partió de ideas más ambiciosas y, al hacerlo, nos ofrece con característica generosidad, fuentes por consultar y mapas de ruta por explorar, para quienes queramos seguirle los pasos.

      Lima, 27 de mayo de 2020

      Referencias

      Benevolo, Leonardo (2008 [2006]). L’architettura nel nuovo millenio. Roma: Laterza.

      Durand, Francisco (2017). Ahora estamos en la república empresarial [entrevista]. Ojo Público. https://ojo-publico.com/481/francisco-durand-ahora-estamos-en-la-republica-empresarial. Fecha de consulta: 5 de enero de 2020.

      Ludeña, Wiley (1997). Ideas y arquitectura en el Perú del siglo XX. Lima: SEMSA.

      Ludeña, Wiley (2014). Colección clásicos peruanos: arquitectura y pensamiento. Lima: Fondo Editorial PUCP.

      Lyotard, Jean-François (1984). La condición postmoderna. Madrid: Cátedra.

      The Prince of Wales (1984). A Speech by HRH The Prince of Wales at the 150th Anniversary of the Royal Institute of British Architects (RIBA), Royal Gala Evening at Hampton Court Palace. https://www.princeofwales.gov.uk/speech/speech-hrh-prince-wales-150th-anniversary-royal-institute-british-architects-riba-royal-gala. Fecha de consulta: 19 de enero de 2020.

      [ Introducción ]

      Wiley Ludeña Urquizo

      Territorio y población

      A pocos años de iniciarse la República, según el censo del 1827, el Perú contaba con una población de 1 516 693 habitantes (Gootenberg, 1995, p. 25). Cerca del bicentenario de la declaración de la independencia, la población del Perú, según el censo de 2017, alcanza los 31 237 385 de habitantes (INEI, 2018, p. 13). Es decir, un crecimiento de casi 20 veces la población inicial de la República. Durante este lapso, la sociedad peruana ha procesado cambios dramáticos en su estructura socioeconómica y territorial hasta el punto de registrar porcentajes de ocupación completamente inversos de un siglo a otro, como es el caso de las proporciones entre población urbana y rural o la distribución regional de la población en la costa, sierra y selva, así como en el sur, centro y el norte del país.

      Probablemente el fenómeno de cambio más profundo y estructural experimentado por el territorio y la sociedad peruana en estos 200 años haya sido aquello que he denominado el «trastocamiento socioterritorial» de su primigenia estructura. Ello como consecuencia del explosivo proceso de urbanización experimentado durante este periodo y, en especial, a partir de mediados del siglo XX. Desde entonces el Perú ha «saltado» sobre sí para repartir sus pesos de un lugar a otro y no ser cada vez el mismo país. Amaneció a la República como un país rural-serrano y hoy es uno predominantemente urbano-costeño. Al inicio de la República el sur peruano albergaba la mayor cantidad de población, hoy la albergan la región norte y el centro.

      En medio de su interpelación histórica al Perú republicano, Jorge Basadre en La promesa de la vida peruana y otros ensayos (1958), no pudo evitar plantearse una pregunta de base: ¿para qué se fundó la República? Tomamos el sentido de esta misma pregunta para nuestro campo disciplinar: ¿para qué se fundó la República en términos de territorio, ciudad y arquitectura? ¿En qué consiste la «promesa» republicana respecto de la construcción de un nuevo hábitat para los habitantes del país? ¿Se han cumplido total o parcialmente tales promesas?

      El Perú luchó por su independencia y se transformó en República para ser una nación independiente, soberna, libre, en el que sus habitantes tuvieran una vida próspera, sana, fuerte y feliz en plena justicia, igualdad y fraternidad, tal como nos lo recuerda Basadre. Estos fueron los ideales encarnados por nuestros próceres de la independencia y por todos los que desde 1821 a la fecha enarbolan la defensa de los valores republicanos.

      A 200 años del nacimiento de nuestra República ¿es posible afirmar que la plasmación de estos ideales ha permitido dotar a los peruanos sin distinción de un hábitat social y ambientalmente sostenible, decoroso en su composición y armonioso en su visualidad? ¿Nuestro «territorio» ha sido transformado de manera responsable en términos de su ocupación poblacional y la explotación de los recursos, tanto como el sistema de «ciudades» se ha hecho un cuerpo de urbanidad vital y sin desequilibrios o como la «arquitectura» se hizo marco de vida estimulante para enaltecer los valores republicanos identificados con la libertad, igualdad y fraternidad?

      Una respuesta casi automática a estas y otras preguntas análogas sería casi previsible en su contenido: la mayoría de los indicadores cuantitativos y cualitativos que aluden a la calidad del hábitat peruano en las escalas del territorio, la ciudad y la arquitectura consignan cifras que revelan procesos en muchos casos irreversibles de depredación del territorio, así como tendencias de degradación ambiental y estética de nuestras ciudades, tanto como la persistencia de déficits crónicos en materia de vivienda, equipamiento social y servicios.

      Cumplidos 200 años de vida republicana, según las cifras del censo nacional de 2017, existe en el país un déficit de vivienda de 11,21% del número total de hogares. Es decir, cerca de 3 449 107 habitantes carecen de una vivienda o habitan una en condiciones deplorares en términos cualitativos. Aún el 12,3% de las viviendas carecen de conexiones de electricidad, el 9,7% no cuenta con acceso domiciliario a la red pública de agua, así como el 33,4% de las viviendas carece de una conexión a la red pública de desagüe (INEI, 2018, pp. 326-349).

      El registro de cifras y déficit puede hacerse inagotable para revelar que en materia de territorio, ciudad y arquitectura la promesa basadriana continua aún vigente como desafío y problemas por resolver. Pero tampoco se puede dejar de reconocer —no obstante nuestro característico pesimismo— el enorme esfuerzo desplegado por la República para «construir» desde las ideas y las obras un país de ciudades y arquitecturas apropiadas y ejemplares.

      Tras la independencia, el sistema urbano peruano del siglo XIX no experimentó aquellos cambios estructurales que se produjeron durante el siglo XX e inicios del siglo XXI. Pese a que el negocio guanero de mitad del siglo XIX y el boom agrominero exportador de fines del mismo siglo e inicios del siglo XX produjeron las primeras migraciones a Lima, la estructura territorial y la distribución poblacional del país continuaba entonces casi intacta. El sistema urbano nacional del primer centenario republicano se mantuvo sin grandes cambios, ni contrastes en tamaño, roles y jerarquías, con excepción de aquellas definidas por la ubicación de las ciudades en la costa, la sierra o la Amazonía. Por ello, uno de los fenómenos, sino el más importante, que ha marcado profundamente las estructuras y el rostro del país es el violento proceso de urbanización de su territorio y población experimentado desde mediados del siglo XX. Como consecuencia de este hecho la sociedad peruana dejó no solo su contenido rural para transformarse de modo acelerado en una sociedad predominantemente urbana, sino que la «ciudad» se convirtió en el principal escenario de representación de las grandezas y limitaciones del proyecto republicano.

      El urbanismo y la arquitectura, en términos de formato y volumen de lo edificado, están estrechamente conectados con la dinámica poblacional y su distribución. Hasta mediados del siglo XIX la población del Perú mantuvo en gran medida los mismos patrones de composición y distribución territorial que los registrados en los tiempos de la Colonia. Según las cifras del censo de 1876, la costa concentraba el 25% la población, mientras que el 75% restante se encontraba en la sierra y la selva (Gootenberg, 1995, p. 29). Según el censo del 2017, el 58% de la población habita la costa, el 28,1% la sierra y el 13,9%, la selva (INEI, 2018, p. 17). En otras palabras, en 200 años, el Perú ha pasado de ser un país de población mayoritariamente serrana-amazónica (75%), a ser uno en donde más de la mitad de la población reside en la costa (58%). Esta especie de «revolución territorial y demográfica» no concluye en el registro cuantitativo de estos cambios: la transformación más significativa, por sus consecuencias en todos los aspectos sociales