Francisco Agramunt Lacruz

Arte en las alambradas


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en Israel, Francia, España y Cataluña, que la condecoró con la Creu de Sant Jordi en 2006.

      Y también figuró la británica Nancy Cunard, biznieta del fundador de la famosa línea naviera trasatlántica. Nacida en Inglaterra, en 1896, se crió en el entorno selecto y refinado de la alta sociedad británica. Llegó a España por primera vez en 1936 con el propósito de ser testigo del enfrentamiento bélico y escribir reportajes periodísticos para la agencia estadounidense Associated Negro Press y la británica General News Service. Al término de la contienda fue testigo del gran éxodo de refugiados que cruzaron la frontera francesa y fueron recluidos en los campos de concentración franceses en condiciones infrahumanas. Promovió una campaña de donativos en su país para abastecer de alimentos y medicinas a los refugiados y para denunciar la ignominia de los campos de refugiados, publicó numerosos artículos y reportajes en diversos periódicos. Incluso transformó su casa de Réanville en un lugar de paso para los refugiados republicanos a quienes ayudaba económicamente y consiguió liberar a cinco presos del campo de concentración de Argelès-sur-Mer, no sin provocar un enfrentamiento con las autoridades galas. Entre ellos se encontraba el escritor César Arconada quien continuó su labor creativa y traductora en Moscú.

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      Picasso en el taller de la calle Grands-Agustins.

      Su ejemplo fue seguido por otros tantos aristócratas que abrieron las puertas de sus mansiones, residencias o castillos a los intelectuales y artistas refugiados como el château de Roissy-en-Brie, propiedad de la familia Pathé Nathan, que acogió a cuarenta escritores y artistas republicanos y cuyo comité estaba formado por Josep. María Trías y Clara Candiani, que regentaban el refugio y el otro fue el refugio de intelectuales del Chateau de Roissy-en-Brien. La legación mexicana, por su parte, puso a su disposición los castillos de Reynard y Montgrand, en las inmediaciones de Marsella, que acogieron a 1.350 republicanos.

      Y en la que también participaron numerosos artistas, embajadores, representantes consulares, intelectuales y políticos, entre los que se encontraba el político republicano socialista Maurice Violette, senador francés entre 1930 y 1939 y luego alcalde de Dreux; Albert Bausil, fundador de la revista Coq Catalan; el escritor occidetano Pierre-Louis-Berthaud; el padre Sanz, sacerdote catalán exiliado secretario del obispo de Perpiñán; el poeta rosellonés Juli Delpont; el poeta y periodista rosellonés François Francis; el judío sefardita italiano Ettore Carozzo, editor de semanarios infantiles Jumbo y Aventures y otros personajes como Minda Valls, Marie Martin, Eduard Regadol, Just Cabot, Isidre Durand, Laurent Martin, Antonio Cabrera, Albert Sarraut y Nancy Cunard, corresponsal de prensa.

      Y en este sentido no se puede olvidar ni pasar por alto la generosa ayuda que prestó la diplomacia mexicana y su embajador a la cabeza a numerosos artistas refugiados que se encontraban en los campos de concentración y en las residencias abocados a un destino terriblemente incierto, siguiendo la política humanística cardenista de ayudar a la República Española.

      En efecto, por su mediación consiguieron los artistas refugiados encontrar un refugio seguro en diversas residencias, colonias y castillos convertidos en albergues improvisados y obtener documentación y visados para poder abandonar el país en un momento en el que se vertía sobre ellos la amenaza de su deportación, su traslado a Alemania como mano de obra obligada, su reclusión en cárceles o su envío a los campos de exterminio. Una política que el gobierno mexicano compartió junto con otras entidades creadas por el ejecutivo republicano como el SERE y el JARE, diversos organismos de solidaridad contra las Víctimas del Franquismo, otras confesiones religiosas cristianas como los cuáqueros, anglicanos y mormones, los comités nacionales como el británico de Ayuda a España, el francés de Ayuda a los Niños españoles o el de Socorro a los Refugiados españoles, partidos políticos de izquierdas como el PCE y la comisión administradora mexicana CAFARE.

      México fue uno de los países que más ayuda humanitaria prestó a los artistas republicanos, convirtiéndose desde el comienzo de la guerra civil en la primera nación hispanoamericana en mostrar su solidaridad y ayudar con armas al gobierno republicano y desde 1938 puso en marcha un amplísimo plan de ayuda y acogida a los refugiados, que alcanzó su punto crucial con la oleada exílica resultado de la derrota militar republicana. Su política solidaria y humanitaria de puertas abiertas permitió la llegada al país por vía marítima de cerca de veinte mil refugiados, entre los que se encontraban varios cientos de pintores, escultores, dibujantes, grabadores, arquitectos, diseñadores, artífices, escenógrafos, fotógrafos, historiadores y críticos de arte, que consiguieron establecerse, rehacer sus vidas, reanudar sus trabajos creativos, y finalmente, en señal de agradecimiento, adquirir la nacionalidad mexicana. Fue para todos ellos un lugar de esperanza y su contribución al mundo artístico mexicano de una gran relevancia al aportar nuevos estilos, conocimientos y experiencias, adquiridas muchos de ellos en París, la capital del orbe artístico mundial.

      Al producirse la humillante derrota del ejército francés en sólo seis semanas por las tropas nazis y generalizarse la ocupación de todo el país en 1939, toda la actividad diplomática mexicana en los países europeos involucrados en el conflicto se centralizó en la capital francesa, y su tarea no solo se basó en ofrecer documentación, visados y dinero para los artistas refugiados para trasladarse a México, sino también a Venezuela y a la República Dominicana.

      Destacamos aquí el formidable papel y la singular peripecia del personal diplomático mexicano en su apoyo a estos artistas, pues demostraron unos arrestos, un valor y una heroicidad admirable ante las amenazas físicas de los ocupantes alemanes, lo que su actuación fue considerada en los ámbitos diplomáticos como un hito de temeraria resistencia y de jugarse físicamente la vida capaz de fundir exaltación emocional y ejemplaridad.

      Poco después de ser ocupado el país por las tropas nazis el Consulado Mexicano se trasladó a Bayona, mientras que la Legación establecía su residencia provisional en Tours y más tarde en San Juan de Luz, para instalarse en Vichy, sede del gobierno colaboracionista. La presión de las fuerzas nazis de ocupación obligó al Consulado General a establecerse en un viejo y destartalado edificio del boulevard de la Madelaine de Marsella, muy cerca, por cierto, de las residencias, albergues y campos franceses de concentración que albergaban a miles de republicanos deseosos de abandonar el país. Los principales albergues de acogida se establecieron en los castillos de Reynard y Montgrand, en las inmediaciones de esta ciudad, que acogieron a 1.350 republicanos que habían sido atrapados en 1939 en el sur de Francia coincidiendo la gran oleada exílica. Allí recibieron asistencia sanitaria, alimentos, camas y un techo para protegerse después de haber vivido en la intemperie, pasar frío y hambre en los terribles campos. Además organizaron clases, espectáculos teatrales, exposiciones de artes plásticas y artesanía y promovieron actividades deportivas, y además, el trabajo que realizaban les era remunerado con la única condición de que el salario de un día a la semana se dedicase al sostenimiento y mantenimiento del albergue.

      Pero, ¿quién fue el verdadero promotor de esta campaña humanitaria en favor de los refugiados republicanos? Fue una iniciativa personal del diplomático mexicano Gilberto Bosques Saldivar, que en pleno régimen vichysta puso la bandera de su país en aquellos castillos abarrotados de refugiados y los convirtió en territorio mexicano. Este profesor, periodista, político diplomático mexicano, sería reconocido mucho más tarde como “el Schindler mexicano”, en alusión al empresario alemán Oskar Schindler que salvó a cientos de judíos del Holocausto nazi. Había nacido en Chiautla de Tapia, Puebla y estudió en el Instituto Normalista del Estado de Puebla, etapa durante la cual se unió a los revolucionarios. Al subir al poder Carranza le encargó la organización de la Nueva Escuela de la Revolución y del Primer Congreso Pedagógico Nacional, que se celebró en Santa Ana Chiautempán, Tlaxcala. En 1921 fue designado Secretario General del Gobierno del Estado de Puebla, cargo en el que duraría dos años. Elegido diputado federal de la XXX Legislatura del Congreso de la Unión para el periodo 1924 a 1928 mostró su oposición al régimen de Álvaro Obregón. Al final de su mandato, se unió a la rebelión de Adolfo de la Huerta. Se reincorporó a la Cámara de Diputados en la XXXVI Legislatura y como presidente del Congreso de la Unión en 1934 respondió al primer informe de Gobierno del presidente Lázaro Cárdenas. Con