en la Regional de Bellas Artes, en 1934, y en diversas muestras colectivas que organizó Acció d’Art en la Sala Blava de Valencia.
Al estallar la guerra fijó su posicionamiento político claramente frentepopulista y participó de lleno en las actividades de la Alianza de Intelectuales Antifascistas y en los órganos de propaganda. Su convicción era que, a pesar de aquella situación bélica, se imponía la necesidad de continuar creando y promoviendo los valores humanos. Cooperó con sus obras, primero en Madrid y después en Valencia, trabajando a las órdenes del subcomisario García Maroto. Su labor pictórica la presentó en las Exposiciones Nacionales que se celebraron en Barcelona, obteniendo importantes premios. Además trabajó para el Ministerio de Propaganda ejecutando diversos carteles y dibujos. Pero su labor más importante fue la de los dibujos que realizó para el álbum titulado “Madrid” (1937), en el que colaboraron además, Francisco Mateos, Eduardo Vicente, Arturo Souto y José Bardasano. Para el Pabellón Español en la Exposición Internacional de París, presentó las obras tituladas “El bombardeo y Cuatro aviones bombardeando”. La primera era un óleo sobre tela que había obtenido el segundo premio en la exposición “Concurso de Pintura, Escultura, Grabado y Dibujo” de Barcelona (1937). La segunda, un dibujo al carbón, lápiz conté, pincel y pluma, con tinta sobre carbón. La crueldad de la guerra quedó plasmada en aquellas obras expuestas en París, donde el desgarro expresionista de un dibujo torturante y los tonos oscuros y ensombrecidos por la angustia dominaban la sensibilidad del artista valenciano.
Enrique Climent. “Retrato de Juan Gil-Albert”. Óleo, 1940.
Al término de la guerra cruzó la frontera francesa y fue recluido en el campo de refugiados de Argelès-sur-Mer, que abandonó gracias a la mediación de un grupo de intelectuales extranjeros. En el verano de 1939, llegó a México, donde inició un largo y prolífico exilio dedicado a la creación artística, a sus exposiciones y a impartir clases. Pintó paisajes y naturalezas muertas que avizoraban en su nuevo entorno. En 1940 obtuvo una beca del Colegio de México para pintar. Con la obra realizada celebró su primera exposición en la Universidad de México.
Su pintura se movía dentro de una tendencia academicista, apenas influenciado por las tendencias vanguardistas. Afincado en México conoció a la escritora y periodista norteamericana Helent, mujer que le apoyó en los primeros años de su exilio y con la que contrajo matrimonio. Amplió sus círculos sociales y frecuentó los ámbitos de los republicanos españoles. Fue contertulio habitual del Café Papagayo, y colaboró en las revistas de los exiliados republicanos. Pero lo más importante fue su actividad como pintor, grabador y dibujante, sin olvidar su magisterio en el campo de la docencia artística. Estableció su residencia en la Colonia de las Águilas, en las cercanías de México, donde instaló su estudio.
De vez en cuando salía a exponer fuera del país, principalmente a los Estados Unidos, pero en general, se resistía a que sus cuadros viajasen. Su regreso a España, después de veinticuatro años de exilio, coincidió con una exposición de sus obras en la sala Cisne de Madrid. La muestra causó una gran expectación y la crítica de arte le dedicó comentarios en los que destacaba que quedaba recuperado para la plástica española.
En la localidad alicantina de Altea pasaba las vacaciones veraniegas. Se abrió entonces un breve, pero intenso paréntesis, un retorno a sus orígenes, al mar, al cielo de su juventud y al encuentro con el paisaje de su tierra. Posteriormente se retiró a su estudio de la Colonia de las Águilas, recibiendo escasas visitas de amigos y emprendiendo fugaces viajes a la capital federal. En 1977 la editorial Joaquín Mortiz publicó la monografía artística Enrique Climent, con una presentación escrita por el propio artista, en el que resumía su ideario estético. Murió en su residencia mexicana de la Colonia de las Águilas, en 1980.
Josep Aguilera i Martí (1882-1955)
La carrera artística del catalán Josep Aguilera i Martí tendía a ser monótona y tranquila hasta que se vio bruscamente alterada en julio de 1936 al estallar la guerra civil cuyo desenlace lo llevó a él y a su familia al desarraigo de un penoso exilio al que se añadió el drama de su paso por los terribles campos de concentración y la posterior repatriación forzada a su país, siempre, claro está, bajo la amenaza de ser represaliado por los vencedores. Su destino como artista se truncó, y tuvo una existencia llena de obstáculos, padeció mucha desazón por causas económicas, y pasó por largos periodos de depresión, y todo ello a pesar de su prestigio como profesor, su magistral dominio del retrato al carboncillo y su condición de máximo representante del paisaje monumental de Girona, la ciudad en la que desarrolló la mayor parte de su actividad artística y que lo consideró maestro indiscutible.
Josep Aguilera i Martí nació en Salt (Girona), el 4 de agosto de 1882, en el marco de una familia modesta. Su padre, Francesc Aguilera, era propietario de la tartana de transporte de viajeros que hacía el trayecto regular Salt-Girona. A causa del fallecimiento de su madre en 1891, cuando era un niño, su progenitor abandonó el establecimiento que había instalado en los bajos de su casa –El café de Xicu– y se trasladó con él a casa de un hermano suyo en Barcelona, donde alternó sus estudios en las Escuelas Pías de San Antón con el trabajo en el bar que regentaba su tío.
Pronto se le despertó su vocación artística adquirida por su condición de lector de tebeos y su afición por copiar los dibujos que publicaban las revistas y semanarios ilustrados de la época. Aprovechaba su trabajo de camarero para hacer retratos al natural de los clientes habituales del café y cuando salía de casa lo aprovechaba para tomar apuntes de tipos curiosos que se iba encontrando. Llevado por su vocación, en 1905 se matriculó en la Escuela de Bellas Artes, en cuyas clases coincidió con Antonio Estruch, discípulo de Vila Cinca.
Al terminar la carrera se entregó a la pintura de caballete compartiendo estudio con un antiguo compañero de la academia, Casals. De carácter extrovertido, frecuentó los talleres de los grandes maestros y conoció a Nonell y Rusiñol. Para ganarse la vida alternó la pintura y los encargos con la docencia en una escuela privada, que más tarde abandonó para establecerse en su domicilio, donde impartió clases durante una década. En 1909 contrajo matrimonio con Rosa Gallar Xamani en Barcelona y en mayo de ese año concurrió a la Exposición de Arte de Barcelona con un paisaje urbano que representaba una calle de Barcelona. El aumento de la familia con el nacimiento de dos hijos le ocasionó serios problemas económicos que le obligaron a trasladar su domicilio al de su suegra en la localidad de Arbucias, un municipio de la comarca de la Selva, en la provincia de Girona.
En 1925 consiguió la Medalla de Oro del Concurso Josep Masrieta con un paisaje al carbón de Arbucias y al año siguiente se dio a conocer en una exposición en solitario que se celebró en el Ateneo de Girona obteniendo una gran acogida de público y crítica, estableciendo amistad con Carles Rahola.
Se integró en los círculos artísticos locales trabando amistad con Adolfo Fargnoli, Miguel Santalò, Miquel de Palol, Joaquim Pla, Eduard Fiol, Marcial de Laiglesia, Josep Tharrats y Rafael Masó. En octubre de ese año concurrió a la III Exposición de Arte Plástico gerundés promovido por el GEiEG, consiguiendo el primer premio de la modalidad de Pintura. A principios de 1927 volvió a exponer individualmente en la sala Parés de Barcelona en la que reunió dibujos de personajes marginales de la ciudad, algunos paisajes de Girona y Arbucias, editando un catálogo que incluía textos de presentación de Carles Rahola, Joaquím Pla, Artur Vinardell, Miquel Santalo, Marcial de Laiglesia y Miquel de Palol.
Desengañado por el fracaso comercial de la muestra, al vender únicamente un cuadro, decidió trasladarse a Girona, instalándose con su familia en la calle de la Força, donde abrió una escuela privada de Dibujo y Pintura. Su alumnado aumentó considerablemente cuando en 1928 incorporó en sus clases nocturnas el modelo natural, pues hasta entonces quienes solían posar eran mendigos y vagabundos. Su escuela le proporcionó un enorme prestigio como pedagogo y ese mismo año fue contratado como Profesor de Dibujo y Pintura en la remodelada Escuela Municipal de Bellas y en 1930 participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid.
Alternó la docencia con el cultivó de la pintura y el dibujo, participando